La crisis oculta de Alemania

La crisis oculta de Alemania

Alemania es pobre, pero no en cuestión de productos, servicios, ingresos o capital. Alemania es pobre en cuestión de oportunidades para el futuro. El motivo es simple: en el futuro, los adultos, niños y recién nacidos de hoy tendrán que pagar las deudas y las obligaciones que se están contrayendo en la actualidad. La situación es más complicada de lo que parece.

A beggar kneels on the ground as a man sweeps away rubbish from new year's celebrations in Stuttgart, southern Germany, on January 1, 2016. / AFP / dpa / Marijan Murat / Germany OUT (Photo credit should read MARIJAN MURAT/AFP/Getty Images)MARIJAN MURAT via Getty Images

Alemania es pobre, pero no en cuestión de productos, servicios, ingresos o capital. Alemania es pobre en cuestión de oportunidades para el futuro. El motivo es simple: en el futuro, los adultos, niños y recién nacidos de hoy tendrán que pagar las deudas y las obligaciones que se están contrayendo en la actualidad. La situación es más complicada de lo que parece.

En 2013, la deuda nacional de Alemania ascendió al 72,5 % de su PIB anual, un porcentaje que está decreciendo. El Gobierno federal aspira a cumplir el límite de Maastricht -que dicta que el ratio deuda/PIB no debe exceder el 60%. Pero, ¿es éste un motivo válido para relajarse?

No. Porque las deudas del Estado son sólo las deudas supuestamente explícitas. El Gobierno alemán tiene otras obligaciones de pago, como los bonos del Estado, por los que todos tendremos que pagar en el futuro. Es el caso, por ejemplo, de las pensiones para los funcionarios. Muchos de estos programas se establecieron en los 70. Muchos de esos funcionarios se jubilarán (de forma muy merecida) en los próximos años y esperan cobrar sus pensiones a tiempo. Sin embargo, no se han tomado las precauciones (ni las previsiones) necesarias para garantizar su pago, y el dinero tendrá que salir de la recaudación normal de impuestos.

Como cada vez hay menos jóvenes que financian los servicios sociales pero cada vez hay más ancianos que demandan esos servicios, la brecha sigue creciendo y el margen para el futuro sigue disminuyendo.

Las prestaciones de seguridad social para empleados también están en números rojos. Cada año, el Estado transfiere una subvención multimillonaria al fondo de pensiones (en 2016, por ejemplo, depositó 14.000 millones de euros) para que todos los jubilados puedan cobrar las pensiones que les corresponden a tiempo. También este dinero debe salir cada año del bolsillo de los contribuyentes.

Lo mismo ocurre, obviamente, con otros muchos servicios sociales: pensiones básicas, ayudas a la integración para personas con discapacidad, ayudas a la vivienda, prestaciones adicionales para los desempleados, asistencia sanitaria y seguros de salud para los ciudadanos con menos recursos, etcétera. De forma individual, todos estos pagos tienen sentido. De forma colectiva, representan sumas masivas de dinero que, en el futuro, tendrán que cobrarse y pagarse una y otra vez.

Estas promesas de pago se consideran "deudas implícitas" porque, como el resto de las deudas, tienen que pagarse. La diferencia entre deudas explícitas e implícitas se encuentra en la brecha de sostenibilidad. En 2013, esta brecha llegó al 237% del PIB o, lo que es lo mismo, 6.484.000 millones de euros.

Si Alemania fuera una empresa, tendríamos que producir las reservas equivalentes a esta cantidad. Pero como esto no se va a hacer, tendremos que financiar estas sumas con los ingresos corrientes del futuro. Esto puede significar que en el futuro haya menos dinero disponible para gastos (necesarios) como los de educación, infraestructura o investigación. En otras palabras, la brecha de sostenibilidad empobrece nuestras oportunidades para el futuro, y serán los miembros más débiles de nuestra sociedad quienes más sufran sus consecuencias.

Hoy en día, las empresas alemanas prefieren invertir en el extranjero antes que en la envejecida Alemania.

Muchas de las medidas tomadas por la Gran Coalición han agrandado la brecha, como por ejemplo, cambiar la edad de jubilación a los 63 años y ofrecer una renta adicional a las madres. No obstante, la principal causa del tamaño de la brecha de sostenibilidad es el cambio demográfico.

Como cada vez hay menos jóvenes que financian los servicios pero cada vez hay más ancianos que demandan esos servicios (pensiones, sanidad, prestaciones sociales), la brecha sigue creciendo y el margen para el futuro sigue disminuyendo.

La migración sería una medida muy efectiva para reducir esta brecha. Los migrantes suelen ser más jóvenes que los alemanes, por lo que, a lo largo de su vida, pueden financiar más servicios de los que demandan.

Lo importante es regular la migración y orientarla hacia las necesidades del mercado de trabajo en Alemania. Por ejemplo, vendría muy bien recibir trabajadores de los sectores manufacturero y médico.

Según cálculos del profesor Raffelhüschen, que investiga sobre la sostenibilidad, una adecuada legislación sobre migración podría reducir la brecha de sostenibilidad alemana del 237 al 217%. Estas cifras muestran que la migración podría ser una de las muchas medidas que necesita Alemania para luchar contra su empobrecido futuro.

Sería trágico no aprovechar esta realidad como parte de la solución. Porque una población envejecida y decadente podría desembocar fácilmente en un futuro de pobreza: sin la inmigración, Alemania perdería cada año entre 150.000 y 200.000 habitantes, lo que equivale al tamaño de una ciudad.

Hoy en día, las empresas alemanas prefieren invertir en el extranjero antes que en la envejecida Alemania. Como consecuencia, aquí se crean menos empleos y se genera menos valor. Sólo los ricos pueden permitirse una sociedad decadente. Y el empobrecido futuro se convertirá en un empobrecido presente más rápido de lo que pensamos.

Este post se publicó originalmente en la edición alemana del HuffPost y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.