Ideas: ideas para un año electoral

Ideas: ideas para un año electoral

¿Tendremos la suerte de que algún Gobierno nacional o supranacional entienda que en el S. XXI la mejor garantía para que haya un flujo continuo, renovado y acumulativo de conocimiento es... ¡la libertad! La libertad de creación, de circulación de ideas, de establecimiento de las empresas de conocimiento, de disrupción creativa del orden establecido de los negocios... y tantas otras libertades que estimulan el conocimiento y su aplicación.

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Foto: Philippe Wojazer/Reuters

Si el flujo de ideas que produce la sociedad se secase retrocederíamos ipso facto a la edad media. Si solo prevaleciesen las malas ideas, retrocederíamos mucho antes. Sin ideas no hay conocimiento. El conocimiento es el principal factor de producción del S. XXI. A decir verdad, lo ha sido desde que, digamos, se inventó la rueda.

Seguramente, no hay palabras suficientemente elocuentes para describir el servicio impagable que los creadores de ideas y conocimiento han hecho a la sociedad. Así es, porque, a pesar de lo que digo en el párrafo anterior, las ideas no las produce la sociedad, ni siquiera indirectamente. La sociedad, a veces, estimula la producción de ideas. Cuando, en sus raros momentos de lucidez, repara en lo útiles que son para el bienestar, la prosperidad y la igualdad de sus miembros.

Pero la sociedad maltrata a los creadores de ideas en ocasiones. Otras veces les endiosa, que es una forma como otra cualquiera de maltratarles. Pero la mayor parte de tiempo, la sociedad se mantiene al pairo de las ideas y sus creadores.

¿Hay algo más barato que producir una idea? El inmortal Shakespeare decía que la inspiración residía en el airy nothing (los que dicen que el idioma inglés no es poético no han leído a Shakespeare) y había que condensarla. Y otro inmortal, aunque castizo, Lope (nótese la cercanía al utilizar el nombre de pila, no el apellido), decía que "más de ciento en horas veinticuatro pasaron de las musas al teatro" (ingenioso, pero un tanto arcano y no tan bello como lo otro). Pero el conocimiento es otra cosa. El conocimiento son ideas desarrolladas y articuladas en esquemas operativos y accionables y se produce por medio de... conocimiento (on the shoulders of giants; Newton, Isaac Newton) y algunas condiciones más.

La sociedad tiene poco que ver con que el flujo de ideas sea más o menos amplio, pero mucho que ver con que estas se transformen en conocimiento. Producir conocimiento es muy costoso y requiere instituciones, estímulos, recompensas, protección a los creadores que desarrollan sus ideas, estructuras industriales que las conviertan en bienes y servicios, etc.

La sociedad, las instituciones o los Gobiernos fallan muy a menudo al asignar insuficiente y malamente los recursos disponibles a la producción de conocimiento.

Esto ya es otra cosa, y mucho más compleja. Y ahí es donde la sociedad, las instituciones o los Gobiernos fallan muy a menudo. Fallan al asignar insuficiente y malamente los recursos disponibles a la producción de conocimiento. O al impedir que, si ellos no lo hacen (que inventen otros), al menos, lo hagan quienes sí tienen incentivos (de mercado, no se engañen), ganas y capacidad. Fallan cuando creen (o nos hace creer) que las instituciones que habitualmente han venido disfrutando del monopolio, tácito cuando no expreso, de la producción de conocimiento van a sobrevivir a la modorra que inevitablemente causa todo monopolio en la creatividad (sí, me refiero a las Universidades). Fallan cuando dejan que los derechos de los creadores se vean pisoteados por los piratas o imponen una protección híper-monopolista que, de hecho, exacerba el pirateo.

¿Tendremos la suerte de que algún Gobierno nacional o supranacional entienda que en el S. XXI la mejor garantía para que haya un flujo continuo, renovado y acumulativo de conocimiento es... ¡la libertad! La libertad de creación, de circulación de ideas, de establecimiento de las empresas de conocimiento, de disrupción creativa del orden establecido de los negocios... y tantas otras libertades que estimulan el conocimiento y su aplicación.

Todas estas libertades encierran tanto valor económico materializable (no digo monetizable porque hay ideas por ahí para acabar con la moneda) como, al menos, el que la humanidad, a trancas y a barrancas, persiguiendo incluso a muerte a los creadores, ha sido capaz de crear desde que puso los pies sobre la tierra el primer Homo sapiens.

Paro, ya no les doy más ideas hasta el próximo año electoral. A cambio, se las pido yo a Vds. Deseo a los creadores mucha suerte el próximo 20-D.

Este artículo fue publicado originalmente por Empresa Global