El discurso del presidente

El discurso del presidente

Gran discurso. Al llegar el final le entran a uno ganas de levantarse de la butaca y gritar "¡Autor!, ¡Autor!" con lágrimas en los ojos. Y qué lectura: medida, equilibrada, ecuánime. Ha superado sus miedos y ha sorprendido a todos con el abierto y valiente reconocimiento de su error. Todo un héroe.

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Intachable

Gran discurso. Al llegar el final le entran a uno ganas de levantarse de la butaca y gritar "¡Autor!, ¡Autor!" con lágrimas en los ojos. Y qué lectura: medida, equilibrada, ecuánime. El sigmatismo -déficit de articulación del sonido [s]- del presidente es algo menor. El que no oculte su dislalia es un reflejo de su autenticidad personal: haberla tratado y corregido sería tan poco sincero como teñirse el pelo para ocultar unas canas, o como casarse y tener un par de hijos por exigencias del guion. No, el Señor Rajoy nunca haría eso, él es una "persona recta y honrada" [audio], fin de la cita.

Es un discurso redondo, de libro, apuntalado por los mejores speechwriters del país: con su storytelling, sus anáforas y sus tríadas. Además, el presidente ha ido más allá de lo que se esperaba. Ha superado sus miedos y ha sorprendido a todos con el abierto y valiente reconocimiento de su error. Todo un héroe.

La voz es falsa, salvo algunas partes

Sin embargo, Señor Rajoy, siento decirle que algunas cosas no se pueden -ni se deben- ocultar. La tensión de su laringe es manifiesta: si bien empieza su intervención con una voz casi relajada -149 Hz de frecuencia media-, la mayor parte de su discurso alcanza los 220 Hz -más agudo que la frecuencia media de la voz de la mayoría de las mujeres españolas- y en ocasiones supera los 280 Hz [audio]. ¿Y por qué afirmo que esto refleja una impostura, una impostación de la voz? Porque en los finales de las frases pierde el personaje y aparece su verdadero yo, su voz auténtica, la que emite sin premeditación. Es una voz grave, incluso muy grave [audio]. Es la voz que emite cuando ya no le queda energía aerodinámica para mantener una postura forzada, pero suena rota: las cuerdas vocales no oscilan a velocidad constante y los ciclos glóticos son irregulares, lo que le proporciona un timbre ronco. Típico, Sr. Rajoy, de las personas que usan un tono de voz que no es el que surge de manera natural. Se acumula tanta tensión -largas horas de ensayo, de practicar la firmeza y la contundencia leyendo el discurso una y otra vez- que los pliegues vocales, como cualquier otro músculo del cuerpo, se engrosan por el exceso de oxígeno que aporta el ejercicio prolongado. Después del descanso, si no se han hecho estiramientos musculares, los pliegues vocales necesitan el mismo nivel de tensión para funcionar bien y mantener un timbre claro, brillante. De lo contrario quedan flácidos y la voz suena rota. Son agujetas vocales.

Y la entonación. Se sabe que las voces graves proyectan más poder, Sr. Rajoy, pero usted se empeña en ese tono gritón y crispado a medio camino entre el parte [audio] y la cantinela del feriante que anuncia los premios de la tómbola [audio]. Craso error. Hágame caso: una cosa es resultar dinámico con una voz que se fuerza para recalcar mensajes e ideas clave, y otra muy distinta es esforzarse tanto por que se oiga "la voz de la España sensata, y laboriosa, y responsable" [audio] que se lleva al límite; y tanto se esfuerza, que por momentos esta voz sensata llega a quebrarse [audio].

Firmeza

Por lo demás, fenomenal todo.

La velocidad de su articulación -entre 160 y 175 palabras por minuto- la longitud media -entre 2 y 15 palabras por enunciado- y la duración de los enunciados -casi siempre inferiores a 8 segundos- son perfectas para la comprensión de los mensajes. Las pausas significativas enfatizan las palabras clave. A veces [audio]: enunciados demasiado entrecortados se perciben como una lectura al dictado más que como una expresión enfática [audio], y ¡ay! restan credibilidad. Por el contrario, cuando el enunciado es demasiado largo y sin pausas [audio] el oyente pierde interés y ¡ay! desconecta. ¿No será lo que pretende? No, no. No puede ser.

Firme es la respuesta que da a los que piden su dimisión [audio], y contundente la respuesta a los que piden que se declare culpable -aunque en este caso, el argumento no lo es tanto: decir "no he venido a la política a enriquecerme porque tengo... profesión" [audio] es tan contundente como decir "yo no me he comido el pastel porque tengo... chocolate"-. También es verdad que algún otro hilillo argumental queda suelto, pero sin importancia.

Lo que de verdad importa es que Mariano Rajoy ha demostrado la fuerza de sus argumentos y la suya propia: es capaz de leer una frase demostrando que no entiende lo que lee [audio] sin inmutarse. Es verdad que en el texto que el presidente llevaba escrito no existe ningún error de formulación gramatical. La frase escrita dice "(...) los riesgos que se hacen correr al país con su uso", pero el oyente no lee, solo oye, y lo que oye es que el Señor Rajoy no prolonga ni acentúa el sonido [u], ni produce ningún sonido vocálico tras la última [s]. Por lo tanto, la interpretación auditiva es [sus], que conduce a la interpretación gramatical del adjetivo posesivo sus. O sea, un anacoluto en toda regla. Eso es carácter.

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Espectrograma y señal de audio del sintagma preposicional 'con sus' en posición prepausa.

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El último párrafo de este artículo ha sido modificado desde su publicación a petición de la autora, para corregir una interpretación inexacta. El texto original decía: "Lo que de verdad importa es que Mariano Rajoy ha demostrado la fuerza de sus argumentos y la suya propia: es capaz de leer una frase y dejarla a medias después del adjetivo posesivo sus [audio] -creando así un soberbio anacoluto y dando la sensación de que no ha entendido una palabra de lo que ha leído- sin inmutarse. Eso es carácter".