Al Real Madrid le va la marcha

Al Real Madrid le va la marcha

EFE/MIGUEL ÁNGEL POLO

Mientras los equipos de un potencial similar como el Bayern o el PSG dejan constancia de su superioridad cada fin de semana en sus respectivas ligas, el Real Madrid apela a la heroica cada domingo para demostrar su grandeza. No le gusta pasar el rodillo, porque arrollar al rival con el plantel que tiene sería demasiado fácil. Prefiere recurrir a la épica, remontar a través del orgullo y su historia; buscar la gloria por el camino más escarpado, remontando en los últimos segundos, pasándolo mal. Lo que les motiva a seguir y nunca decaer es la posibilidad de hacer una gesta tras otra.

Y aunque potencialmente se le supone capacidad para ganar con cierta comodidad, al Madrid le va el rock&roll. Va en su ADN, como en el del Barça va "implícito" jugar bien (en principio, aunque en los últimos meses se haya olvidado de practicarlo). Al Madrid parece que le seduce remontar, venir desde atrás en el marcador y luchar hasta la extenuación. El ejemplo más claro lo tenemos en el partido que se vio en el Estadio de La Cerámica, en Villarreal, el pasado domingo. Es de los pocos equipos a los que, yendo 2-0, jamás se le puede dar por vencido. El equipo blanco tiene siete vidas, no se le puede enterrar hasta que el colegiado decreta el final de la contienda. Es más, un 2-0 no significa nada si enfrente tienes a los de Chamartín, que asustan no solo por su heráldica y sus infinitos títulos, sino porque los rivales están acostumbrados a testimoniar estas clásicas machadas.

Dejar los deberes para última hora es lo que le pone al Madrid. Dominar de principio a fin no tiene ninguna gracia si por el camino se puede lograr una hazaña.

Pocos equipos tienen la capacidad de convertir un choque insulso, sin enjundia, en una proeza. Y no hablo precisamente del duelo ante el Villarreal -un rival de postín-, sino de cualquier otro encuentro rutinario donde el conjunto blanco deja pasar la oportunidad de sellar una victoria renunciando a unas prestaciones inmejorables, recurriendo a goles postreros de Sergio Ramos -casi siempre- o de Morata, Bale... Porque hasta los rivales han reconocido que se asustan cuando ven que Isco y el suplente de Benzema calientan y se disponen a entrar al terreno de juego. Llega el acoso y la victoria de mérito queda en entredicho por la entrada de los reservas madridistas.

El Real Madrid -da casi igual contra quien juegue- siempre enseña el caramelo y parece regalarlo para acabar quitándoselo al rival de manera brusca, en los últimos compases del enfrentamiento, cuando el contrario ya está entonando la victoria. Una tendencia cada vez más usual. Da igual que el equipo juegue bien o mal, el peligro siempre está latente. Quizás sea el mayor mérito de Zinedine Zidane, dejar la ópera para otros y aferrarse al glorioso rock&roll que jamás deja indiferente a su hinchada.