El extraño caso de las pantallas en el aeropuerto de Ciudad de México

El extraño caso de las pantallas en el aeropuerto de Ciudad de México

En México, la gente calla, murmulla, señala con el dedo y vuelve a las pantallas del aeropuerto donde les dicen que su vuelo, retrasado más de una hora, ha llegado a tiempo. No hay nada que el lenguaje no pueda arreglar sobre la realidad. Ponemos "A tiempo" en todos los aviones retrasados y las esperas son menos esperas, deben pensar los gestores.

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El aeropuerto de Ciudad de México podría ser una metáfora en la que "vertir" como un desahogo inútil los males que afectan al país. La foto que ven arriba es la del trayecto en escorzo del último vuelo que he realizado. Venía de Guatemala, 8 de enero. El avión salió con casi una hora de retraso por problemas de tráfico aéreo en Ciudad de México, dijo como siempre, tomen este siempre como siempre, una voz de la compañía Interjet en el aeropuerto guatemalteco de la Aurora.

Luego llegó el vuelo en el que el avión hizo un doble looping, perdiendo tiempo en el aire porque no tenía pista. Uno viaja a la capital como si fuera en bus turístico en el que ves el centro del país desde el aire. Al menos esta vez pasó dos veces por Puebla y casi llegó a la sierra de Hidalgo en sus vueltas en el cielo a la espera de que le dijeran que podía descender. La foto de los dos volcanes atardeciendo, uno se entretiene tomando instantáneas de poca calidad con el móvil, la compañía tuvo la decencia de no cobrármela aparte como extra. Pongan otros casi 20 minutos de pérdida.

Luego en pista, la nave esperó a tener paso y como carecía de finger (pasarela) acabó parando en una zona alejada de los hangares. Otros 20 minutos perdidos.

Cruzamos una puerta estrecha de servicio que llevaba a la zona de control de pasaportes y la fila de gente se salía de la extensa sala hasta los pasillos.

Tras el stop, no estaba ni la escalera ni el autobús de pasajeros que debía llevarnos a la terminal, sumando otros 15 minutos más de pie dentro del avión y luego otros 10 en el autobús porque tampoco dejaban bajarnos al llegar. Algo que entendimos cuando cruzamos una puerta estrecha de servicio que llevaba a la zona de control de pasaportes y la fila de gente se salía de la extensa sala hasta los pasillos. En total, pese a que el aterrizaje estaba previsto a las 18 horas, salimos del aeropuerto pasadas largas las 20 horas.

En los últimos seis meses he viajado en avión dentro de México a Campeche, Mérida, Huatulco, Chihuahua y Tijuana; y fuera de México a La Habana, Managua, Salvador y Utah, más el comentado vuelo de Guatemala. Ninguno de los vuelos, ninguno, llegó en hora, ni a la ida ni a la vuelta. Los retrasos suelen ser fijos de 45 minutos y en algunos casos de dos horas y media. A la vuelta de Campeche, de reloj, llegamos a estar 20 minutos parados con el avión fuera de pista porque no había espacio para él en tierra. Hace poco invité a cenar a un amigo que tenía previsto llegar a las 19 horas de Oaxaca y no tomó ni el postre porque aterrizó a las 23 horas.

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"El aeropuerto capitalino presenta congestión aérea todos los días ocasionando molestia en pasajeros, quienes piensan que nosotros somos culpables. Cuando despegamos de otro aeropuerto, en todos los casos nos avisan que en la Ciudad de México hay saturación. Tenemos que esperar en promedio una hora para despegar, más lo que se acumula cuando damos vueltas en el aire en espera de aterrizar ", explicaba el sindicato de pilotos recientemente en un artículo que publicó el periódico La Jornada sobre el estrés de tripulaciones y pilotos por la situación de caos general. En estas pasadas navidades ha habido retrasos de hasta 6 horas.

Lo curioso, en esa forma mexicana de algunas autoridades de tapar los problemas, es que los usuarios podemos ver que pese a que un vuelo lleva ya 90 minutos de retraso, en la pantalla de salidas y llegadas sale perenne, como un mazo, el mensaje "A tiempo". La frase "retrasado" sale con menos frecuencia en la pantalla que los aviones que son capaces de salir en hora. Hace poco esperaba a alguien que llegaba de Ámsterdam y, tras casi hora y media de retraso, en las pantallas seguía saliendo imperturbable el mensaje de "A tiempo" que intentaba explicarme que mi espera no era tal espera.

No hay nada en México que el lenguaje no pueda arreglar sobre la realidad. La palabra "no" es un tabú en el país.

No hay nada en México que el lenguaje no pueda arreglar sobre la realidad. La palabra "no" es un tabú en el país y reconocer abiertamente un error casi un gesto de mala educación que las autoridades no se permiten. Ponemos "A tiempo" en todos los aviones retrasados y las esperas son menos esperas, es lo que deben pensar los gestores del aeropuerto. Apliquen lo mismo a la Justicia, subida de gasolina, corrupción, crimen, pobreza, educación... El lenguaje maquilla y el pueblo, que va acumulando hartazgo de sus políticos, entra en un letargo en el que ya se consigue el sumun soñado de cualquier inútil o golfo en la administración: la victoria por desidia del oponente, que en este caso somos todos.

Mientras, a la espera (palabra maldita en este post) de que se inaugure la nueva terminal aeroportuaria a mediados de 2020, y que ha ganado un grupo liderado por el millonario Carlos Slim, el colapsado aeropuerto capitalino debía haber parado sus vuelos de carga y privados, descargado parte de su tráfico en los millonarios y poco usados cercanos aeropuertos de Toluca y Puebla y evitado que haya nuevos vuelos especialmente en las horas puntas.

Pero nada de eso ha ocurrido. "Por decreto presidencial, la aviación privada y de carga, que representan entre 12 y 14 por ciento del total de las operaciones, tenía que irse a estas terminales aéreas alternas (Puebla y Toluca), pero en el transcurso de los años por diversas disposiciones oficiales se ha permitido que las aeronaves aterricen de nuevo en la Ciudad de México", explicaba en La Jornada el analista aeroportuario Fernando Gómez Suárez.

La política tiene el don de hacer ecuaciones con los verbos porque la literatura siempre fue más indulgente que las matemáticas.

Además, los vuelos internacionales siguen llegando, hay constantes nuevas incorporaciones que se anuncian a bombo y platillo por las aerolíneas desde distintos lugares del globo incluso aterrizando en las llamadas horas pico, como puede ser entre las 17 y 20 horas donde la llegada de los grandes vuelos transoceánicos confluye con la larga lista de vuelos nacionales.

¿Dónde está el debate sereno de la realidad? No el vandalismo ni la protesta en el que se usa lo ilegal para protestar contra ilegalidades. Faltan preguntas, espíritu crítico, sociedad entendiendo su papel, exigiendo gestión o al menos, verdad.

Pero la gente calla, murmulla, señala con el dedo y vuelve a colocarse delante de una pantalla que le dice que su vuelo retrasado más de una hora ha llegado a tiempo. No se trata de saquear un día el aeropuerto, ni si quiera de denostar las muy buenas compañías aéreas del país, ni de buscar alivio comparándose con aeropuertos peores (el alemán Frankfurt ha sido señalado como el aeropuerto con más retrasos del mundo). Se trata de decir y aceptar la verdad como principio básico de una administración. La realidad se maquilla y el pueblo, esa extraña masa que paga por recibir servicios de la empresa de la que es accionista y a la que en ocasiones engaña (el estado), cae en la trampa que producen las palabras que niegan los números con un precisión milimétrica. La política tiene el don de hacer ecuaciones con los verbos porque la literatura siempre fue más indulgente que las matemáticas.