Esto es lo que pasa en internet si tienes vagina

Esto es lo que pasa en internet si tienes vagina

"Hannah es una feminista asquerosa, una estúpida con la boca de tiburón y más plana que una tabla de planchar". A diario recibo miles de comentarios anónimos que me critican por ser feminista y me detallan lo que les gustaría hacer con mi boca de tiburón y con otros orificios de mi cuerpo.

Woman working on laptopJohner Images via Getty Images

"Hannah es una feminista asquerosa, una estúpida con la boca de tiburón y más plana que una tabla de planchar".

Estimados comentaristas anónimos de internet que estáis detrás del ordenador:

Este es solo uno de los miles de comentarios que recibo a diario, que o bien me reprenden por ser feminista (¿alguien puede decirme cuándo la palabra "feminista" se convirtió en algo negativo?) -o lo que en internet se denomina amablemente "feminazi"- o bien se dedican a detallarme de forma muy explícita lo que les gustaría hacer con mi boca de tiburón y con otros orificios de mi cuerpo (no queda claro si estos guardan algún parecido con algún animal marino o no).

Este comentario en concreto se publicó en un vídeo que realicé a modo de promoción para uno de los patrocinadores de mi canal de YouTube, en el que salgo jugando a reconocer la canción que está sonando. Para ser justos con el usuario que comentó, he de reconocer que dos de las cinco canciones que suenan en el vídeo, que fueron elegidas aleatoriamente, son de artistas femeninas; ¿puede que a eso se deba lo de "feminista"? ¿O simplemente se debe a que he abierto la boca de tiburón?

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Por desgracia, ser receptora de comentarios degradantes y despectivos es parte de mi trabajo, porque trabajo en internet. El problema no es solo que trabaje en internet, el problema es que soy una mujer que trabaja en internet; así que los comentarios que recibo son más denigrantes, más numerosos y más agresivos.

Como youtuber y dueña de un canal con casi un millón de suscriptores, la recepción de comentarios negativos está incluida en la descripción de mi trabajo. Me dicen que los pase por alto o que los ignore. Y, aunque estoy segura de mi inteligencia, de mi voz y del mensaje que quiero transmitir -y, si soy sincera, también de mi apariencia-, intentar pasar por alto esos comentarios no siempre me protege de las inseguridades que pueden generar en mí las palabras hirientes de comentaristas anónimos.

Con solo pulsar el botón de "enviar", la gente es capaz de verbalizar unos comentarios e insultos que no llegarían a pensarse -ni mucho menos a pronunciarse- en una situación de cara a cara.

Pero eso es lo que se aconseja siempre, ¿no? "No hagas caso". "Que les den". "¿Qué más da lo que piensen unos desconocidos?". Esas son las mismas frases que yo le dedicaría a una amiga que estuviera en mi misma situación. Pero... ¿realmente es eso lo que deberíamos decirnos? ¿Que hay que ignorar el horrible bullying que de alguna manera consigue disfrazarse de respuesta de los seguidores? No quiero limitarme a aceptar que por haber nacido con unos genitales distintos a los de la persona que pone un comentario tengo que aguantar que me diga todo lo que quiera, oculto en el anonimato, y que debo encogerme de hombros y decir "bueno, son gajes del oficio". Si eso es así, puede que esta tabla de planchar quiera dedicarse a otra cosa.

Aprender a lidiar con estas cosas o simplemente huir de ellas no debería ser mi responsabilidad, ni la de ninguna otra mujer. Trabajo día sí y día también, me parto el espinazo trabajando, y, sí, a veces resulta que tengo boca y opinión; pero mi trabajo no debería consistir en fabricarme una armadura y no debería ser mi obligación mantener la compostura ante ataques de este tipo.

No sé cómo arreglar la cultura que se ha desarrollado alrededor de esta red de odio y de ignorancia. Pero lo que sí sé es que tenemos que exigir que se nos trate mejor.

Aunque leo todos los comentarios que me escriben, sigo pensando que todos los seres humanos son buenos en el fondo. Todavía le concedo a la gente el beneficio de la duda e intento seguir siendo optimista. Pero creo que, si abrimos un poco los ojos, nos daremos cuenta de que este no es el mundo en el que queremos vivir. Es un mundo en el que, con solo pulsar el botón de "enviar", la gente es capaz de verbalizar unos comentarios y unos insultos que no llegarían ni a pensarse -ni mucho menos a pronunciarse- en una situación de cara a cara.

Y ese es el problema de ser mujer en internet: me he convertido en una mera imagen. Ya ni siquiera soy una persona para los trolls que abundan en la red. No soy más que una cara, un objeto contra el que pueden descargar sus frustraciones y su imbecilidad, desprovisto de sentimientos o de medios para defenderse. Supongo que por eso estoy escribiendo esto, para recordarle a todo el mundo que soy una persona. Que todas las mujeres que nos exponemos en los nuevos medios de comunicación somos personas. Y que un mundo en el que no se respete la humanidad de nuestras propias amigas, hermanas, mujeres o madres resulta muy triste. Aunque qué sé yo, si no soy más que una feminista asquerosa.

Puedes seguir a Hannah Cranston en Twitter e Instagram.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero

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