El problema de Melania no son sus zapatos

El problema de Melania no son sus zapatos

Su silencio, y no sus tacones, es lo que debería preocuparnos.

NICHOLAS KAMM via Getty Images

No me importa lo que Melania lleve puesto; me importa lo que Melania haga.

No me importa si Melania va con tacones de aguja; me importa si utiliza su plataforma de poder para justificar el abuso sexual como "lenguaje de chicos".

No me importa si su retrato está retocado; me importa cuando dice que luchará contra el cyberbullying, pero lo dice teniendo al lado al mayor cyberbully.

No me importa si se pone una gorra con las siglas FLOTUS (First Lady of The United States); me importa que sea FLOTUS, que use una de las posiciones más poderosas del mundo para hacer algo productivo, aparte de promover su marca, su línea personal y su billetera.

Si nuestras críticas a Melania se centran en su imagen, estamos jugando al juego de los Trump. Somos cómplices de su visión del mundo que pide a las mujeres que actúen como posesiones.

Entiendo los instintos que llevan a criticarla, cuando y como sea posible. Su marido es un líder moralmente repugnante y peligroso, y ella va a su lado, en silencio, sonriendo y normalizando su comportamiento despreciable. Se me encogió el alma cuando me di cuenta de que mis cuatro hijos iban a crecer con él como presidente en vez de con una de las mujeres más inteligentes, exitosas y experimentadas en política. El tener a Melania como Primera Dama supone un terrible ejemplo para mis hijas. Ella es pasiva, cuando lo que queremos es que sea sustancial; es un objeto cuando queremos que sea un agente; y es prejuiciosa, cuando queremos que sea inclusiva. Yo también quiero criticar su imagen cuidadosamente manipulada. Pero me niego a hacerlo comentando su calzado.

Porque cuando nuestras críticas a Melania se centran en su imagen, estamos jugando al mismo juego que ella y Trump. Somos cómplices de su visión del mundo que pide a las mujeres que actúen como valiosas posesiones, al estilo Barbie, que sólo hablan con guión. Cuando juzgamos a una mujer con poder en términos superficiales, estamos aceptando que se juzgue a cualquier mujer en los mismos términos. Y eso tiene consecuencias reales a nivel mundial en el sentido de cómo vemos y valoramos a las mujeres, y en cómo las mujeres se ven y se valoran a sí mismas.

En mi documental de 2011 Miss Representation ―que explora los peligrosos efectos de los medios que denigran, degradan y sexualizan a las mujeres y a las chicas—, la experta Jennifer Pozner plantea: "Si los medios son despectivos hasta con la mujer más poderosa de Estados Unidos, ¿qué dice esto sobre la capacidad de los medios para tomar en serio a cualquier mujer?".

Sí, existe lo que se conoce como óptica y quizás los zapatos no fueron la mejor opción. Pero el volumen de alboroto que se genera sobre sus elecciones de armario me parece indigno. Si lo único que esperamos de una de las mujeres más poderosas del mundo es un modelito perfecto para cada ocasión, ¿cómo esperamos progresar en la igualdad de las mujeres? ¿Cómo esperamos llegar a ver a una mujer presidenta, o incluso presidenciable? ¿Y cómo esperamos que las chicas sepan que no las valoramos por su juventud, su belleza y su sexualidad, sino por su liderazgo y sus palabras, por su habilidad y su capacidad para hacer del mundo un lugar mejor?

Si queremos enseñar a nuestras hijas cómo ser las líderes del mañana y si queremos que nuestros hijos las vean como tal, entonces tenemos que empezar a responsabilizar a Melania de su liderazgo fallido. Y eso comenzará cuando le pidamos más. #AskHerMore.

Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' EEUU y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano