Ocupaciones colectivas: laboratorios de vivienda ante la oleada de desalojos

Ocupaciones colectivas: laboratorios de vivienda ante la oleada de desalojos

Para la PAH y grupos similares, la ocupación de bloques de viviendas vacíos va más allá de la mera consecución de una vivienda para los afectados. Los bloques de viviendas ocupados suponen un experimento social sin precedentes en el Estado: son laboratorios de autogestión de la vivienda.

Uno de los principales síntomas de la crisis económica en el Estado español ha sido un gran aumento de los desahucios por impago de la hipoteca. Como respuesta, las personas afectadas y los grupos de apoyo promueven, desde 2013, la iniciativa de ocupar edificios de viviendas vacías para evitar que las familias desalojadas se queden sin hogar.

El colectivo solidario más conocido es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). La PAH recoge entre su ideario la ocupación de edificios en desuso, propiedad de los bancos, como una manera de gestionar la vivienda social en casos extremos, cuando las familias desalojadas no tienen a dónde ir.

Para la PAH y otros grupos de activistas similares, la ocupación de estos bloques trasciende más allá de la mera consecución de una vivienda para los afectados. Los bloques de viviendas ocupados suponen un experimento social sin precedentes en el Estado: son laboratorios de autogestión de la vivienda.

Un procedimiento experimental

En un bloque de pisos vacío, de entre 10 y 20 viviendas de protección oficial congeladas (inmuebles en desuso pertenecientes a los bancos), se introducen núcleos familiares de distintas procedencias pero de idéntica condición actual: paro y situación económica precaria, seguida de un desalojo por impago inmobiliario.

Una vez liberadas las viviendas del bloque, partículas de activistas de apoyo facilitan la consecución de agua, electricidad y otras condiciones básicas de habitabilidad, como paso previo al reparto de pisos entre las familias necesitadas. Se agita vigorosamente la mezcla y se calienta, con cuidado de no sobrepasar la temperatura de ebullición, también conocida como temperatura desencadenante del fin de la paz social.

A continuación, se añade lentamente una disolución de soporte mutuo y unas gotas de prácticas asamblearias como catalizador para la generación de una consciencia colectiva entre los ocupantes. Esta reacción genera una fuerza hasta entonces inexistente, que capacita al nuevo sujeto para la negociación con el Gobierno y entidades bancarias.

La mezcla se mantiene en agitación hasta que se observa la desaparición de las últimas gotas de inaccesibilidad por parte del Ayuntamiento o la entidad propietaria del inmueble, indicación ésta del comienzo de las negociaciones. Entonces, sobre el crudo en reposo, se añaden 20 ml de reivindicaciones: dación en pago, alquiler social y realojo, a poder ser en el propio bloque ocupado.

Con ayuda de una varilla de vidrio, la terquedad inicial de los bancos se rompe en trozos pequeños, los cuales se filtran a vacío y se dejan secar al aire de la impopularidad que genera la protesta durante varios días, tras los cuales, las reivindicaciones colectivas están listas para la victoria final.

Es importante notar que, en todo proceso de estas características, la sociedad civil organizada ha de adelantar a las instituciones tomando la iniciativa, sin limitarse a esperar respuesta o ayuda alguna de éstas.