Quince millones de historias de 'Méxicos'

Quince millones de historias de 'Méxicos'

"A los españoles sólo os interesa el oro", me recrimina Pancho Álvarez, un escritor maya de Chiapas. Con él vamos a ver la extraña comunidad de San Juan de Chamula y su iglesia sincrética en la que hace años expulsaron a los párrocos católicos y se practica el chamanismo.

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Sabino, un indígena mazahua, apunta al cielo y me señala, como si hubiera allí caminos que yo pudiera descifrar, que este año las mariposas no llegan. Luego, con la voz triste, mientras comemos unas tortitas de maíz que ha hecho su mujer, me dice que las mariposas son sus familiares muertos que regresan del más allá y que tendrá que lanzar más cohetes a las nubes para indicarles el camino de vuelta. "Algo hemos hecho mal que este año no vienen", comenta. Es el 1 de noviembre, el Día de los Muertos. Esperamos allí sentados, en la Sierra de Michoacán, que llegue la migración de millones de mariposas monarcas que arriban desde Canadá tras cruzar Estados Unidos.

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El doctor Alfonso Aquino, mientras contemplamos una reserva de felinos de las afueras de Oaxaca, me narra la historia del abuelo jaguar. Aquino, un hombre con sabiduría de campo zarandeada con mucha ciencia, cuenta que hubo hace pocos años una comunidad zapoteca de la montañas, Cristo Rey de la Selva, en la que a los dos mejores cazadores les encomendaron matar a un fiero jaguar que atacaba el ganado. Ambos esperaron noche tras noche y cuando por fin apareció el felino e iban a dispararle un halo de luz les cegó los ojos. Los cazadores contaron aquello a los viejos y ellos, sabios del tiempo, decidieron que había que capturar el animal sin matarlo porque portaba un mensaje. Así lo hicieron, y tras meses en los que no se sabía que hacer con el animal, el anciano jefe enfermó y entendieron que el jaguar se estaba llevando su espíritu. Entonces supieron que "el dinero les había enviciado" y que el mensaje del felino era un aviso de respeto a la naturaleza que estaban devorando. Dejaron libre al jaguar que nunca ha vuelto a ser visto. Sólo quedan 3800 ejemplares en todo México.

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En la Sierra de Chihuahua, en la comunidad de indígenas rarámuris de Rochéachi, hay una mujer que lava ropa en un riachuelo raquítico junto a su hija de dos años. Ella levanta la cabeza y cuando le preguntamos por su marido se limita a decir: "No sé, hace dos meses que no aparece y no tenemos comida". A su lado, la pequeña llora sin fuerzas para el llanto. Detrás hay un ranchito endeble en el que un matrimonio de ancianos aguarda en la puerta. Ella pela elotes y él no hace nada. Al final del rancho, en una casa de barro y madera, aparecen tres niños sobre una cama endeble. Dos, de 15 y 16 años, son los padres de un bebé de apenas 24 meses. "Mejor que mi papa se fuera, sólo le pegaba palizas a mi madre", nos dice la adolescente mamá, hija de la mujer del riachuelo. Estoy allí realizando un reportaje sobre el alto número de suicidios de la Sierra Tarahumara. La mayoría se cuelga de un árbol o se arroja por un barranco cuando la tristeza les devora las entrañas al saber que hubo otra mala cosecha y no podrán dar de comer a sus hijos.

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"A los españoles sólo os interesa el oro", me recrimina Pancho Álvarez, un escritor maya de Chiapas. Con él vamos a ver la extraña comunidad de San Juan de Chamula y su iglesia sincrética en la que hace años expulsaron a los párrocos católicos y se practica el chamanismo. Pancho me presenta a Juan Gallo, un líder de la comunidad tzotzil en cuya casa hay un cuadro del general Emiliano Zapata ante el que Pancho se cuadra: "Siempre será mi general", me comenta. Bajamos una vereda de piedra y nos dirigimos a una multitudinaria fiesta tradicional. "Muchos jóvenes quieren modernizar las tradiciones", me explica Gallo, que nos ha invitado a la ceremonia en la que él cederá su puesto de mayordomo (cargo religioso tzotzil). Justo al lado, conocemos a Mariano, de 31 años, dueño de un bar y miembro del grupo de rock Wootick. "No nos agrada el sistema occidental, queremos volver a lo nuestro. Tenemos nuestra medicina natural y queremos tener nuestras escuelas", me dice este fanático de Pink Floyd que toca una guitarra eléctrica. En Chamula estoy para entender la veneración que existe por la Coca Cola, bebida que se usa en las fiestas religiosas. Saliendo del pueblo visito el cementerio y veo botellas de la bebida refrescante sobre las tumbas.

Hace un año y medio que vivo en México, donde llegué tras vivir cinco años en el sur de África. Hay casi 15 millones de indígenas en el país repartidos en 56 grupos étnicos. El 72% viven en la pobreza y el 50% tiene importantes rezagos educativos. Hay 68 lenguas indígenas, la mayoritaria es el náhuatl que hablan cerca de un millón y medio de personas.

Intentaré en este blog que hoy empiezo aquí narrar los diferentes 'Méxicos' que existen. Intentaré primero entenderlos.