El agua como arma, no como vida

El agua como arma, no como vida

Los conflictos por el agua o que tienen el agua como arma de ataque son demasiado frecuentes en República Centroafricana, donde durante la guerra se cegaron y contaminaron pozos y se destruyeron las frágiles canalizaciones. La falta de agua afecta sobre todo a las mujeres y las niñas, que tienen que desplazarse más lejos poniendo en riesgo su seguridad y perdiendo horas para formarse o generar un ingreso.

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En julio visité la República Centroafricana para conocer nuestros programas allí y conversar con las personas de los barrios, los campos de desplazados y del equipo Oxfam en el país. El agua siempre estuvo presente en lo que vimos y hablamos.

Tras una violencia extrema perpetrada por los Seleka y los Antibalaka, que produjo miles de muertos entre 2013 y 2014, y heridas de difícil cicatriz entre las comunidades, las personas desplazadas tienen miedo a volver a sus barrios y casas. Además, la violencia no se ha aplacado y vuelve, como el miedo, cada día de estos meses.

Me impresionaron algunos programas que realizamos, incluyendo el de Protección, a través del cual las personas pueden explicar lo que les preocupa, qué amenazas sienten sobre su seguridad, qué les impide volver a sus casas y recuperar una vida digna y segura. Y juntos trabajar para reducir esos riesgo y canalizar sus inquietudes hacia las frágiles instituciones nacionales y hacia Naciones Unidas. La seguridad es crucial, pero los medios para vivir de forma digna son el paso siguiente, esencial para que haya esperanzas de recuperación.

El agua siempre aparece. El agua es un derecho humano. El agua es de las pocas prioridades claras que las personas identifican como imprescindible y necesaria para otras como la salud o la alimentación. El agua es vida. Y también muerte cuando se utiliza como arma en conflictos violentos.

Casi 700 millones de personas no tienen hoy acceso al agua potable, un recurso que es cada vez más escaso en algunas zonas. Los conflictos por el agua o que tienen el agua como arma de ataque, amenaza o negociación, son demasiado frecuentes. En la República Centroafricana se cegaron y contaminaron pozos, se destruyeron las frágiles canalizaciones, se impidió el transporte seguro de las cantidades mínimas de agua para vivir. La falta de agua y su uso como arma de guerra afecta sobre todo a las mujeres y las niñas, que tienen que desplazarse más lejos poniendo en riesgo su seguridad y perdiendo horas y horas de un tiempo precioso para formarse o generar un ingreso. La falta de agua limpia, saneamiento e higiene básica, asegura las enfermedades.

La sed es un factor de expulsión fortísimo. Una combinación de inseguridad y falta de agua es terrible a la hora de arrojar a la población fuera de sus casas y barrios, de donde nunca quisieron salir.

Ocurre en otros lugares. En Siria, los cortes en el suministro de agua y la destrucción de los sistemas de almacenaje y suministro se han usado y se usan por todas las partes, poniendo en grave riesgo a millones de personas. La sed es un factor de expulsión fortísimo. Una combinación de inseguridad y falta de agua es terrible a la hora de arrojar a la población fuera de sus casas y barrios, de donde nunca quisieron salir.

Hay otros muchos casos como Gaza, donde Israel utiliza el agua como arma de ataque y miedo, impidiendo la reconstrucción o destrozando lo que recién se ha reconstruido con apoyo internacional y esfuerzo local. Hay fronteras como las de Irán, Brasil, Egipto y otros países donde existen conflictos por el agua. El cambio climático solo los acentuará, convirtiendo al agua en un bien preciado, como ya lo es. Y escaso, mucho más escaso de lo que lo es ahora.

En República Centroafricana llegamos a 150.000 personas con suministro de agua potable suficiente para vivir con salud, a través de camiones cuando no hay otra opción y reconstruyendo pozos y canalizaciones donde se puede, junto con la administración local. En Siria y países limítrofes, en medio de la tensión del conflicto más agudo del mundo, Oxfam trabaja para asegurar las infraestructuras urbanas y rurales, así como las de campos de refugiados en Jordania y Líbano, que permitan el derecho al agua limpia a cientos de miles de sirios y sirias.

Y así en otros lugares del mundo, los más críticos y complejos, las fronteras del agua. Aquéllas en las que se vulnera un derecho humano esencial para la vida, usado como arma de muerte.