En Corea no hay guerra del automóvil... ni de la otra

En Corea no hay guerra del automóvil... ni de la otra

Corea, como lo fue Alemania, es un ejemplo claro de cómo dos regímenes económicos y políticos pueden alcanzar niveles de desarrollo dispares en un mismo entorno... En Corea se apostó por la formación, conscientes de que un colectivo enseñado y formado supera cualquier vaivén económico.

Por cuestiones profesionales, he pasado casi tres semanas en Corea del Sur, recorriendo el país de arriba abajo. Y al margen de tópicos, he encontrado no pocas similitudes con España, tanto en el ámbito automovilístico en que se establece este blog, como en aspectos industriales, económicos y sociales.

Hace algo más de 60 años Corea era un país de economía subdesarrollada y la tragedia de una guerra civil; como nosotros. La península quedó dividida en dos partes. En el norte, con un régimen socialista totalitario; en el sur, con un régimen capitalista democrático. La misma lengua, el mismo paisaje, los mismos recursos. En tres generaciones, el sur ha desarrollado una economía con crecimientos del entorno al 5 por ciento anuales y ocupa uno de los 10 primeros puestos mundiales, en posiciones de liderazgo en sectores como la electrónica de consumo, la construcción naval y el automóvil.

Corea, como lo fue Alemania, es un ejemplo claro de cómo dos regímenes económicos y políticos pueden alcanzar niveles de desarrollo dispares en un mismo entorno... aunque no lo perciba Willy Toledo. Hoy, la frontera coreana separa las dos regiones con mayor diferencia de PIB del planeta. Más diferencia que la frontera entre México y USA y la frontera entre España y Marruecos; con la diferencia que en Corea esta frontera es infranqueable en los dos sentidos. Los coreanos (del Sur, al menos) son alegres, disciplinados y con unos niveles de formación muy por encima de los de cualquier otro país asiático, incluido Japón.

En España también apostamos por el automóvil en nuestra época desarrollista y también conocimos crecimientos espectaculares en los años 60 y 70. En España, siguiendo con las similitudes, contamos con el apoyo exterior para impulsar el desarrollo; en nuestro caso, la UE y en el caso coreano, la ayuda americana. Pero en la estrategia de crecimiento ya hay pocas coincidencias.

En Corea se apostó prioritariamente por la formación, conscientes de que un colectivo enseñado y formado supera cualquier vaivén económico. En España se apostó por el turismo y nos hemos convertido en los camareros de Europa. Se impulsó el automóvil, sí; pero de la misma manera que en India o Pakistán se apuesta por el textil: como costureros de una industria que tiene su metrópoli en países del primer mundo. Ahora, la industria española del automóvil está en manos de multinacionales que mañana se trasladarán a países más interesantes logísticamente. Es cuestión de tiempo.

En Corea, hace 30 años Hyundai fabricaba modestos pick-ups y KIA prácticamente no existía. Pero gracias a una tecnología propia, producto de la formación de sus cuadros técnicos y directivos, hoy fabrican 4,5 millones de coches al año; casi tantos como en Alemania y sólo por detrás de USA, Japón y China... donde se fabrican ya 1,2 millones de coches coreanos, que se suman a los 700.000 que se fabrican en USA.

Samsung es ya el primer fabricante de teléfonos móviles del mundo y fabrica también más de 300.000 coches de alta gama que aún no se conocen en Europa, pero que llegarán muy pronto. Y en lo que al automóvil se refiere, lo han conseguido en menos de 20 años.

Pero como esto va de coches, digamos que circular por Corea tiene sus peculiaridades. En primer lugar sorprende el tamaño de los coches. Apenas se ven compactos y la inmensa mayoría son berlinas de generoso tamaño y muchos SUV de gamas media y alta. Las grandes ciudades, como Seul y Daegu, disponen de avenidas de 4 carriles por sentido, algo difícil de ver en Europa. Pero es un país con un desarrollo urbano moderno (muy dañado durante la guerra) y escasamente especulativo. Incluso una ciudad de cerca de 15 millones de habitantes, como la capital, tiene avenidas amplias y anchas. Aunque el tráfico es intenso, se puede circular con comodidad. El transporte público se utiliza poco, excepto el metro. Los taxis son excepcionalmente baratos: una carrera de media hora no llega a costar 10 euros al cambio.

Estas anchas avenidas permiten una distribución de los flujos muy ordenada, ya que el carril de la izquierda se destina a los giros a la izquierda, que están permitidos en todos los cruces regulados por semáforos. Y el carril de la derecha, para los giros a la derecha, que se permite en todos los casos, incluso con el semáforo en rojo. Semáforos que se sitúan colgados en el centro del cruce, por lo que los giros a la derecha son previos a la luz roja. El respeto a los peatones en los cruces es sagrado y los conductores tienen el hábito del cambio de carril, que llevan a cabo con anticipación y decisión, que es algo que en Europa en general y en España en particular, cuesta hacer a una gran mayoría de conductores.

Eso sí: la señalización está en su mayoría en caracteres coreanos y sólo algunas señalizaciones están en caracteres latinos. Así que, aunque alquilen un coche con navegador, es verdaderamente complicado orientarse y circular por sus carreteras y calles. Se circula deprisa y en ciudad el límite es de 70, con frecuentes cámaras de control de velocidad. Y al contrario de lo habitual en Asia, hay muy pocas motocicletas y bicicletas, que cuentan con algunos carriles, pero que se respetan poco, ya que está permitido aparcar en las aceras.

Visité Corea hace algo más de 10 años, en una visita relámpago. En esta ocasión he tenido la oportunidad de ver más detenidamente sus estructuras y su concepción del automóvil como elemento de desarrollo y comunicación. Comprendo que hoy día hay muchas cuestiones que inciden en considerar al automóvil como un objeto en vías de extinción y causante de muchos de los males que nos aquejan. Pero también ha sido y sigue siendo una herramienta que mejora la convivencia y bienestar; sólo hay que emplearla con sentido común, como demuestran tener los coreanos... del Sur, obviamente.