De la caza de elefantes en Suiza

De la caza de elefantes en Suiza

De acuerdo con Gabriel Zucman, al menos un 8% de la riqueza mundial se halla escondida en paraísos fiscales, y tres cuartas partes de esta riqueza no queda registrada en ninguna parte ya que queda protegida por el secreto bancario. Zucman sostiene que la mayor parte de ese dinero proviene de Europa, cuyas economías supuestamente altamente endeudadas podrían pasar a tener una posición acreedora si aflorara todo ese dinero.

He leído recientemente un artículo del joven economista francés Gabriel Zucman, titulado La riqueza escondida de las naciones, que en Francia ha sido también publicado como libro. Al titular su primer libro haciendo referencia directa al que es considerado el primer libro moderno de economía el autor demuestra ya cierto coraje que su lectura no hace sino confirmar.

La obra de Zucman parte de la constatación de que en las cuentas internacionales de inversión hay un desfase entre el valor de los activos y de los pasivos, siendo mayores los últimos. Desde el punto de vista contable esto es por supuesto imposible, y el autor demuestra que el desfase se debe a las enormes concentraciones de riqueza que se esconden en paraísos fiscales y quedan ocultas ahí por el secreto bancario. De acuerdo con Zucman, al menos un 8% de la riqueza mundial se halla escondida en paraísos fiscales, y tres cuartas partes de esta riqueza no queda registrada en ninguna parte ya que queda protegida por el secreto bancario.

Contrastando datos de la Banca Nacional Suiza con datos de la contabilidad nacional, Zucman llega a la conclusión de que Suiza forma una parte muy importante del tinglado que permite a los muy ricos ocultar sus activos (escondiéndose allí casi la mitad de los mismos). Suiza es un país con muchos ricos, pero solamente alrededor de un tercio de los fondos gestionados en Suiza son de origen suizo. Las fortunas extranjeras gestionadas en Suiza se han disparado un 14% desde el inicio de la crisis para situarse en una cifra astronómica de casi dos billones de euros, suficiente para pagar la deuda pública española dos veces. Zucman sostiene que la mayor parte de ese dinero proviene de Europa, cuyas economías supuestamente altamente endeudadas podrían pasar a tener una posición acreedora si aflorara todo ese dinero.

El modus operandi típico del defraudador europeo consistiría en crear una sociedad pantalla en un país como Panamá, invertir a través de la misma en un fondo en Luxemburgo y vincularle una cuenta en Suiza, lo que complica notablemente el trabajo de los inspectores de hacienda nacionales. El lector notará como se parecen los tejemanejes del infame Bárcenas con los del caso típico que presenta Zucman. Por cierto, el mentor de Zucman es el célebre economista Thomas Piketty, francés al igual que Zucman y que también ha escrito recientemente un importante libro cuyo título cita inmodestamente a un gran clásico: El Capital en el siglo XXI.

En su libro Piketty alerta de que la baja tasa de crecimiento de nuestras economías combinada con una tasa de retorno del capital netamente superior amenazan con devolvernos a una época en la que las grandes fortunas se retroalimentan y se transmiten casi intactas, es decir, una vuelta a una época de grandes dinastías y riqueza heredada. Para evitar llegar ahí Piketty cree necesario aumentar los impuestos de transmisiones patrimoniales y crear un impuesto, preferentemente a nivel global, a las megafortunas. De forma muy persuasiva, Piketty sostiene que la redistribución es un sujeto sorprendentemente ausente en nuestras campañas electorales, lo que se puede explicar tanto por la eficacia en el arte del pasilleo de los poderosos -cuando no se dedican directamente a defender sus intereses comprando voluntades- como por algo parecido al sesgo cognitivo que Daniel Kahneman llama heurístico de disponibilidad, es decir, la riqueza está tan concentrada en tan pocas manos que la mayoría de ciudadanos parecen incluso ignorar su mera existencia, al no conocer personalmente a ninguno de los multimillonarios que la poseen.

Hace poco escribí un post sobre la distribución de Pareto que la lectura de Zucman y Piketty me ha traído de nuevo a la mente. Hay ciertos objetos cuyo tamaño se rige por una distribución estrictamente paretiana que no cité entonces: los pozos de gas y de petróleo. Su repartición por el globo es azarosa, así como lo es su tamaño, y aventurar las reservas que existen es muy difícil porque por lo menos en teoría mañana, en un golpe de suerte improbable pero no imposible, se podría descubrir un yacimiento petrolífero como Ghawar, cuyas reservas equivalen a varios años del consumo mundial. La industria petrolífera invierte sumas colosales en intentar encontrar yacimientos de este tipo, que en la jerga propia de los prospectores se conocen como elefantes, por lo que la actividad de los prospectores admite un paralelismo evidente con la de la caza de elefantes.

Pido licencia al lector para establecer aquí una nueva metáfora. Imaginemos que en un futuro no muy lejano Europa tuviera una crisis energética porque, por decir algo, Rusia hubiera decidido cortarnos el grifo del gas. En este contexto de grave crisis, la Comisión europea pone en práctica un plan de eficiencia energética muy drástico que no arroja prácticamente ningún resultado. Oyendo los consejos de un ocurrente exministro español propulsado a comisario hace un tiempo, la Comisión decide entonces imponer vía una directiva las duchas frías obligatorias. A todas estas, unas prospecciones gasísticas en los Alpes arrojan un resultado prometedor: parece que se ha descubierto un yacimiento gigante de gas. Eminentes geólogos consideran innecesaria la prohibición porque el yacimiento, del tipo elefante, podría cubrir de sobras las necesidades de gas europeas para los próximos cinco años, pero pese a que el yacimiento se encuentra claramente en la frontera franco-italiana Suiza pretende explotarlo en provecho propio. Las pretensiones suizas tienen poca legitimidad y para mayor escarnio Suiza ha decidido cerrar sus fronteras a todos los europeos, rompiendo de facto los tratados bilaterales con la UE, ya que teme una oleada de europeos apestosos deseando tomar duchas calientes en su país. Pese a todo, y contrariamente al consejo de los geólogos, la Comisión decide no explotar el yacimiento hasta que la OMC se pronuncie dentro de unos años sobre las pretensiones suizas sobre el mismo y seguir adelante con el plan de duchas frías obligatorias, cuyos promotores -el exministro español y los ecologistas alemanes- defienden que será bueno para elevar la moral de los europeos.

El escenario descrito arriba puede parecer el delirio de un mal guionista, pero la situación actual en Europa no es muy distinta. Léase crisis financiera donde dije crisis energética, políticas de austeridad donde dije directiva de las duchas frías obligatorias y multimillonarios evasores de impuestos donde dije yacimiento de gas del tipo elefante. El reciente portazo de Suiza a la zona Schengen no se ha traducido en una presión seria al país alpino, cuestionando por ejemplo su secreto bancario o los convenios de doble imposición. Los únicos "represaliados" han sido los futuros erasmus suizos, que irónicamente probablemente fueran el segmento de la población suiza más proeuropeo.

Como a Zucman o Piketty, me gustaría concluir el post con una referencia a un clásico: Colbert, el ministro de Finanzas de Luis XIV, quien en el siglo XVII dijera que "el arte de la tributación consiste en desplumar al ganso para obtener el mayor número de plumas con el menor ruido posible". Pues bien, este bloguero cree que en el siglo XXI el arte de la tributación debería parecerse más a una cacería de elefantes en Suiza que al desplume silencioso de los gansos.