Los jueves, milagro

Los jueves, milagro

EFE

Este jueves se cumple el segundo plazo de sainete con que Rajoy espera el milagro de que Puigdemont por fin declare que "donde dije digo, digo Diego". Sin embargo, todo parece indicar que Puigdemont seguirá atribuyéndonos, al resto de los españoles, la especial cualidad metafísica y berlanguiana de creer en "muchachas-medio-preñaditas".

Esto de la segunda oportunidad de Rajoy puede que, además de su aroma bíblico, tenga todo el respaldo jurídico y hasta diferido que ellos quieran, pero más grande aún es su parecido con la situación de aquella madre que, desesperada, le echa un último pulso a su chiquillo encaramado en la estantería más alta de las botellas de vinos del supermercado: si no baja a la de tres, le advierte que le aplicará un buen correctivo: "A la una. A las dos. Y a las...a las dos y media... A las dos y tres cuartos...".

A Rajoy le gustaría que Puigdemont, desdiciéndose, le permitiera seguir siendo el Oblóvom de la política española —sin su simpatía, eso nunca, pero con toda la indolencia con que lo retrató el genio de Goncharov—. Pero Puigdemont, para no ser menos literario que Rajoy y tampoco tener que comprobar si sabe contar hasta el 155, le contesta como Bartleby, el escribiente: "preferiría no hacerlo".

La clave para entender la triste gracia de esta farsa es no olvidar nunca que Puigdemont, en efecto, sí que declaró la independencia y Rajoy lo sabe perfectamente. Todo aquello de que luego la "suspendió", que sí, que no, que era de noche y sin embargo llovía, todo eso no es más que un sorprendente artificio carambolesco al que ambos se han aferrado al precio de fingir creerse mutuamente. Puigdemont y Rajoy aquí han demostrado ser grandes lectores del Lazarillo de Tormes:

—Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres.

—No comí —dije yo— mas ¿por qué sospecháis eso?

Respondió el sagacísimo ciego: ¿Sabes en que veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas.

Ninguna cosa perturba tanto a un nacionalista catalán que señalarle la verdad más evidente y contraria a su credo: tanto en lo bueno como en lo malo, los catalanes no sólo no somos distintos, sino que, en los aspectos de verdad importantes, en todo somos iguales a cualquier otro español de España. Díganme, si no, ¿en dónde hubiera podido encontrar Berlanga un elenco más perfectamente propio para sus sainetes que el del ramillete que componen Puigdemont, Junqueras, el mayor Trapero, Artur Mas y Ada Colau?

Este jueves, salvo milagro, se va a acabar esta larguísima escena de sainete. Ni Puigdemont va a poder seguir fingiendo que no entiende, ni Rajoy que no oye ni ve.

Es que ni mandados a hacer. Cada uno de ellos parece el personaje definitivo del genial Berlanga. Ese Artur Mas que, ante los cinco millones de fianza que le impusieron por el 9N, se marca ante las cámaras todo un "Lola Flores", pidiendo dinero bajo el argumento colegial de que no es justo que, si más de dos millones de personas participaron, sólo él tenga que pagar por todos. Ese Junqueras que ya nos tiene acostumbrados a sus lloros públicos, y que, siendo conseller de Economía, ante la gravísima noticia de que el Banco Sabadell y CaixaBank se iban de Cataluña quiso restarle toda importancia haciendo ver que, yéndose para Alicante y Palma de Mallorca, en realidad no se iban pues seguirían estando dentro de los "Países Catalanes". Ese mayor Trapero, todo él en su mismidad berlanguiana, siempre cabreado y taurinamente retador: "Bueno, pues molt bé, pues adiós". Esa alcaldesa Ada Colau que, ante los 700 alcaldes citados judicialmente por defender el referéndum ilegal del 1 de octubre, les manifiesta su "apoyo y solidaridad" y se manda por bulerías, cuando ella misma no se atrevió a comprometerse con el mismo referéndum y por eso a ella, a diferencia de ellos, la Fiscalía no la citó.

Pero no hay fecha que no se cumpla ni plazo que no se venza. Este jueves, salvo milagro, se va a acabar esta larguísima escena de sainete. Ni Puigdemont va a poder seguir fingiendo que no entiende, ni Rajoy que no oye ni ve. Este jueves se les viene abajo su "Retablo de las maravillas".

No creo que Puigdemont ahora salga con que en realidad dijo "Diego", y a Rajoy entonces no le va a quedar más remedio que levantarse del diván y, a su ya proverbial "un vaso es un vaso y un plato es un plato", agregarle "un golpe de Estado es un golpe de Estado".

De toda la maravillosa filmografía de Berlanga, por ahora los títulos suyos más celebrados suelen ser la trilogía que inicia "La escopeta nacional", "Bienvenido, Mr. Marshall", "El Verdugo", "Plácido" o "Los jueves, milagro". Sin embargo, la posteridad es caprichosa y quizás el día de mañana lo sea su penúltima obra: "Todos a la cárcel".

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