El orgulloso Manchester United resiste el acoso del Bayern

El orgulloso Manchester United resiste el acoso del Bayern

Todos esperaban a un Bayern totalitario, mandón -como el coronel que se ensaña en la mili con el soldado raso- y que no dejara al United siquiera desperezarse. Pero los locales sacaron su orgullo de campeón para aguantar las embestidas alemanas.

Hay estadios y adversarios donde la historia desempeña un papel trascendental en el devenir de los encuentros. Uno de estos santuarios es Old Trafford. Suena a tópico eso de que algunos campos impresionan y hay cierto miedo escénico en el rival que los visita, pero lo cierto es que la guarida de los diablos rojos tiene un encanto especial y ejerce una función decisiva para el conjunto de casa. Así se explica el empate que le arañó el United a la locomotora alemana.

Todos esperaban a un Bayern totalitario, mandón -como el coronel que se ensaña en la mili con el soldado raso- y que no dejara al United siquiera desperezarse. Pero los locales sacaron su orgullo de campeón para aguantar las embestidas alemanas. El conjunto de Moyes se maneja mejor desde el papel de underdog, como les gusta decir aquí en Inglaterra; algo así como el equipo desvalido, o que no parte con la vitola de favorito. Así, jugando el papel de Goliat, logró contener a un rival que ha celebrado este año la Bundesliga con más antelación que nadie en la historia y es el principal candidato a levantar esta Champions.

El Bayern manejó los tiempos, el ritmo, el juego; no era un dominio estéril, esperaba que apareciera el hueco por donde colarse hasta llegar al gol. Una grieta que casi encuentra Robben mediada la primera parte. El holandés buscó la diagonal partiendo desde el carril derecho y De Gea se estiró para mandar a córner el cuero. Welbeck replicaba con un tímido disparo que atrapaba Neuer sin problemas. Con poquito se animaba un Old Trafford festivo, sabedor de que la Champions les podía dar una alegría en una temporada aciaga.

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El United y el Bayern dirimieron un duelo en la cumbre anoche en Old Trafford. Foto: J.M.

Los de Moyes se sentían más cómodos en el carrusel de imprecisiones en el que se convirtió el partido llegando al tramo final de la primera parte. En esa ruleta rusa, Boateng se tropezó al despejar un balón y dejó solo a Welbeck, quien intentó picar el balón pero Neuer le adivinó la intención. Jugaba el Bayern y contragolpeaban los red devils. Partido trampa para el equipo de Guardiola. Por muy mal que esté el United, siempre es un rival duro (y más en unos cuartos de Champions). Se llegaba al asueto con la sensación de que el partido estaba en un puño, para nada decantado para los de Baviera.

A los pocos minutos de la reanudación, un córner botado por Rooney lo cabeceó a las mallas libre de marca un imperial Vidic. Jugada muchas veces vista en Old Trafford y no por ello menos explotada. Si bien, poco le duró la alegría al Manchester. Robben encaró a su par, Rafinha le dobló, centró y Mandzukic -quien acababa de suplir a un voluntarioso Muller- la dejó de cabeza para que Schweinsteiger llegando desde atrás pusiera el balón en la escuadra al primer toque. Jugada de tiralíneas de un Bayern que a ratos hizo que jugar bien pareciera fácil. Esa discontinuidad, precisamente, fue lo que evitó que se llevara la victoria. Entró Gotze por Kroos y las llegadas se sucedieron cada vez con más frecuencia. Robben tuvo el 1-2 que se marchó por centímetros.

El holandés y Ribery se buscaban como esos íntimos amigos que juegan juntos en el recreo del patio del colegio, solo que esta vez el escenario era de una liturgia extrema. Haciendo travesuras y buscando las cosquillas a la veterana zaga mancuniana, el gol se masticaba. Solo hacía falta que alguien pusiera el lazo. Pero el United resistió. Incluso logró que Schweinsteiger fuera expulsado por doble amarilla y que Javi Martínez se pierda la vuelta por acumulación de tarjetas. Un pequeño triunfo que se coció en las trincheras, donde mejor se desenvolvió el United a lo largo del duelo.