Barbudos armados e iracundos

Barbudos armados e iracundos

La sonrisa de la fotografía desconcierta a algunos: un musulmán que no grita ni quema banderas ni dispara. Uno entre tantos cientos de millones que siente la hospitalidad con el extraño como una obligación, un precepto inquebrantable, que te sonríe y te invita a un té, que te pregunta, te explica y te escucha, que te lleva a su hogar donde servirán otro té mientras te preparan la comida (que no podrás rechazar).

El que nos mira vive en Multán, la última ciudad pakistaní que los extranjeros podemos visitar sin permisos militarocráticos al oeste del país. Pero allí (como en tantos otros lugares) si sonríes, ignoras el calor y prescindes de las restricciones paranoico-consulares, podrías subsistir semanas sin que nunca nadie te permitiera pagar.

Al que miramos le conocí en una diminuta madraza (una escuela islámica) enseñando a un grupo de niñas y niños cómo leer y entender el Corán, paciente, generoso, divertido. Una antítesis de las madrazas protagonistas en los medios occidentales, las que ahondan en miedos, multiplican odios y fabrican integristas (que existen, sí, pero no son tantas como nos cuentan).

Mostrando la sonrisa de un retratado no se ocultan ni se excluyen sus contradicciones ni sus miserias, que seguro las tiene (quién no las sufre); subrayando su sonrisa no se niegan ni falsean los obstáculos y las injusticias que padece su país (ninguno está libre). Pero es buscar información sobre Pakistán y encontrar casi exclusivamente toneladas de violencia religiosa y nacionalista, barbudos armados e iracundos, refugiados, explosiones, tiroteos, secuestros, terremotos, pobreza, machismo y alguna que otra inundación... Un resultado descorazonador (si no irritante) para cualquiera que aspire a algo más que el ensordecedor simplismo cotidiano.

Por eso la necesidad de señalar la sonrisa de un musulmán tolerante, por eso este diminuto contrapeso a la avalancha anti islamista habitual, al racismo, el eurocentrismo y los intereses económicos disfrazados de política internacional y derechos humanos. Porque viajando con paciencia por estas tierras es fácil observar que no todo es aterrador y catastrófico en este complejo, fascinante y hospitalario país...