¿Trump como oportuna cabeza de turco?

¿Trump como oportuna cabeza de turco?

EFE

Donald Trump, ese esperpento, se ha convertido en la cabeza de turco donde aliviar nuestras contradicciones, nuestra mala conciencia, Pero la cuestión no es solamente constatar el evidente rechazo, y asco moral que nos producen sus llamémoslas, siendo generosos, «reflexiones políticas» por no hablar de sus actos. Trump, el trumpismo, el populismo, no es la consecuencia de la ventolera de unos millones de norteamericanos. Hay causas y raíces profundas.

Causas y raíces de las que son --somos-- responsables quienes hemos permitido, por acción y por omisión, que se produzca el gravísimo deslizamiento de la sociedad contemporánea que de posiciones democráticas --con todos los matices que ello significa-- ha pasado directamente a un parafascismo, paratotalitarismo que nos remite sociológicamente a la Europa de los años 30.

No quiero entrar en un reduccionismo tan fácil como falaz de presentar al norteamericano Trump, a la francesa Le Pen, al holandés Wilders, al húngaro Orbán, al polaco Kaczynski, como nuevos epítomes de Adolfo Hitler o Benito Mussolini. Estamos hablando no de una involución totalitaria, excluyente de la institución democrática, sino de la perversión de la propia democracia, cuyas instituciones son ocupadas, con votos que no con porras, por personajes replicantes de los dictadores totalitarios... como consecuencia de sociedades actuales que presentan patologías semejantes a las de ayer.

Hacia un totalitarismo democrático

Aquel totalitarismo no solo fue una realidad espontánea sino la consecuencia de unas masas hambrientas de liderazgos redentores frente al vértigo de una crisis económica --la Gran Depresión de 1929, las sanciones a Alemania del infame "Tratado de Versalles". ¿No suena todo esto demasiado cercano, familiar, a nuestro día a día?

La II Guerra Mundial fue un cataclismo bélico y moral que destrozó Europa. Y también una llamada de atención a la sociedad europea que mostró la necesidad de paliar el capitalismo egoísta y extractivo y acumulador mediante un consenso social basado en el maridaje entre el liberalismo primario y el socialismo utópico. La derecha y la izquierda sobrepasando su suicida confrontación que concluyó en el estalinismo o el fascismo y el hitlerismo.

Y de este modo la socialdemocracia, los sindicatos de clase y los intereses financieros e industriales, las clases sociales devenidas en clases medias, la sociedad en su conjunto, iniciaron una etapa donde se entendió como esencial la participación total de la sociedad en lo común, con todas sus imperfecciones, dándose lugar a una larga etapa de bienestar, donde los servicios esenciales de salud, educación, de protección quedaron garantizados. Y la paz social como norte, base y lógica la acción de Gobierno.

Aquel era un mundo donde el futuro siempre era mejor que el pasado. Donde parecía indiscutible que los hijos vivirían mejor que sus padres...y que se pensó que sería para siempre.

Cada generación se benefició de un progreso en bienestar, en riqueza, en justicia social.

Fue la sociedad de donde surgieron los valores básicos que ahora reclamamos de unidad, solidaridad e igualdad. De la que se expulsó el demonio del nacionalismo identitario que había provocado una permanente guerra civil en Europa desde el derrumbe del Imperio Romano.

¡Nunca más el fratricidio europeo! ¡Nunca más el espectro de la intolerancia, de la exclusión, de la negación del otro! ...o así se creyó.

El culpable no es Trump, sino los demócratas inanes

No es irrelevante sino definitorio que los votantes de Trump sean los obreros sin trabajo del rust belt, expulsados de las grandes empresas cerradas. O que los seguidores de Marine Le Pen sean... los socialistas y comunistas de ayer. Condenarlos desde el confort del empleo asegurado y la seguridad establecida es tan fácil como hipócrita e inútil.

Trump no es el pim, pam, pum, sobre el que podemos lanzar nuestra justísima indignación, quedándonos tranquilos con la satisfacción del deber cumplido.

Recordemos que Trump tenía enfrente todos los diarios y la mayoría de las cadenas de televisión y radio. Incluso los propios líderes republicanos que públicamente renegaron de él e incluso afirmaron --lo nunca visto-- que no le votarían. El establishment que apoyó masivamente a esa estafa moral que era Hillary Clinton.

Los populistas europeos y el americano tienen tras de sí no solo millones de apoyos, sino la realidad socioeconómica de una sociedad insegura, que precisa de un líder que les conduzca a una tierra prometida... que no existe.

A Trump le votó una sociedad atemorizada ante el vértigo que le producía el abismo de su futuro. Como la nuestra europea que sigue a populistas como los roedores al flautista de Hamelín... hacia el precipicio.

Por ello, que actores de cine, afamados escritores, brillantes intelectuales, doctos políticos abjuren de él no significa otra cosa que la reafirmación del foso, de la trinchera que se da entre la seguridad y el temor. Entre los incluidos o incluibles y los excluidos o excluibles.

Y boicotear los hoteles de Trump o la línea de moda de su hija Ivanka es tan fácil como golpear las olas del mar. Porque Trump ha triunfado contra el sistema entero: contra sus adversarios y también contra los suyos.

Se quiera o no, los populistas europeos y el americano tienen detrás de sí no solo millones, decenas de millones de apoyos, sino la realidad socioeconómica de una sociedad insegura, que precisa de un líder, de un mesías que les conduzca a una tierra prometida... que no existe.

Las peligrosas ocurrencias de Trump

Es aterrador que un presidente de Estados Unidos proponga obscenamente la comisión de delitos horrendos: el asesinato de las familias de los terroristas, o la tortura.

Que se reafirme en la creación de un muro físico y económico con México. Que enarbole la bandera de la xenofobia contra los musulmanes. Que anuncie una confrontación estratégica y económica con China. Que presente como embajador ante la Unión Europea a un antieuropeísta vocinglero. Que se proclame amigo y próximo al autócrata Putin...

Todas estas medidas no solo son erróneas sino disparatadas.

Porque la tortura no solamente es un crimen abyecto sino inútil ya que el torturado no solo confesará sus secretos sino que expondrá a su torturador todo lo que él desee para cesar en un padecimiento. Así será imposible discernir lo cierto de lo incierto. Los más duros críticos de semejante barbarie no solo son los expertos del FBI y de la CIA sino el propio senador McCain, torturado en Vietnam del Norte.

En España, en toda Europa, Trump estaría sometido por sus manifestaciones a un procedimiento judicial como delincuente. No es cuestión de política, es la consecuencia de la incitación a cometer crímenes execrables... ¡de todo un presidente norteamericano! En nuestro código Penal esa conducta está tipificada como provocación o inducción al delito (arts. 18 y 28). Repugnante.

La confrontación social y económica con México, la creación de un impuesto sobre los productos de origen charro, significará el cierre de empresas norteamericanas allí radicadas que dejará a millones de trabajadores mexicanos en la calle, esto es, en la miseria. Ya no es una cuestión de respeto al Tratado de Libre Comercio firmado con México, sino de elemental sentido común porque Estados Unidos no puede permitirse el lujo de tener como frontera un México desestabilizado socialmente por el paro masivo tras ser víctima de criminalización patológica, social, por los potentísimos cárteles. Pero para Trump este análisis es excesivo. Le sobrepasa.

El cierre de las fronteras a los musulmanes no solo es un eructo intelectual, incluso estético --recordemos el caso del niño de 5 años esposado en el aeropuerto de Dallas por "riesgo a la seguridad nacional" --, sino también una profunda estupidez, un regalo para los terroristas islámicos al presentar al Islam en su conjunto como ideología criminal. Ello sin contar con que ni uno solo de los países cuyos nacionales participaron en la barbarie del 11 de Septiembre se encuentra en la lista de prohibiciones establecidas por la Administración Trump (ni Emiratos Árabes, ni Egipto, ni Jordania, ni Arabia Saudí...).

Y enfrentarse a China económica y militarmente es un disparate de magnitud colosal.

Afirmar que se negaría el acceso a la marina china al archipiélago de arrecifes de las las Spratly es para el más lerdo casus belli. Y dar portazo al Tratado Transpacífico (TTP) es abrirlo para China que se encuentra con el inestimable regalo del fin de esa alianza comercial que precisamente se creó para frenar el expansionismo económico chino.... Recordemos que el TTP era coloquialmente definido como el Trabajo ABC, All But China, "Todos Menos China". Y el presidente Trump debería recordar --o conocer-- que si la economía norteamericana camina es gracias a las masivas compras que realiza China de bonos del Tesoro norteamericano reinvirtiendo así en Estados Unidos sus excedentes de balanza de pagos... con los propios Estados Unidos.

Tenemos que considerar que estamos ante el gran reto del populismo, del nacionalismo emergente consecuencia de la destrucción de las clases medias.

Si China cesa en sus inversiones en USA o inicia un proceso de venta de bonos... que se vaya preparando la administración Trump.

También pronosticar que el euro durará unos tres quinquenios y ufanarse del Bréxit y de futuras salidas de miembros de la Unión Europea, esto es, impulsar el fin de la Unión Europea, es declarar la guerra --políticamente-- a ese principal aliado que es Europa. Y presentar como embajador a un declarado enemigo de la Unión Europea es una provocación intolerable que ha llevado al Parlamento Europeo a la inédita posición de reclamar su repudio a la Comisión.

Hasta el presidente del Consejo Europeo Donald Tusk ha declarado que los principales riesgos para la Unión Europea lo constituirían Rusia, el terrorismo islamista, el populismo... ¡y el presidente Trump!

Trump ha realizado frívolas aperturas hacia Putin. Soy partidario de una reconducción de nuestras relaciones con Rusia. Un vecino al que no se puede ignorar y con el que no podemos vivir en la permanente confrontación. Precisamos del más realismo y menos teorías, por justas que estas sean.

Porque ni los más optimistas adversarios de Putin, imaginan que Crimea vuelva alguna vez a Ucrania. Como tampoco los más fieles propalestinos pretenden que las fronteras entre Israel y Palestina sean las internacionalmente establecidas por Naciones Unidas en 1947 sino las creadas por la victoria-conquista Israelí de 1967 --incluso con rectificaciones favorables a Tel Aviv.

Esto es trabajar desde los hechos... Desde lo posible pero sin pasar por alto la intervención rusa en las elecciones norteamericanas ni la escalada de confrontación rusa respecto a sus vecinos europeos. Nosotros.

Si en menos de tres semanas y a golpe de tuits y decretos presidenciales Trump se ha propuesto poner patas arriba el orden mundial, es difícil establecer cuál será el futuro.

Tenemos que considerar que estamos ante el gran reto del populismo, del nacionalismo emergente consecuencia de la destrucción de las clases medias, del crecimiento de la sociedad de exclusión. El líder, la patria mítica como paraíso salvador.

Ante estas amenazas, la posición Europea debe ser sólida y radical: no a la xenofobia, no al separatismo, no al nacionalismo identitario, no a la discriminación, no a la confrontación, no a la violación de los derechos humanos.

Los valores sobre los que basamos nuestra propia existencia desde la catástrofe 1939-1945.