La política comercial de la UE en defensa de los derechos humanos: el caso de Uzbekistán

La política comercial de la UE en defensa de los derechos humanos: el caso de Uzbekistán

En diciembre de 2011, a iniciativa del Grupo Socialista, el Parlamento Europeo exigió y consiguió el bloqueo de la liberalización del comercio de textiles con Uzbekistán, denunciando las deplorables condiciones laborales y el uso sistemático de trabajo infantil y forzado en sus campos de algodón. El desbloqueo del comercio textil debía condicionarse a contundentes avances por parte del Gobierno uzbeko en el respeto a los derechos humanos.

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Foto del presidente del recientemente fallecido presidente de Uzbekistán Islam Karimov/REUTERS

La política comercial de la UE puede ser un instrumento importante en defensa de los derechos humanos y laborales. El caso de Uzbekistán es un buen ejemplo que merece la pena conocer, aunque no ha merecido ninguna atención mediática. La política de comunicación de las Instituciones Europeas carece de importantes lagunas y dar a conocer a la población lo que se hace en defensa de nuestros principios y valores es una de ellas.

Uzbekistán es uno de los mayores productores algodoneros del mundo, con una economía muy dependiente de su cosecha, algo posiblemente conocido. Lo que quizás no lo sea tanto es que, durante mucho tiempo, el Gobierno uzbeco lanzaba acciones mediáticas con ocasión de las campañas de algodón con aire de festividad y bajo consignas patrióticas, emplazando a la ciudadanía a ofrecer su trabajo voluntario en las cosechas. Un trabajo duro al que se han encomendado familias enteras, realizado habitualmente bajo rigurosa observación social, donde profesores estrictos vigilaban a su alumnado sin permitirles levantar cabeza, y jerárquica, con una organización y una maquinaria coercitiva casi imposible de eludir. El Gobierno consiguió vestir de celebración lo que era una violación impune de los derechos laborales más básicos.

A pesar de que la Constitución de la República de Uzbekistán recogía principios en defensa de derechos humanos y que el Gobierno había ratificado la mayoría de los Convenios Internacionales en este ámbito, incluidos los vinculados a la infancia, la realidad reflejaba que su cumplimiento era papel mojado. Entrar en los campos de algodón significaba entrar en la más deplorable realidad: encontrar a miles de adultos, niñas y niños, sanos o enfermos, recogiendo a mano el algodón, sin contraprestación salarial alguna y bajo la presión del Gobierno.

Desde el Parlamento Europeo he tenido acceso a testimonios tremendamente alarmantes, como el de una mujer que narraba cómo tenían que recoger 60 kilos de algodón por persona y, quien no lo conseguía, se veía obligado a comprar la diferencia.

La ciudadanía uzbeka debe saber que la Unión Europea no les dejará solos, y que los socialdemócratas caminaremos siempre con ellos en la senda hacia la democratización del país.

En diciembre de 2011, a iniciativa del Grupo Socialista, el Parlamento Europeo exigió y consiguió el bloqueo de la liberalización del comercio de textiles con Uzbekistán, denunciando las deplorables condiciones laborales y el uso sistemático de trabajo infantil y forzado en sus campos de algodón. El desbloqueo del comercio textil debía condicionarse a contundentes avances por parte del Gobierno uzbeko en el respeto a los derechos humanos y, muy en particular, en la protección de los derechos laborales.

Poco a poco se fueron sumando a esta iniciativa otros Gobiernos, como el de los Estados Unidos en 2013. La presión económica empezó a dar resultados: el Gobierno uzbeko aprobó en 2012 un decreto por el que se prohibía el trabajo infantil. Desde entonces, Uzbekistán ha ido entablando paulatinamente una colaboración cada vez más estrecha con la UE y diversos organismos internacionales. Se ha adherido al Programa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Trabajo Decente, ha elaborado un plan de acción para 2014-2016 y ha autorizado sin restricciones el envío de inspecciones internacionales a las cosechas de algodón.

Resulta reconfortante saber que la OIT ha dado por finalizada la explotación infantil en Uzbekistán en su informe de 2015.

Actualmente, y tras el reciente fallecimiento del autoritario presidente uzbeko Karimov, en el poder durante los últimos 25 años, resulta fundamental lanzar un mensaje de apoyo, de solidaridad y de confianza a la ciudadanía uzbeka. Especialmente en las actuales circunstancias, donde a la incertidumbre política y a las dificultades económicas del país, se unen el riesgo de expansión del extremismo islámico y diversos conflictos fronterizos.

Por todo lo expuesto, el Parlamento Europeo ha decidido apoyar una nueva Resolución para desbloquear, ahora sí, el comercio textil con Uzbekistán, que se aprobó en el último Pleno de Estrasburgo del mes de diciembre.

La Resolución, que una vez más lleva el sello de una ponente socialista, reconoce los significativos progresos conseguidos en los últimos años en este país asiático, pero insiste en la necesidad de continuar avanzando con las reformas, incluyéndose un listado de las que consideramos más urgentes. Entre ellas, un mayor desarrollo del diálogo social en materia salarial, fijar un precio más elevado del algodón que permita vivir dignamente a los campesinos y que la UE asista a Uzbekistán en la mecanización de sus cosechas, porque el país no se puede permitir ni una mano más ensangrentada.

La ciudadanía uzbeka debe saber que la Unión Europea no les dejará solos, y que los socialdemócratas caminaremos siempre con ellos en la senda hacia la democratización del país, el respeto a los derechos humanos y la construcción de una sociedad civil independiente.