Democracia hacker, el poder de los ciudadanos

Democracia hacker, el poder de los ciudadanos

El sistema democrático tiene que cambiar porque se sigue rigiendo por la misma lógica de hace más de dos siglos. Ya no sirven simples gestos que cambien pequeñas cosas, deben cambiar por completo para adaptarse a la nueva sociedad.

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Nuestro sistema democrático es propio de otra época. La creciente desafección ciudadana por los casos de corrupción, los excesivos e injustificables incumplimientos de promesas institucionales, la propia crisis económica, que están provocando el tímido surgimiento de movimientos de indignados, 15M, o Democracia real Ya, entre otros, exige una revisión urgente de nuestro sistema político, más acorde a la realidad en la que vivimos.

Nuestro sistema está basado en las revoluciones burguesas que se originaron a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, principalmente en Europa Occidental y América del Norte. Estas etapas curiosamente coinciden con la revolución industrial, que supuso uno de los mayores cambios socioeconómicos, tecnológicos y culturales de la historia. Poco ha cambiado, por no decir nada, en las formas y procedimientos de nuestro sistema democrático desde aquel que surgió en el siglo XIX. Sin embargo, la sociedad sí que ha cambiado mucho. En los últimos veinte años se ha producido una nueva revolución, la de la sociedad del conocimiento, propiciada por el desarrollo de las tecnologías de la información. Todo ello ha supuesto un cambio en la forma de trabajar, de informarse, de consumir e incluso relacionarse. Una revolución que puede ser considerada, por tanto, de la misma magnitud que la revolución industrial.

Antes unos pocos marcaban la tendencia de muchos: ahora, gracias al desarrollo de la nueva sociedad del conocimiento, esta responsabilidad está distribuida entre muchos gracias a la nueva ética hacker que ha surgido. El finlandés Pekka Himanen desarrolla una contraposición entre la ética protestante definida por Max Weber frente a la nueva ética de los hacker. Un hacker es un experto o un entusiasta de cualquier tipo que puede dedicarse o no a la informática. Frente a la moral presentada por Weber donde se eleva el trabajo a la condición de lo más importante en la vida, la ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad, y consiste en combinar la pasión con la libertad.

La sociedad organizada en red, con la implantación de la ética hacker y con el desarrollo de las TIC, está llevando a la creación de una nueva cultura de colaboración que afecta a todos los ámbitos sociales. Los ciudadanos exigen poder participar en la definición de lo público, igual que lo hacen ya en otros ámbitos de manera natural. Se ha comprobado cómo ciudadanos organizados a través de las redes sociales y mediante un liderazgo distribuido han conseguido el cambio de gobiernos en países del norte de África --en la llamada Primavera Árabe--, o cómo en España han sacado a muchos miles de personas a las calles a través del movimiento 15M, organizándose a través de asambleas ciudadanas para debatir y plantear propuestas.

El software libre es en la tecnología el mejor ejemplo de colaboración y generación de conocimiento compartido; la financiación en masa a través del crowdfunding que tan bien definió Lola Flores sin referirse a ello, como es evidente, al pronunciar la frase: "Si cada español diera una peseta..."; la cultura colaborativa aplicada a la elaboración de una enciclopedia como Wikipedia; el proyecto cinematográfico El Cosmonauta; la elaboración de un libro como Open Government-Gobierno Abierto; el proyecto musical abierto puesto en marcha por Novaemusik con Carlos Jean, Plan B, que permite que cualquier persona pueda aportar una melodía, una letra, un ritmo, una voz... Son ventajas de esta nueva sociedad que aprovechan las empresas para saber las preferencias de sus clientes a través de herramientas de escucha activa o para crear productos con la colaboración de sus clientes a través de plataformas cocreación destinadas a ello como Lego, con su proyecto Lego Factory.

Todos estos son cambios que se han ido produciendo en los distintos ámbitos de la sociedad, pero también podemos constatar cómo no han llegado aún al ámbito de nuestro sistema democrático, a los políticos, a los parlamentos, a los gobiernos, a los sistemas de elección... que siguen funcionando con la misma lógica de una sociedad que ya no existe y que tiene superada su fecha de caducidad, que se ha quedado anticuada y que está en claro proceso de descomposición.

En el libro #Democracia Hacker: El poder de los ciudadanos, planteo una adaptación de todo el sistema democrático a la nueva realidad que surge gracias a la revolución de la sociedad de la información, aprovechando todas sus ventajas, algo que ya se hace de manera natural en otros ámbitos. En él se define un tipo de político sin tanta dependencia del criterio partidista y donde los ciudadanos son el centro de gravedad y los políticos están a su servicio. Ahora no necesitamos solo buenos oradores: deben ser capaces de colaborar, trabajar en equipo, con capacidad de empatía, creatividad y muchas otras características. Líderes políticos que no sufren el síndrome de Estocolmo, como consecuencias de los secuestros que sufren a manos de sus colaboradores, quienes les impiden ver la realidad, siendo sustituida por otra que beneficia más a la mera supervivencia de esos aduladores. Se define un sistema electoral que traspasa parte del poder de los partidos a los ciudadanos, haciendo más acorde el perfil de los políticos elegidos al deseado por la sociedad, evitando dejar este poder en manos casi exclusiva de unos pocos dirigentes. Donde los políticos están constantemente en el foco de ciudadanos que ataviados con sus dispositivos móviles hacen que una promesa incumplida se convierta en una pesadilla en forma de vídeos que les dejan en evidencia en las redes sociales. Con un número de políticos acorde a la calidad que queremos para nuestro sistema y con un sueldo ajustado a su responsabilidad, pero sin resultar escandaloso a la vista de los ciudadanos.

Los parlamentos como plazas públicas, abriendo las rejas de las jaulas en las que se han convertido, permitiendo de esta forma que los ciudadanos accedan a ellos para: debatir, participar, reflexionar y proponer, en primera persona, sin intermediarios que distorsionen las inquietudes reales de la sociedad. Con políticos que tomen la calle para situarse donde están los problemas, sintiéndolos como propios, para buscar la solución más adecuada y luchar con mayor fuerza por solucionarlos. Parlamentos con paredes de cristal, con espacio para la colaboración, la reflexión, la creatividad y el trabajo conjunto entre ciudadanos y políticos. Con leyes de código abierto en constante revisión por parte de los ciudadanos, a través de dinámicas parlamentarias que las hagan más atractivas que las actuales.

Los gobiernos deben situar a los ciudadanos en el centro, donde lo importante no es el formulario ni el número de personas a las que se recibe, sino el número de problemas solucionados al final del día. Con una administración que cuenta con trabajadores motivados, con un funcionamiento en red que elimine las jerarquías imperantes hasta ahora, con espacios de trabajo más acordes a los de la empresas de la nueva economía que a instituciones anticuadas, donde la colaboración entre departamentos de distintas administraciones sea una constante en el día a día. El Gobierno Abierto debe ser una característica esencial, a través de la transparencia total, que posibilite la participación y la colaboración de todos los actores, ciudadanos, trabajadores públicos, políticos,..

El sistema democrático tiene que cambiar porque actualmente se sigue rigiendo por la misma lógica de hace más de dos siglos. Ya no sirven simples gestos que cambien pequeñas cosas, deben cambiar por completo para adaptarse a la nueva sociedad. Un cambio que será tranquilo si viene de la mano de los políticos o convulso con consecuencias difíciles de prever si viene de la mano de los ciudadanos ante la incapacidad de los políticos para hacerles frente. No hay tiempo que perder: o propician estos cambios los políticos a través de una voladura controlada del viejo sistema para construir ordenadamente el nuevo, o puede producirse una explosión incontrolada que nos dañe a todos.

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César Ramos es autor del libro #Democracia Hacker: el poder de los ciudadanos, de donde ha sido adaptado este artículo. El libro se puede adquirir online y en estos puntos de venta.

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