Yo contra seis millones de parados

Yo contra seis millones de parados

Como cada día, después de desayunar, te dispones para otra jornada de trabajo deseando que hoy sea tu último día así. Mi trabajo consiste en vender un producto, yo mismo, en un mercado con muy poca demanda y mucha, muchísima, oferta.

Como cada día, después de desayunar, te dispones para otra jornada de trabajo deseando que hoy sea tu último día así. Puede resultar chocante, pero no lo es tanto: sólo eres uno de los 6 millones de desempleados que hay en España. Lo sé, muchos dicen que estoy en el paro, otros que ni si quiera quiero trabajar, pero yo no me identifico con esa etiqueta. Parado suena como a ser pasivo, sin nada que hacer, y este no es mi caso. Mi trabajo consiste en vender un producto, yo mismo, en un mercado con muy poca demanda y mucha, muchísima, oferta.

Día tras día enciendo la radio y sintonizo mi emisora de rock favorita. Me gusta estar informado, pero es demasiado pronto para desanimarme escuchando las noticias. Si acabo de despertarme necesito encontrar ánimo para seguir con el resto del día. Empiezo la jornada leyendo la pila de correos que desbordan la bandeja de entrada. Comienzo, siempre, con aquellos que dicen: "Respuesta a la oferta...". Los abro, esperando buenas noticias y pidiendo que, para bien o para mal, la incertidumbre sobre aquella oferta de trabajo termine. El "silencio administrativo" parece no ser cosa solo de funcionarios, sino de muchos departamentos de recursos humanos.

"Sentimos comunicarle que su CV no ha sido seleccionado por la empresa para su bolsa de empleo". "Sentimos comunicarle que no sigue en el proceso de selección para la oferta de empleo". Ese suele ser el encabezado de la mayoría de las respuestas. Siempre pienso lo mismo: "Habrá que animarse, la siguiente oferta que responda puede ser la buena". En el tiempo que llevo en el paro, ya 10 meses, he aprendido que esto es una carrera de fondo, no de velocidad. Quien la sigue la consigue y siempre hay que continuar a pesar de que, hasta ahora, todas las promesas han fracasado: estudié una ingeniería, aprendí dos idiomas (inglés y alemán), hice prácticas creyendo que eso me serviría de algo, pero tengo 26 años y... Algún día servirá, me repito.

Miro al calendario que me sirve de agenda. Todavía quedan dos meses para la próxima renovación de la cartilla de desempleado. El curso de formación, cuyas plazas se acabaron en unas horas, es la semana que viene. No hay ninguna entrevista de trabajo a la vista, como casi siempre, y la próxima feria de empleo es mañana. Eso significa que hoy tengo toda la mañana libre para buscar trabajo, así que me dispongo a aprovechar el tiempo al máximo. También sé que mucha gente, políticos incluidos, no se lo creen, pero la agenda de una persona en búsqueda de empleo no está tan descargada como puede parecer.

Continúo, pues, la búsqueda. Entro en alguno de los portales de empleo en los que estoy registrado y veo que la oferta a la que respondí hace tres meses sigue allí, en el limbo, sin que nadie se digne a descartarla del todo, alargando una especie de agonía. Tras mucho buscar, a veces encuentro una oferta de prácticas que se adapta a mi perfil en una empresa con proyección. El sueldo nunca es muy alto, pero machaconamente pienso lo mismo: Tengo unos ahorrillos que me permitirían sobrevivir y la experiencia ganada seguro que valdría la pena.

Me pongo manos a la obra: busco información sobre la empresa, escribo una carta de presentación indicando las razones que me hacen apto para el puesto, reviso el currículo... Todo ello siguiendo las indicaciones que me dieron en aquel curso sobre búsqueda activa de empleo que hice hace ya tanto tiempo... Envío mi candidatura, confiando (la esperanza es lo último que se pierde) en que sea el elegido entre los 500 inscritos que hay después de solo dos horas desde que publicaron la oferta... y sigo buscando. Pasan unos minutos, actualizo el estado de las candidaturas... y veo que he sido rechazado. En fin, otra vez será. Sigo buscando.

Normalmente, cuando uno pasa mucho tiempo buscando trabajo, acaba perdiendo la perspectiva, así que suelo hacer otras actividades, como preparar la feria de empleo de mañana. Por cierto, la entrada cuesta 12 euros. Algunos dirán que es abusar de los parados. Yo prefiero no pensarlo. Busco información sobre las empresas que participan y escribo en un post-it la información más relevante. ¿Consultoría? Destaco los idiomas e intento hablar del máster que estoy haciendo. Para una multinacional subrayo la movilidad geográfica completa, el afán de superación... Y así una tras otra. Hago ligeros ajustes en el CV según la empresa y los imprimo colocando el post.-it correspondiente en cada caso. Practico en casa lo que voy a decir, una y otra vez. Por mi experiencia sé que hay muchos candidatos, que los reclutadores no tienen mucho tiempo y que las probabilidades de acabar en la pila de currículos a 'reciclar' son elevadas. Preparo la ropa "de buscar trabajo" para mañana. Cualquier detalle es importante y no me puedo permitir un fallo.

Se acerca la noche y hago una visita rápida a mis grupos de Linkedin, una página que cuando empecé en esto no sabía ni que existía. Allí comparto toda la información relevante con otros compañeros en mi situación. Leo las actualizaciones de las empresas a las que sigo y los blogs con consejos sobre cómo buscar empleo, preparar una entrevista, el enlace a la próxima feria de empleo, una última revisión a la bandeja de entrada y lo dejo por hoy. Todas las noches intento pensar lo mismo: Puede que hoy no haya encontrado un trabajo, pero al menos he hecho todo lo que está en mi mano por conseguirlo.

Ahora sí. Me quiero despejar un poco, así que leo el periódico. Siempre lo mismo: hablan del ERE de la empresa de turno, de las pésimas previsiones macroeconómicas sobre España del último organismo internacional o de las novedades sobre el último político corrupto. El ambiente no invita al optimismo, pero no es el momento de darse por vencido. "Si no lo intento seguro que no lo consigo. Si lo intento puede que no lo consiga, pero un 0,01% de probabilidades es mayor que el 0%", me repito.

En Facebook veo las últimas actualizaciones de aquel compañero de clase que se marchó a Reino Unido y, con mucho tiempo y esfuerzo, consiguió un trabajo... O la de aquel otro que fue a hacer su proyecto fin de carrera durante un Erasmus, se quedó a hacer un doctorado y ahora está preparando una estancia en la universidad de Taiwán y la de aquel.... Y prefiero pensar que no sé en qué continente estaré el mes o la semana que viene, que de aquí a un año mi vida ha podido cambiar por completo... Y me repito que si otros han podido yo también podré, y que pasar de "en búsqueda activa de empleo" a "parado" no es una opción.

Este artículo forma parte de una serie de las ediciones internacionales del Huffington Post en la que se compartirán historias personales de jóvenes desempleados de seis países que buscan trabajo en una de las peores crisis de empleo que se recuerdan. En Europa, según datos de la OCDE, "más de un tercio de los jóvenes de Italia, Portugal y la Eslovaquia están en paro, y más de la mitad en Grecia y España". El panorama no es mucho mejor para los jóvenes estadounidenses, donde el ratio de desempleo es del 7,7%; incluso en Canadá, que ha capeado mejor la crisis económica mundial que otro países, muchos jóvenes descubren que sus diplomas no valen mucho cuando se encuentran a cientos de aspirantes por un mismo puesto de trabajo.