Hummus, hummus...

Hummus, hummus...

Alepo se muere. Siria se muere ante la pasividad de occidente. No tenemos vergüenza. No tenemos dignidad. Lo siento por ti, y por tu padre, de corazón. Siento vergüenza por quienes dicen representarnos. Déjame que te invite a este plato, que te lo dedique. Es para vosotros.

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El niño refleja dolor; dolor y agotamiento. Abatimiento. Tal vez esté herido, aunque ningún signo lo muestra. Tiene miedo, no hay duda. En la manga de su jersey el 52. B-52. Premonición. Lo lleva en brazos un hombre; seguro que es su padre. Lo lleva pegado al cuerpo, protegiéndolo, su mano bajo los pequeños muslos. Su cara evidencia miedo, miedo y angustia por encontrar refugio, por salir de allí. Corre entre escombros. Corre con el niño en brazos por el recuerdo de una calle: montañas de ruina, abundancia de nada.

Todo parece desvanecerse; como el humo arrastrado por el viento. El humo de la esperanza de una ayuda, el humo del fin de un dolor, el humo de una mano tendida.

Es un momento robado a la realidad en la foto de la portada de El País del 22/1/14. Es Alepo, Siria, la ciudad milenaria, la ciudad bombardeada, la ciudad destruida, la ciudad desangrada.

Una foto más, una de tantas. Un niño más. Otro. Como aquel pequeño palestino muerto a tiros en un fuego cruzado ante las cámaras y la desesperación de su padre. Otro padre más que hará lo que esté en sus manos para ponerlo a salvo.

Alepo se muere. Siria se muere ante la pasividad de occidente. No tenemos vergüenza. No tenemos dignidad. Todo es humo, como la realidad que la imagen nos muestra ¿Qué habrá sido de ellos? Dentro de un instante ni los recordaremos.

Casi a la misma hora, quienes tienen el poder sobre el destino del niño están reunidos. En un paradisíaco pueblecito suizo, Davos, tiene lugar la tradicional cumbre donde se debate sobre el futuro económico del mundo. Son miembros de corporaciones empresariales, de potentes grupos financieros y líderes políticos, en el fondo y en las formas auténticos delincuentes que escenifican con optimismo la posible salida de la crisis, y escuchan música y ríen mientras comen y beben. Fuera de las cámaras, en los salones más recónditos, se repartirán el mundo. Y estos delincuentes, poderosos e intocables, condicionarán el destino de ese niño y su padre y el de todos nosotros.

Humo arrastrado por el viento. Humo de optimismo, humo de recuperación. ¿Recuperación de quién, de quienes negocian en los salones más recónditos la parte que a cada uno corresponde? No se recupera el que siempre lo ha tenido todo, tan solo aumenta su fortuna y la consolida.

No lejos de allí, a los pies de los Alpes y a orillas del lago Lemán, en otro pueblo de postal, Montreux, se lleva a cabo otro encuentro crucial para su destino. Una conferencia que busca una salida a la guerra en Siria en la que no se han escatimado esfuerzos diplomáticos. Todos quieren estar allí. Todos los que se consideran grandes. Todos quieren salir en la foto: el secretario general de Naciones Unidas, los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia y EEUU y hasta 39 delegaciones de otros países. Nadie quiere faltar. Todos quieren ponerse al lado de los verdaderos protagonistas, los opositores al régimen Sirio y los representantes del régimen del dictador y criminal Bachar al Asad. Nadie se moverá. Nadie hará nada. Posiciones encontradas, como en todos los conflictos y un mundo que mira hacia otro lado y tan solo gesticula para acallar la mala conciencia de sus ciudadanos. Porque no interesa.

No existen tronos eléctricos que congele la sonrisa a los tiranos, ni ejércitos occidentales que luchen por causas justas, ni contra la injusticia. Nada personal. Tan solo intereses, económicos o geoestratégicos, qué más da, intereses.

Todo es humo. Humo de desvergüenza, humo de indignidad. Pero no importa, el viento lo desvanecerá al cabo, como siempre, y mañana nadie se acordará.

¿Qué hemos hecho para merecer esta gente que nos gobierna? ¿Qué hemos hecho para que la perversidad nos represente? O mejor dicho, qué no hemos hecho.

Lo siento por ti, y por tu padre, de corazón. Siento vergüenza por quienes dicen representarnos. Espero que hayáis encontrado un lugar seguro y que apretados los dos, el uno contra el otro, teniéndoos como uno, hayáis recuperado el aliento y la esperanza por un día más, por todas las mañanas del mundo.

Déjame que te invite a este plato, que te lo dedique. Es para vosotros. Deja que nos sentemos a tu lado, que comamos juntos. Y por favor, no me reproches nada. Nosotros no somos ellos, te lo aseguro. Nunca nos sentaríamos en Davos, ni en Montreux sin una bolsa donde vomitar después.

Este plato lo conoces. Es de tu ciudad, Alepo. Un hummus con todo el color que ahora le falta a ella, tan bonita, tan antigua, tan dolida: Muhammara. Ojala le dé color a tus mejillas.

Seguramente no es como el de tu madre, lo hago a mi manera, pero está bueno. Espero que te guste y que no me lo tengas en cuenta.

Permite, pues, que me siente, y perdóname por cuanto me toca.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 250gr aproximadamente de pimientos asados (hechos por ti o comprados)
  • 100gr de nueces
  • 75gr aproximadamente de garbanzos cocidos (si utilizas de bote, de uno pequeño, menos de la mitad escurridos y lavados)
  • 2 cucharadas soperas de pan rallado
  • 1 cucharada de tahini (pasta de sésamo. En herboristerías y supermercados)
  • El zumo de ½ limón
  • 1 cucharadita de azúcar
  • ½ cucharadita de comino
  • ½ cucharadita de pimentón de la Vera dulce o picante
  • 3 dientes de ajo
  • Sal
  • 100cl de aceite aproximadamente
  • Pan de pita

ELABORACIÓN

  1. Asa los pimientos. Una vez hechos y fríos, pélalos y quítales las semillas y los hilillos internos. Puedes utilizar también ya hechos, del piquillo, incluso. Está mejor si los asas tú, pero el resultado tampoco desmerece lo más mínimo.
  2. Asa en la sartén durante 2'-3' las nueces para que cojan un agradable saborcillo a tostado.
  3. Pela y corta dos dientes de ajo en trocitos pequeños.
  4. Introduce en el vaso batidor la carne de los pimientos, las nueces, los ajos, la cucharada de tahini, el pan rallado, los garbanzos, el zumo colado de medio limón, las especias, sal al gusto y la mitad más o menos del aceite y bátelo todo. Si crees que queda algo espeso ve añadiendo aceite hasta que adquiera la textura deseada. Ya tienes tu Muhammara o hummus de pimiento.
  5. Para acompañar, corta el pan de pita en triángulos. Pela el ajo restante y restriégalo en algunos de los triangulitos; en otros, espolvorea pimentón o la especie que te guste. Ponles un poco de sal y aceite y mételos al horno para que se doren un poquito.
  6. Emplatado: servir en bandeja o cuenco acompañado de los triángulos de pita.
  7. Umm, Tan sencillo como increíblemente bueno. No pararás hasta ver el final.

NOTA

En realidad esta receta no lleva garbanzos, ya he avisado, es mi Muhammara, digamos que Muhammara indignada. Puedes prescindir de ellos perfectamente, aunque a mí realmente me gusta el toque que le da. Lo que sí lleva es zumo de granada. Lo puedes encontrar en la sección internacional del supermercado o en tiendas especializadas. En mi caso lo sustituyo con el zumo del limón y el azúcar aunque realmente no se hace así.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración:The Sacrifice, M. Nyman

Para la degustación: Tous les matins du monde, Jordi Savall

VINO RECOMENDADO

Jabalí Merlot12, DO Cariñena.

DÓNDE COMER

Donde te encuentres, junto a ti y a tu padre, relajados y riendo ajenos al mundo. No hay mejor mantel ni mesa mejor preparada que la compañía verdadera.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Estirar la sobremesa y contar historias, muchas historias de un tiempo de bazares y amores prohibidos por los callejones de una de las ciudades más antiguas del mundo.