"¡Seguid cavando, es por vuestro bien!", nos dicen

"¡Seguid cavando, es por vuestro bien!", nos dicen

El aparato de propaganda del Gobierno del PP y, al unísono, la maquinaría mediática de la derecha, se aprestan a hacernos pasar por indicios de "luz al final del túnel" las "mejorías relativas" de la "productividad" y la "competitividad".

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Nos adentramos en 2013, transcurridos largos años de catastrófico manejo de la crisis. Y despuntan ahora indicios cada vez más reveladores del verdadero y profundo designio antisocial de la implacable hoja de ruta que se ha venido ejecutando por parte de la coalición conservadora ampliamente dominante en las instituciones de la UE. Enfilamos en España los 6 millones de parados. La evolución de las deterioradas constantes vitales del paciente confirma punto por punto a quienes pronosticamos que los presupuestos contractivos y procíclicos forzados por la austeridad recesiva harían del todo imposible el cumplimiento de los objetivos proclamados. Empezando por el déficit cuya desviación al alza se da una vez más por segura. Dijimos un millón de veces que no iba a suceder que esa reducción alcanzase las cotas que se nos habían impuesto en medio de la Gran Recesión, con el consiguiente derrumbe de los ingresos fiscales. La deuda apunta a máximos históricos, sí, ¡pero como consecuencia del cómputo del rescate a la Banca Privada y la socialización de pérdidas del Banco Malo!

Hay, sin embargo, una inflexión perceptible, que se corresponde igualmente a la también pronosticada distorsión deformadora de lo que realmente sucede respecto a lo que se nos cuenta. El aparato de propaganda del Gobierno del PP y, al unísono, la maquinaría mediática de la derecha (largamente hegemónica en el paisaje de la comunicación en España, cualquiera que sea su formato), se aprestan, de forma cada vez más indisimulada, a hacernos pasar por indicios de "luz al final del túnel" las "mejorías relativas" de la "productividad" (un eufemismo que encubre la redefinición del PIB por menos horas trabajadas y menor salario devengado), y de la "competitividad" (un eufemismo que encubre el aumento de las exportaciones y la externalización de las empresas como consecuencia del derrumbamiento de la demanda interna y la brutal contracción del tejido empresarial doméstico).

Lo cierto y real es que en 2013 continuamos transformando deuda privada bancaria en deuda pública a futuro, apuntando con alcanzar el 100% del PIB el próximo año por la vía de incorporar el coste del rescate a los bancos, contra lo que mentirosamente sostuvo la propaganda inicial. La consecuencia en 2014 será el descomunal incremento de la carga financiera de la deuda, la más alta de la historia, apuntando nada menos que al 4% del PIB.

La conclusión es obvia: lo que el aparato de propaganda del PP se aprestará a vocear a los cuatro vientos como el "primer soplo de aire" de lo que más pronto que tarde querrán hacernos pasar por "el milagro del PP" (nos suena, ¿verdad?), cuando quiera que suceda -un tibio repunte del 0,1% del PIB, después de un lustro de recesión, (con una caída de 6 puntos), o 50.000 empleos, después de 6 millones de parados-, no será ese día otra cosa que el balance de su brutal ajuste de cuentas contra el Estado social, y de la trituración de los servicios públicos (sanidad, educación, pensiones, cobertura de desempleo).

Ese llamado "repunte" procederá ese día de la demolición concienzuda de las partidas que deberían asegurar una igualdad básica en derechos y oportunidades a todos los españoles ante las situaciones de necesidad, desamparo, enfermedad o paro. Y del consiguiente impacto de una devaluación interna por la vía de los salarios (cada vez menos empleos, más precarios, peor pagados), sin diálogo ni acuerdo social (previa deslegitimación y laminación a conciencia de las organizaciones sindicales), y el resultado inexorable de un empobrecimiento dramático y sin precedentes de las clases medias y trabajadoras de España.

Es cada vez más evidente. No es que el Gobierno del PP haya "renunciado" o "traicionado" su "Programa electoral"; es que ni se ha planteado cumplirlo por un segundo, porque ha apostado directamente por el "programa máximo" de la derecha española: desmantelar esos pilares vertebrales del Estado social que en España construimos, con muchas dificultades e insuficiencias, 30 años después de que nuestros socios europeos lo hicieran tras la II posguerra.

¡Y ha apostado además por la exaltación desacomplejada de la desigualdad ante la ley, con una desfachatez que no habíamos visto nunca! Desigualdad ante el acceso a la Justicia y la garantía judicial de los derechos de los más vulnerables (con la intolerable ley de tasas judiciales dictada por el PP) y desigualdad también en el acceso a los beneficios del régimen penitenciario: ¿cuántos presos españoles penan en cárceles extranjeras sin ápice de cobertura diplomática o mediática?

En un ejercicio de cinismo, la propaganda conservadora que en el escalón europeo acompaña a Ángela Merkel proclama ahora: "¡Empobrecidos y cabreados, vais por el buen camino, de modo que seguid cavando!" Es el despiadado mensaje de Merkel y sus guardaespaldas en Grecia, Portugal, España, frente a quienes reniegan de Europa y abominan de la política, equivocando el foco de su fundada indignación. Pasando de todo, y de todos, los nuevos apologetas del darwinismo social pretenden ahora vendernos que el "incremento de la productividad" (menor salario por hora trabajada, con mucho más paro que nunca) y de la "competitividad" (por la devaluación interna y el empobrecimiento de quienes no solo no causaron esta crisis sino que no vivieron nunca "por encima de sus posibilidades") es su "salida de la crisis".

Semejante operación de contrabando ideológico reviste tanto calado que no se podría acometer sin el acompañamiento de una estrategia en toda regla para la demolición de la política. Una operación diseñada y orientada a la desmovilización de los más empobrecidos y de los más cabreados: el señalamiento por parte de grandes conglomerados mediáticos de un chivo expiatorio contra "la política" misma y contra "los políticos", sin más, estigmatizados todos indistintamente como fuente de demasía y/o de corrupción.

Me duele tener que enfatizar hasta qué punto, como tantos otros en el ejercicio de una representación que procede de las urnas, he denunciado y combatido toda corrupción en política.

Lo he hecho toda una vida. Lo hice como diputado, lo hice como ministro de Justicia, como candidato en Canarias. Y afirmo con rotundidad que mi compromiso contra la corrupción me granjeó dificultades enormes en un entorno como el canario, contaminado por años de venalidad y maridaje entre urbanismo, turismo y enriquecimiento ilícito en notorios cargos públicos de gran visibilidad. Mi determinación contra esa degradación, y la coalición de intereses que se activó contra mi compromiso por la regeneración, me impidió ser presidente del Gobierno de Canarias a pesar de haber ganado las elecciones autonómicas con la mayor cantidad de votos para el PSOE en 25 años.

Hablo, pues, de combatir ahora y siempre, alcance a quien alcance, la corrupción como subordinación de la política al dinero, y combatir el enriquecimiento ilícito del corruptor y del corrompido: del "empresario" que corrompe y de quien se ponga venalmente a su servicio. ¡Pero la lucha contra la corrupción no tiene nada que ver con la demolición de la política, a la que debe oponerse una defensa fundada de la representación y la responsabilidad política en condiciones honorables, que no la hagan irrespirable o transitable tan sólo para "los ricos por su casa" o quienes pretendan indecentemente hacerse ricos por el camino!

Insisto en que la inmatizada y abrasiva operación de destrucción de la política, espacio para la deliberación y confrontación de alternativas en una sociedad plural, es no sólo letal para la alternativa de izquierda a la hegemonía de la derecha -cuya base electoral conservadora es indiferente al descrédito o incluso a la corrupción de sus representantes, como evidencia el caso de Baleares, Valencia o Madrid-, sino un ingrediente crucial de una alquimia diseñada para asegurar que los nuevos poderes fácticos (las finanzas, el dinero, los fondos de inversión y de riesgo, y la propaganda a su servicio) no pagarán por sus desmanes ni serán tampoco sometidos a una regulación efectiva de controles y garantías y responsabilidades, que impida que vuelvan a hacerlo... cuando salgamos de ésta.