Carta a Antonio Salas

Carta a Antonio Salas

La pregunta que me hago es: ¿sabemos bien a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos sobre violencia de género? Yo creo que no, y lo creo porque por desgracia viví esta lacra siendo una adolescente. Oigo y leo lo que dicen y lo primero en que pienso es ...¿Cuándo dicen tales infamias piensan en las víctimas que lo hemos sufrido?

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Antonio Salas, magistrado del Tribunal Supremo.

Enero de 2017, siglo XXI....tengo que mirar en varias ocasiones el calendario porque sigo sin dar crédito a lo visto, oído a raíz de las declaraciones del señor Antonio Salas, magistrado del Tribunal Supremo.

He podido leer que en su cuenta de twitter, veo que últimamente esta red social es muy activa a pesar de sus 140 caracteres, unos tuits referentes a la violencia de género, no achacándola al machismo y apostando por cambios para cumplir el artículo 14 de la Constitución Española, y como no, hablando de los crímenes y violencia de las mujeres para justificar todo.

Desde que en diciembre del 2015 Ciudadanos planteó cambios en la Ley de violencia de género, son innumerables las acusaciones de feminazis a las que (me incluyo) defendemos esta ley, discursos carentes de sentido y sensibilidad, se han ido repitiendo mes tras mes. Todavía recuerdo con estupor, aquel debate en TVE antes de las primeras elecciones del 2015, donde Marta Rivera, representante de Ciudadanos, al hablar sobre los cambios que planteaba su grupo de la ley, lo defendiese con los crímenes realizados por las mujeres.

La pregunta que me hago es: ¿sabemos bien a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de la ley sobre violencia de género?

Yo creo que no, y lo creo porque por desgracia viví esta lacra siendo una adolescente. Oigo y leo lo que dicen y lo primero en que pienso es ...¿Cuándo dicen tales infamias piensan en las víctimas que lo hemos sufrido? En serio, ¿en serio se ponen en la piel de las mujeres que han sufrido palizas, vejaciones, violaciones,....de parte de quien dijo un día que las quería?

Tengo 34 años, lo sufrí con apenas 17, recién acabado bachillerato y comenzando mi carrera universitaria. Creo que ya con esta afirmación he desmantelado tu primera afirmación querido Antonio, de que esta violencia es doméstica, de puertas para adentro de un domicilio, yo vivía con mis padres y simplemente era una chica feliz y con ilusión por comenzar su carrera universitaria.

Dices Antonio que también se debe a la desigualdad de fuerza física, pues bien, yo por aquel entonces fui décima en 200 metros lisos, en el ranking de juveniles de la Federación de atletismo española aparece, por si piensas que me lo invento. No es que fuese un armario, pero creo que algo de fuerza y en condiciones físicas me encontraba para, según tú, no sufrir las palizas que sufrí.

Por último, dices que hay gente mala, en eso te voy a dar la razón, la hay y mucha, y desde que salió a la palestra todo esto más, lo veo y oigo.

Cuando un hombre es violento, no lo es el primer día que te conoce, no lo es en el primer café o copa que te tomas con él. A mi esta persona me anuló como persona, me hizo ser un títere y cuando empezó con la violencia física, mi capacidad de reacción no existía. Puedes consultar cualquier manual y verás las fases en las que pasa cualquier mujer, yo las pasé. Al final te sientes culpable, sientes que de verdad lo mereces, es tal el sometimiento que sin ayuda es difícil salir. Lo sufrí cuando no existía ley, cuando este tema era tapado por la sociedad y visto como algo que de siempre ocurre.

Igual de repugnante es un crimen cometido por una mujer que por un hombre, pero ni eso es el fin último de esta ley, y tanto uno como otro son sancionados igual. Violencia no sólo es asesinato.

Recuerdo el día en que acudieron mis padres a hablar con mi médica de atención primaria y ante la falta de recursos y de soluciones me derivaron al psiquiatra. La única solución que había entonces era medicar a la víctima para que su pena y dolor se tapasen con medicación. Entre tanto, dejé el deporte y mis estudios, llevo con profundo dolor un año en blanco en mi expediente. Al final, todavía no sé muy bien cómo, entre tanta medicina pude sacar fuerzas, acabar con mi carrera y decir BASTA!

Pero para eso tuve que poner tierra de por medio, tuve que salir de casa, de mi ciudad, y empezar una nueva vida. Las heridas se curan, me refiero a las del cuerpo, las de la mente no. Durante años tuve que luchar contra mis miedos a sentirme una inútil porque alguien, el mismo que un día dijo que me quería, se dedicó a repetirlo una y otra vez. No puedo soportar los gritos, ni programas que traten de este tema, la mente no se cura tan fácilmente como un golpe, el hematoma se reabsorbe y desaparece, la memoria sigue.

Acabo esta carta como siempre acabo cuando hablo de mi historia, llorando y pidiendo que cuando las leyes funcionan, cuando hasta el Constitucional dictó a favor de esta ley, que cuando hay un problema social como es el machismo, pido que por favor no se destruya lo que funciona, que si nos queremos agarrar al articulo 14 de la Constitución para cambiar esta ley lo hagamos con todo. Y a los representantes del Poder Judicial les pido por favor que cuando hablen piensen en las víctimas, en muchos casos niños que tienen que presenciar escenas duras, ¡no saben el daño que hacen!

Por último decir que igual de repugnante es un crimen cometido por una mujer que por un hombre, pero ni eso es el fin último de esta ley, y que tanto uno como otro son sancionados igual. Violencia no sólo es asesinato.

Ojalá el 2017 sea el año de fin de esta lacra, ojalá.