"Con un golpe de suerte, podrás ser rico y tenerlo todo"

"Con un golpe de suerte, podrás ser rico y tenerlo todo"

Recuerdo una actividad con niños de cuatro o cinco años, en un contexto de juego en el que ellos se transformaban en distintos personajes: animales, objetos, personas en distintas situaciones y, entre otros, pobres y ricos. Cuando eran pobres gimoteaban, daban pena; sin embargo, cuando representaban a los ricos, daban saltos de alegría.

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Recuerdo una actividad con niños de unos cuatro o cinco años, en un contexto de juego en el que ellos se cerraban y se abrían como una cajita mágica, transformándose en distintos personajes: animales varios, objetos, personas en distintas situaciones, bebés, distintas profesiones y, entre otros, pobres y ricos.

Cuando eran pobres gimoteaban, daban pena; sin embargo, cuando representaban a los ricos daban saltos de alegría. Estas manifestaciones se pueden leer como emergentes de un imaginario colectivo para el que ser rico es el lugar de acceso a la felicidad, a ese lugar donde lo puedes tener todo.

Los chicos y chicas crecen siendo su principal motivación sacar el máximo usufructo de todas sus actividades, y les resulta muy difícil posponer la obtención de resultados, sean esperados o no. La espera parece resultarles insoportable.

Su vida transcurre en un constante "goteo": existe alguien que lo puede tener todo y además sin esfuerzo (sólo por un golpe de suerte, a través de una lotería). Esto significa vivir en la ilusión de que, aunque hoy no lo tengas todo, hay una probabilidad, una esperanza de que así sea, pues existe "al menos uno", es decir, los ricos, que sí lo tienen.

Cuando se está creciendo envuelto en el paradigma de que es posible tenerlo todo si eres rico, ¿cómo aceptar las frustraciones? ¿Cómo aceptar que nadie lo puede tener todo? Tenerlo todo es un imposible y, desde esa imposibilidad, desde ese no-todo, es desde donde se puede empezar a desear, a ir en pos de un deseo y trabajar para conseguirlo.

Muchos de los graves problemas que surgen en la edad adulta se están incubando desde la más tierna infancia por los vínculos y los discursos en que se crece. Sin embargo, dichos problemas quieren borrarse a través de medidas educativas cargadas de consignas y buenas intenciones, desde la sugestión y la seducción. ¡Como si fuera tan fácil cambiar!

Cuando se está creciendo envuelto en el paradigma de que es posible tenerlo todo si eres rico, ¿cómo aceptar las frustraciones? ¿Cómo aceptar que nadie lo puede tener todo? Tenerlo todo es un imposible.

Nos enfrentamos a cuestiones de gran calado que han necesitado, seguramente, algunos años para instalarse en cada sujeto. Y con medidas de carácter declarativo y aplicadas de forma aislada, es muy difícil que tengan verdaderos efectos. Es muy complicado que la inercia que nos empuja sea cambiada.

Es importante que los adultos e instituciones ofrezcamos la posibilidad de pasar por experiencias continuadas en las que los chicos sean tratados en una posición de sujeto, en las que la experiencia les permita dar la vuelta a vivencias anteriores, si las hubiera habido, que les hubieran llevado a sufrir semejantes síntomas.

Cuando los psicoanalistas trabajamos sobre un caso, y dedicamos bastante tiempo a cada uno, puede parecer un tanto caduco y demodé, porque no respondemos al modelo que quiere implementarse desde otros paradigmas, llamados "científicos". Pero a las verdaderas transformaciones hay que dedicarles tiempo, si no queremos que queden en meros maquillajes que, en cualquier momento, pueden caer y retornar a las posiciones y conductas anteriores.

Para ser una persona inhibida, que no es capaz de hacer un lazo social, para ser un "fracasado", incluso para ser un perverso, o sea, ser de los que utilizan a los otros según su interés, sólo y exclusivamente, y, por qué no, para ser un maltratador o una víctima, han tenido que pasar muchas cosas, en cierta medida traumáticas, que les han llevado a la posición que ocupan, y seguramente les han pasado de forma repetida a lo largo de su vida. ¿No serán estos los niños que crecieron con la idea de tenerlo o serlo "todo" y, ante la impotencia, se quedaron en "nada"?

No está de moda reinventarse, no está de moda no seguir los patrones de los paradigmas dominantes, pero pienso que sólo apartándose del mercantilismo, de que esa idea deje de ser la bandera de hombres y mujeres, podrán emerger niños y niñas que puedan pensar en que existe un mundo más allá de pobres y ricos, donde hay personas que, desde la privación de las condiciones mínimas para vivir, luchan por mantenerse en una posición digna.