Conducir en verano no es un viaje al peligro

Conducir en verano no es un viaje al peligro

Conducir es una actividad en la que el riesgo lo administra usted; y que puede ser tan aburrida o divertida como usted quiera. Aunque pueda parecer lo contrario, los otros conductores no van a intervenir en su conducción y en su seguridad; solo en una parte infinitesimal, estadísticamente no considerable. Hay que desdramatizar.

En estos días de preparación de viajes veraniegos proliferan los consejos y recomendaciones sobre los cuidados del coche, la atención a la carretera, las llamadas a la prudencia y al sentido común. Todo está muy bien y debemos de hacer caso y prestar atención a cada iniciativa. No es mi intención insistir. Además, hay ya quien está en su lugar de destino, y no queremos aburrir con otra repetición. Por lo tanto me limito a comentar algunas cosas que casi todos los conductores (y pasajeros) conocen, o deberían conocer.

En primer lugar decir que si alguien aprovecha los días previos al viaje para poner su coche a punto, más vale que no salga a la carretera. También hay quien solo se lava cuando va al médico: son casos perdidos. El coche debe estar a punto todos y cada uno de los 365 días del año, especialmente en lo que hace referencia a medidas de seguridad.

Pero sí es cierto que en la utilización rutinaria del automóvil solemos abandonar algunos aspectos secundarios; y con la cercanía de una utilización más extensa, aprovechamos para recordarlos.

Comencemos por el equipaje. No hay nada más incómodo que un viaje largo rodeados de equipaje, ocupando el espacio de los pasajeros. Por si fuera poco, tiene un plus de peligrosidad más que notable: reduce la visibilidad; sobrecarga el coche, reduciendo la función de la suspensión; puede moverse, proyectándose sobre los pasajeros o el conductor en caso de frenada imprevista o impacto. Y por si fuera poco, una sobrecarga incrementa los consumos.

Aunque los largos veraneos parece que han pasado a la historia, no hay familia sin complejo caracol, dispuesta a llevar al apartamento ropa o enseres que probablemente no vayan a ser usados nunca. Y si no queremos discusiones familiares ni cargar el coche como nómadas en camello, lo mejor es enviar lo más pesado o voluminoso por una agencia de transportes. El viejo baulón de la abuela, con las botas de agua, la tele pequeña y la thermomix, nos lo pone Federal Xpress en cualquier punto de destino por menos de lo que nos cuestan unas cañas. Y todos más cómodos. Por cierto: lleven unas llaves del coche de repuesto... ¡pero no las dejen dentro, en la guantera!

Y ya que hablamos de respuestos, citemos el caso de las gafas. Hubo un tiempo en que era obligatorio llevarlas, así como algunos otros objetos: lámparas e incluso hace más años hasta correas del alternador. Ahora la norma es bastante ambígua, pero más lógica: no se puede circular con un faro fundido ni un conductor que necesite lentes puede circular sin esa corrección visual. Desde luego que es recomendable llevar siempre unas gafas de repuesto, pero no obligar puesto que, por reducción al absurdo, en el momento que utilicemos el repuesto estamos cometiendo la infracción de no disponer de él.

La seguridad es importante, mucho, pero también el confort del conductor y pasajeros. El aire acondicionado es mucho más importante de lo que creemos. Y el filtro de partículas es un elemento clave para su buen funcionamiento. Debe sustituirse cada año o no cumplirá con su función y hará además, hacer trabajar el compresor más de la cuenta: menos enfriamiento y más consumo. Además, con el 30 por ciento de la población con problemas alérgicos, es importante que consideremos la posibilidad de instalar un filtro antialérgico como el que comercializa Valeo y que no tiene un gran sobrecoste (un 15 por ciento más), pero que mejora el confort y evita los estornudos encadenados que pueden llegar a ser enormemente peligrosos.

El aire acondicionado debe orientarse bien. Un potente chorro de aire fresco en la cara o el torso produce una inmediata sensación de frescor, pero es poco o nada recomendable. Lo mejor es poner los mandos en la posición de desempañamiento, orientando el flujo de aire hacia el parabrisas, que es la forma en que mejor se distribuye por todo el habitáculo, sin corrientes y además, reduciendo el mayor foco de calor, que es precisamente el cristal delantero.

Y ya que hablamos de cristales, recordar que todos los coches del mercado tienen los parasoles orientables: se pueden doblar para evitar el sol en el lateral. Parece que muchos no lo saben. Y también, por si alguien lo ha olvidado, los sombreros tienen ala para evitar que el sol nos deslumbre. Ya sé que es una horterada, pero, si tenemos el sol de frente, se conduce mucho mejor con una visera que con el parasol bajado. Y naturalmente, con los cristales bien limpios, tanto por fuera, como por dentro. Precisamente por dentro, donde no hay escobillas que limpien, se origina un velo que a contraluz casi llega a impedir la visión. ¡El empleo de limpiacristales no origina un positivo en los alcoholímetros y nos hace ver mejor la carretera!

Una cosa es el confort y otra la seguridad. Las chanclas las inventaron los brasileños (eso creo) para no quemarse los pies en la arena de las playas. Luego se han popularizado y ha habido ministras que las han utilizado en viajes oficiales. Allá el protocolo. Pero para conducir, ni chanclas ni aletas de buceo, que vienen a ser calzados equivalentes en estos menesteres. Ningún calzado que no esté bien sujeto a toda la planta del pie es bueno para conducir. Es preferible incluso conducir descalzo antes que interponer entre el pedal y el pie un elemento que no esté totalmente controlado, como es el caso de las chanclas, que han producido muchos más accidentes de lo que imaginamos.

En cuanto al viaje en sí mismo, lo mejor es hacer poco caso de los consejos.

Ni de los organismos oficiales que nos dicen qué días y a qué horas debemos ponernos en marcha, ni de los amigos y enemigos que nos dicen que ellos, saliendo siempre a las 5 de la mañana llegan sin atascos. Salga a la hora que le venga bien, que le apetezca; a la hora en que se encuentre a gusto conduciendo. En estos días hay millones de personas en las carreteras y nadie es capaz de garantizarle que otros miles como usted no han elegido su misma hora. Relájese. Conducir es una actividad en la que el riesgo lo administra usted; y que puede ser tan aburrida o divertida como usted quiera. Aunque pueda parecer lo contrario, los otros conductores no van a intervenir en su conducción y en su seguridad; solo en una parte infinitesimal, estadísticamente no considerable. Hay que desdramatizar los mensajes sobre la conducción.

Considere pues que el viaje es una parte de sus vacaciones. Plantee el viaje como algo más que un desplazamiento y cuente con la posibilidad de conocer lugares por los que transcurre ese viaje. Encontrará sin duda rincones, momentos, gastronomía y gentes que se alegrará mañana de haber disfrutado. ¡Buenas vacaciones!