El PSOE entra en ebullición

El PSOE entra en ebullición

Estaba escrito. El PSOE entraría en ebullición tras el peor resultado electoral de su historia, y ya lo ha hecho. La convulsión llega tras la debacle sin paliativos y como consecuencia de un secretario general empeñado en garantizar su espacio orgánico por encima de cualquier otra cuestión, sea esta institucional o política.

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Foto: EFE/JAVIER LIZÓN

Estaba escrito. El PSOE entraría en ebullición tras el peor resultado electoral de su historia, y ya lo ha hecho. La convulsión llega tras la debacle sin paliativos y como consecuencia de un secretario general empeñado en garantizar su espacio orgánico por encima de cualquier otra cuestión, sea esta institucional o política.

Nervios, llamadas, amenazas... Una admonición contra Javier Fernández (Asturias); gritos a Fernández Vara (Extremadura); sibilinas insinuaciones a García-Page (Castilla-La Mancha); conminaciones a Cornejo (Andalucía). Siempre César Luena al otro lado del teléfono. Las formas del secretario de Organización no han hecho más que ahondar en la herida abierta en el socialismo tras el 20-D. Y no sólo por el resultado electoral, sino por la decisión de Sánchez de anunciar el lunes por la mañana que se presentaría a la reelección para la secretaría general.

Si el PP tiene un lío, lo del PSOE es la confusión elevada a la máxima potencia por el empeño de Sánchez en seguir explorando posibilidades de liderar una alternativa de cambio a la derecha junto a Podemos, IU y el apoyo puntual de nacionalistas e independentistas. Una alianza con los de la formación morada no es del agrado de muchos, en especial de Susana Díaz, que no quiere ni oír hablar de semejante pastiche, pero tampoco de Extremadura, ni de Asturias. Mucho menos de algunos tótem que, como Felipe González, pedalean en otra dirección.

Luena amenazó con desestabilizar a los barones si no respaldaban a Sánchez en el Comité Federal.

'Podemos no quiere gobernar España, sino que aspira a la hegemonía de la izquierda', advierten los reacios a la fórmula que acaricia Sánchez. Y si el PSOE se presta -dicen- a un "colaboracionismo estúpido" los de la "nueva política" les arrebatarán el espacio por décadas. "Ahora a Iglesias sólo le queda encontrar un nuevo Garzón que se lo permita. Y Sánchez parece dispuesto a ello", se quejan los cuadros del partido.

Así que la respuesta que se empezó a tejer desde el domingo por la noche para frenar el ímpetu del candidato socialista fue la de una gran coalición, pero no para gobernar España, sino para echar a Sánchez y apremiar a Susana Díaz a que diera de una vez el paso al frente que no se atrevió a dar ni en el congreso federal de 2014, ni tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado mayo. "No hay otra alternativa", sentencia uno de los barones con mayor peso político.

La "reina del Sur" de momento sigue expectante, que no quieta. Pero esta vez ha decidido optar por la prudencia, más allá de que se deje querer y explore posibles escenarios. Fue a ella a quien menos gustó que la primera respuesta de Sánchez al hundimiento del PSOE fuera la de anunciar un congreso federal y su disposición a competir en él. Tampoco le agradó que Ferraz se apresurara a convocar un Comité Federal que en principio iba a celebrarse hoy mismo, luego se pospuso al sábado 26 y las sonoras protestas de algunos barones obligaron a fijarlo finalmente el lunes 28.

Aquí llegó el cisma. Unos amenazaron con no asistir y otros dejaron caer ante los micrófonos que habría lío. Así que el el secretario de Organización se colgó del teléfono y se enzarzó en varias conversaciones subidas de tono con los barones de mayor peso territorial e influencia orgánica hasta amenazarles con desestabilizar sus respectivos territorios si no apoyaban a Sánchez en el máximo órgano entre congresos.

El empeño de Sánchez en buscar el apoyo de Podemos divide a los socialistas.

Fernández primero, Vara, después y Page no sólo le frenaron en seco, sino que le conminaron a que antes de ese Comité Federal celebrara un cónclave de secretarios generales que, probablemente el domingo, analizara a fondo los resultados electorales, además de los caminos por los que debe transitar el PSOE, después de que PP, Ciudadanos y Podemos hayan conseguido situar la responsabilidad de un escenario de ingobernabilidad en la pista de los socialistas.

Lejos de escuchar las reflexiones de los secretarios generales, Sánchez parece a la defensiva ante una rehíla de dirigentes que ni quiere pasar por alto el resultado del 20-D, ni desea una alianza con Podemos, ni perdona que en la sede de Ferraz se celebrara la noche del domingo que Eduardo Madina quedara fuera del Congreso, después de que el PSOE se quedara en Madrid con 6 de los diez diputados que sumó en 2011.

Todo esto más allá de la incontenible irritación por que el PSOE haya quedado sepultado en las dos terceras partes del territorio nacional, el partido esté peor que nunca y la primera respuesta de Sánchez fuera en clave orgánica para buscar su supervivencia. Y mientras esto ocurría en las primeras horas de la resaca electoral, en Ferraz nadie se ocupaba de recordar cuestiones obvias mientras desde el PP conminaba al PSOE a que se abstuviera en un ejercicio de responsabilidad en la investidura de Rajoy y desde Podemos se pusieran condiciones a los socialistas. Tan obvias como que en Andalucía el PP votó sucesivamente y durante dos meses NO a la investidura de Susana Díaz, o que en una hipotética negociación con Podemos, las condiciones las debe poner el PSOE, que para ello sigue siendo segunda fuerza, y no tercera.

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