La violencia, un lastre para Latinoamérica

La violencia, un lastre para Latinoamérica

La inseguridad se ha consolidado en los últimos años como la mayor preocupación de los latinoamericanos, lo cual, a su vez, ha propiciado una militarización creciente, a la vez que preocupante, de la seguridad. Las respuestas siguen siendo eminentemente reactivas, más policiales y militares que de inclusión social.

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Foto: REUTERS

En lo que va de 2015, todos los indicadores, especialmente en lo que tiene que ver con Centroamérica, revelan un recrudecimiento en cuanto a sus niveles de violencia. No obstante, el "triángulo norte", conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, se trata de una de las regiones más violentas del mundo si bien, tal dinámica es perfectamente extrapolable a buena parte del continente latinoamericano.

El último reporte de UNODC reconocía que el promedio mundial de muertes violentas cada 100.000 habitantes era de 6.7. Una cifra ampliamente superada por los referidos Estados centroamericanos de Honduras (90.4), El Salvador (41.2) y Guatemala (39.9). Asimismo, con registros preocupantes para los casos de Venezuela (53.7), Colombia (30.8), Brasil (25.2) y México (21.5).

De hecho, América Latina se trata, en estos términos, de la región más violenta del mundo, como atestigua el ranking de las 50 ciudades más peligrosas que cada año publica la Fundación Seguridad, Justicia y Paz, en México, igualmente, con base a la tasa proporcional de muertes violentas. Así, de las 50 ciudades con mayor tasa, destacarían 42 ciudades latinoamericanas, siendo, por cuarto año consecutivo, la ciudad más afectada San Pedro Sula, en Honduras, con 121.70 muertes por 100.000 habitantes; seguida de Caracas (115.98), Acapulco (104.16), Joao Pessoa (79.41) y el Distrito Central de Honduras (77.65). En total, dos serían hondureñas, cuatro venezolanas, ocho mexicanas, diecinueve brasileñas y cinco colombianas, además de una guatemalteca y otra salvadoreña.

De igual forma, otras expresiones de violencia directa, como el secuestro también serían de especial preocupación, sobre todo, en México y en Venezuela. México sería el país del mundo con mayor número de secuestros, tal y como informaba la Fundación Alto Secuestro a inicios de 2015, cuando aseguraba que en el país se cometían casi 8 secuestros diarios. El 5° puesto mundial en número de secuestros lo ostentaría Venezuela, que el año pasado registró por encima de los 200 secuestros, según datos de InSightCrime.

Mientras las políticas no cambien, la violencia seguirá siendo uno de los mayores lastres para el bienestar y la convivencia de buena parte de la sociedad latinoamericana.

Si a lo anterior, se añade un fenómeno relevante en cuanto al crimen organizado, especialmente en el corredor Colombia-Centroamérica-México, hay que mencionar 70.000 hectáreas de superficie cultivada de coca, más de 60.000 pandilleros, en torno al fenómeno de las "maras", y una estructura criminal que en Colombia gravita en torno a guerrillas y bandas criminales, y en México, alrededor de los consabidos cárteles de la droga. De hecho, por este corredor transita el 90% de la cocaína con destino hacia Estados Unidos, a la vez que, según la OEA, más de cuatro millones de armas de fuego ilegales, que convierten a esta región en la de mayor relación entre muerte violenta y arma de fuego. Tanto, que Venezuela (90%), Guatemala (86%), Honduras (84%), Colombia (80%), Panamá (80%) y El Salvador (77%) concentran las mayores tasas en esta correlación, de todo el mundo.

Sin embargo, lo anterior no se entiende sin visibilizar una dimensión de gran relevancia, originaria de unos elevados niveles de violencia estructural, a su vez, traducidos en pobreza pero, sobre todo, en inequidad y en debilidad institucional del Estado. Los peores registros, a tal efecto, se encuentran en Nicaragua, Honduras, Guatemala y Bolivia, con niveles de pobreza superiores al 50%, siendo igualmente significativos en El Salvador (40.9), Paraguay (40.7), Ecuador (33.6) o Colombia (30.7). Junto con la pobreza, otro de los factores determinantes de la violencia estructural en América Latina sería la falta de mecanismos redistributivos de la riqueza, que se traduce en que la región más desigual del mundo sea Latinoamérica, de manera tal que diez de los quince países más inequitativos pertenecen al continente. Basta con atender al último registro que presenta el coeficiente de Gini para CEPAL, y que en Honduras (.60), Colombia (.51), Panamá, Paraguay y Brasil (.49), Costa Rica (.48), Chile y Bolivia (.45), México (.43), Argentina, Ecuador y Nicaragua (.42) presenta los niveles más preocupantes en cuanto a desigualdad.

De igual forma, la concentración de la tierra, la informalidad, la baja fiscalización, la regresión tributaria o la debilidad institucional del Estado son elementos que, a tal efecto, no pueden ser obviados. Por ejemplo, en cuanto a corrupción, y de acuerdo al último reporte de Transparencia Internacional, sobre un total de 175 países evaluados, los peores registros para América Latina los obtienen Venezuela (161°), Paraguay (150°), Nicaragua (133°), Honduras (126°), Guatemala (115°), Ecuador (110°), Argentina (109°) y México (103°), Perú (80%) y Brasil (69%).

En conclusión, es de entender que la inseguridad se haya consolidado en los últimos años como la mayor preocupación de los latinoamericanos, lo cual, a su vez, ha propiciado una militarización creciente, a la vez que preocupante, de la seguridad. Las respuestas siguen siendo eminentemente reactivas, más policiales y militares que de inclusión social, e inobservando respuestas colectivas frente a problemas comunes, para los que el Estado, en según qué circunstancias, resulta ineficaz.

Mientras nada de lo anterior cambie, la violencia seguirá siendo uno de los mayores lastres para el bienestar y la convivencia de buena parte de la sociedad latinoamericana.