El tráfico entra con sangre

El tráfico entra con sangre

Es más que discutible que la concienciación a base de "palo" sea el único procedimiento. Durante años intenté que la DGT facilitase un dato revelador: la siniestralidad de los ciudadanos extranjeros que circulaban con sus vehículos por nuestras carreteras. Son más disciplinados y formados en sociedades con sistemas educativos más coherentes.

Soy de los que creen que el sistema pedagógico "la letra con sangre entra" no tiene cabida en el siglo XXI por más que durante siglos haya demostrado su eficacia. Afortunadamente está desterrado este procedimiento de nuestro sistema educativo, aunque haya momentos en que llegamos a dudar de si está totalmente erradicado en nuestro corpus legislativo. Desde luego, en materia de tráfico aun pervive y ha sido insistentemente utilizado por sus responsables anteriores. Pere Navarro aplicó este principio en su etapa de responsable del Tránsito en Catalunya y con más saña si cabe, en los 8 años que se mantuvo al frente de la DGT. Y funcionó. Para qué vamos a negarlo: la consideración de delitos a muchas de las faltas de tráfico, aun sin haber daños, es el más claro ejemplo. Insistimos en que funcionó.

Y como utilizar el método "sangriento" tenía que ser justificado políticamente, desde la DGT se orquestó la mayor campaña mediática de los últimos años, utilizando el hecho cierto de que el número de muertos en las carreteras (y ciudades) españolas se redujo en porcentajes muy significativos, gracias a esta política. La campaña también funcionó, porque la inmensa mayoría de los ciudadanos creen que efectivamente, gracias al carnet por puntos y al endurecimiento sancionador, se ha obtenido el resultado buscado. No sólo son los ciudadanos los que tienen esta impresión, sino que los propios medios de comunicación insisten en que la mejora de la seguridad vial en España en los últimos 10 años se debe a la labor de las autoridades de Tráfico.

Cualquiera que se moleste en analizar el descenso de la mortalidad en nuestras carreteras en los últimos 25 años, podrá comprobar que la reducción de la siniestralidad es evidente y continua desde mediados los años 80 y que no se aprecia una deceleración significativa de la siniestralidad a partir del año 2006, cuando entró en vigor el carnet por puntos.

Afortunadamente, el descenso sigue continuando en la típica progresión logarítmica de toda función lógica, con límite cero. Cada año menos víctimas y menos descensos, con algún que otro sobresalto temporal, normal en toda actividad humana.

Sería igualmente ridículo considerar que las medidas de Pere Navarro tampoco han sido las responsables de la reducción de las cifras trágicas de siniestros. Este endurecimiento de las sanciones y la política de "la sangre" son uno de los muchos factores que lo han permitido: la mejora increíble de las medidas de seguridad en los automóviles; la utilización masiva de vías de doble carril; la mejora en la formación de los conductores; la reducción en los tiempos de intervención de los servicios sanitarios... todo influye. Y desde luego, la concienciación de los conductores como uno de los factores protagonistas.

Lo que es más que discutible es que la concienciación a base de "palo" sea el único procedimiento. Durante años intenté que la DGT facilitase un dato revelador: la siniestralidad de los ciudadanos extranjeros que circulaban con sus vehículos por nuestras carreteras. En determinadas zonas geográficas y épocas del año, son más que los españoles y por lo que sé, con una siniestralidad más baja. Sin carnet por puntos ni amenazas de cárcel. Son sencillamente ciudadanos más disciplinados y formados en sociedades con sistemas educativos más coherentes. Ya he desistido, porque sé que en la DGT nunca nos van a ofrecer ese dato: no interesa desmontar el tinglado.

Ahora son otros los rectores. Parece que algo ha cambiado en el Organismo y que ha cambiado para bien. Han decidido modificar ligeramente el procedimiento de los exámenes de conducir para evitar que haya alumnos que memoricen las respuestas. Así, se ha pasado de un conjunto de 800 preguntas a 15.500. Se pretende que el examinando conozca la materia, y no que la memorice. Es el buen camino. También se destina un tiempo del examen práctico a que el examinador explique las razones por las que ha suspendido al aspirante (si procede). La verdad es que hace ya tantos años que obtuve mi permiso que no conozco a fondo el procedimiento, pero pensaba que ya se explicaban las razones del suspenso. En todo caso, bienvenida sea también la nueva norma.

En definitiva, parece que se abandona el integrismo doctrinal en Josefa Valcárcel, aunque por lo que me cuentan viejos amigos en esa casa, tampoco han cambiado mucho las cosas porque "para qué cambiar lo que ha funcionado muy bien"... ¡qué miedo!