Taxis de bajo coste

Taxis de bajo coste

El día 6 explotaba un taxi en Barcelona. El conductor, único ocupante del vehículo, resultó herido, con quemaduras en la cabeza. Otras dos personas resultaron también heridas. El taxi, un Toyota Prius híbrido, transformado para la utilización de gas licuado de petróleo, quedó totalmente destruido. Podría haber comenzado diciendo que están circulando por nuestras ciudades bombas rodantes. No seamos alarmistas. El problema es serio y las autoridades deben actuar cuanto antes.

El pasado día 6 explotaba un taxi en la Vía Julià de Barcelona. El conductor, único ocupante del vehículo, resultó herido, con quemaduras en la cabeza. Otras dos personas resultaron también heridas leves. El taxi, un Toyota Prius híbrido, transformado para la utilización de gas licuado de petróleo (GLP), quedó totalmente destruido.

Es la primera vez que se tiene noticia de que un vehículo movido por GLP explote por causas fortuitas y sobre este extremo conviene hacer algunas puntualizaciones.

La primera de ellas es que Toyota no comercializa ningún vehículo adaptado al uso de gas. El taxi siniestrado había sido adaptado para este uso por un taller privado especializado en estas modificaciones. Estas transformaciones están desaconsejadas por Toyota y hacen perder la garantía. "Podemos afirmar -afirma la marca en España- que es técnicamente imposible que un Toyota Prius de serie y sin modificaciones explote en las condiciones que se aprecian en las imágenes a las que hemos tenido acceso".

El taxista, dos días después de la transformación, acudió de nuevo al taller Manusan por una avería en el indicador de combustible. En el taller se desconectó provisionalmente el sistema GLP por no disponer de una determinada pieza de repuesto. Pocas horas después de la desconexión se produjo la explosión sin que hasta el momento se conozcan las causas o si el sistema fue posteriormente manipulado para volver a funcionar con gas.

El Toyota Prius es un coche híbrido que funciona con gasolina o eléctrico. Algunos talleres privados lo adaptan para que pueda funcionar con gasolina, eléctrico o gas. Para ello, además del montaje de una serie de válvulas de control, se instala un depósito de gas en el espacio normalmente ocupado por la rueda de repuesto. Este gas se encuentra depositado a alta presión (2 atmosferas), en estado líquido, de manera muy similar a cualquier bombona de butano. En muchas estaciones de servicio (cerca de 500 ya en toda España) se puede repostar este combustible.

Varias marcas utilizan esta tecnología de utilización mixta gasolina/gas con excelentes resultados, ya que el ahorro en el precio del combustible es notable.

Marcas como Fiat (líder europeo en esta utilización), Seat, Opel o Renault, ofrecen modelos y versiones con utilización de gas.

El precio del litro de GLP es de 0,7 euros por litro frente a 1,6 litros de la gasolina. Para un taxista que recorra 300 kilómetros en una jornada, el ahorro es de unos 25 euros diarios. Por esa razón, cada vez hay más taxis o vehículos de utilización profesional y particular movidos por GLP.

En Barcelona, el 10 por ciento de los taxis híbridos han sido transformados a su utilización con gas. Alrededor de 1.500. Un porcentaje similar al de otras ciudades españolas donde están circulando algunos miles de estos taxis de bajo coste.

Los taxis tienen la obligación de pasar por una ITV (inspección técnica de vehículos) cada seis meses. En estas ITV se dan por válidas estas adaptaciones pese a que en la marca dicen que no son recomendables ¿Cómo es posible que una entidad que vela por la seguridad de los automóviles dé por válido algo que la marca desaconseja? ¿Está ocurriendo esto en el resto de Comunidades? ¿Cómo es posible que los Ayuntamientos acepten esta situación de evidente inseguridad?

Es evidente que estamos ante un tipo de siniestro muy improbable, pero con la seguridad de los ciudadanos no se puede frivolizar. Las marcas de automóviles invierten millones de euros en formar a su personal de posventa y en investigar otras alternativas a los motores térmicos convencionales. No puede venir ahora un taller de barrio (con todo el respeto para los talleres independientes y serios) a modificar un motor e instalar un depósito de alta presión, echando por tierra todo el conocimiento que la marca ha puesto en determinado modelo. Por mucho que el colectivo de taxistas lo demande y por mucho que la situación económica de este colectivo lo aconseje. Es el regreso a los taxis gasógenos o a los taxis de butano de hace 30 años.

Es posible (la investigación lo dirá) que este siniestro sea el fruto de otras manipulaciones mecánicas al margen del taller; y que sólo estas alteraciones hayan causado la explosión. Pero no es de recibo que los Ayuntamientos, que son los que autorizan y homologan los modelos que se pueden utilizar como taxi, admitan que se manipulen las mecánicas, con la complicidad de unas ITV.

Podría haber comenzado estas líneas diciendo que están circulando por nuestras ciudades unos cuantos miles de bombas rodantes. No seamos alarmistas. El problema es serio y las autoridades municipales, comunitarias y estatales deben actuar cuanto antes para que el problema no pase a ser una tragedia. E insisto en lo de las ITV porque precisamente en estos días el Estado español pleitea contra la entidad norteamericana ABS, que viene a ser la ITV de la navegación, que permitió que el Prestige siguiera transportando su carga petrolera. ¿También pleitearía contra una ITV que admita la manipulación de un sistema de alimentación de un vehículo de uso público? La verdad es que, conociendo cómo se otorgan las concesiones, es obvia la respuesta.