Dilemas: nadie está a salvo

Dilemas: nadie está a salvo

Desde el restablecimiento de la democracia, nunca antes la política española se había asomado a tantos y tan intensos dilemas. En estas semanas cruciales, segmentos significativos de entre los votantes de las cuatro formaciones que animan el nuevo pluralismo español -PP, PSOE, C´s y Podemos-, vieron experimentados signos de confrontación doliente con otras tantas disyuntivas.

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Desde el restablecimiento de la democracia, nunca antes la política española se había asomado a tantos y tan intensos dilemas. En estas semanas cruciales, segmentos significativos de entre los votantes de las cuatro formaciones que animan el nuevo pluralismo español -PP, PSOE, C´s y Podemos-, vieron experimentados signos de confrontación doliente con otras tantas disyuntivas.

Para empezar, guste o no -que no me gusta-, los votantes de orientación más conservadora siguen siendo los más numerosos. Pese a la indiferencia de buena parte de los electores más rocosos del PP a su corrupción pandémica y a los abusos perpetrados por su mayoría absoluta contra los más vulnerables, es cierto también, sin embargo, que otra porción sustancial de los que le habían votado en 2011 les retiró su apoyo el 20D de 2015 y de nuevo el 26J de 2016.

Millones de antiguos votantes del PP rechazaron tanto el rodillo de su mayoría absoluta en la X legislatura (2011-2015) como el mendaz incumplimiento de sus promesas electorales de recuperación "sin tocar" el Estado de bienestar (educación, sanidad, prestaciones y pensiones). Pero ese electorado se enfrenta ahora a un dilema: ¿es posible en España un Gobierno del PP en minoría, o no? ¿Es necesario concluir que les es indispensable una mayoría absoluta, o casi, para asegurar que la derecha siga reteniendo el Gobierno? A la vista de lo ocurrido este año 2016, muchos de los mensajes a los que se asoman son desalentadores.

Por su parte, los votantes de Podemos ven ahora con tristeza que en el 20D hubo, sí, una oportunidad de "Gobierno alternativo". Pero se dejó escapar. Lo hizo imposible la soberbia, altanería, y el frío cálculo de poder de los principales dirigentes de la formación morada y su miscelánea de confluencias, cegados por la ambición de un sorpasso fulgurante en la siguiente curva si se obligaba a los ciudadanos a regresar a las urnas. Ese error, nada inocente, ha resultado letal para los intereses compartidos de la izquierda, como tantas otras veces en la historia de España.

El horizonte de Rajoy es que la hipotética "fiesta de la democracia" de unas terceras elecciones se torne en lúgubre pesadilla para una mayoría de electores.

Por el lado de Ciudadanos, C´s, buena parte de sus votantes creyó efectivamente su discurso de campaña: "no harían presidente a Rajoy", negativamente señalado como encarnadura y epítome de la "corrupción y del inmovilismo" de la derecha más "antigua", páginas que había que pasar en aras de la impostergable "regeneración patriótica". Muchos de sus votantes procedían del PP: puede que muchos de ellos aprecien el trayecto de su regreso a la matriz de una mayoría liberal conservadora dispuesta a la continuidad de este PP y de Rajoy puesto de manifiesto en su copernicano giro al "sí" a su investidura. Pero quienes transfirieron su voto por un rechazo sincero a esa continuidad se sentirán hoy y mañana profundamente decepcionados con este enésimo giro de Rivera contradiciendo su discurso de regeneración.

En cuanto a los votantes del PSOE, cualquier intuición sugiere que la composición de las actitudes sociopolíticas es más plural que la de los militantes, compactamente reacios a prolongar ni un día más el tiempo de Rajoy en Moncloa. Para la militancia, Fiat Iustitia Pereat Mundus: "hágase justicia, aunque perezca el mundo". Pero éstos, los militantes del PSOE, suman en torno a 160.000, mientras que los votantes suman en torno 5.500.000. Entre estos últimos, los hay que expresan en todos los foros y ocasiones practicables su preocupación por las señales que apuntan el cumplimiento inexorable, punto por punto, de una estrategia diseñada por Rajoy y por sus áulicos, por sus estrategas y sus propagandistas: la de culpar al PSOE de unas "terceras elecciones" (¡en un año!) en torno al día de Navidad (18 o 25D, eso no es lo determinante: lo peor no es el día exacto sino el mensaje en la botella). "Tres elecciones en un año, con sus enormes costes" económicos, políticos, culturales y morales: ¡la maquinaria mediática del PP lleva tiempo resonando ese vociferante mantra del "fracaso de la política" en el que siempre pierde el PSOE!

Provocando unas terceras elecciones, mientras aparenta lo contrario (evitarlas), Rajoy buscaría, claro está, ampliar votos y escaños, en perjuicio del PSOE. Si lo consiguiera, se habría perdido la ocasión de soportar por un tiempo limitado un Gobierno del PP débil y sujeto al control, de corto aliento y escaso recorrido, pero sometido como nunca (por su minoría insuficiente) al Parlamento y a expensas de una potencial derrota o moción de censura en cada vuelta del camino. Si Rajoy consiguiera su objetivo estratégico (esas terceras elecciones en el día de Navidad), se le abriría el paso a otra aciaga y sólida mayoría de un Gobierno de derecha pura y dura, con fuerza parlamentaria suficiente para imponer vueltas de tuerca antisociales, represivas y desigualitarias: ¡el todavía más insoportable ajuste de 25.000 millones en los Presupuestos del Estado de los tres próximos años (hasta 2019) que exige la Comisión a cambio de "condonar" la multa por clamoroso incumplimiento del imposible calendario de reducción del déficit impuesto y comprometido por el propio Rajoy!

La conclusión no puede ser más inquietante: el horizonte de Rajoy es que la hipotética "fiesta de la democracia" de unas terceras elecciones se torne en lúgubre pesadilla para una mayoría de electores, y tronchada por dilemas dolorosamente rompedores para segmentos vitales de todos los electorados, y singularmente sangrantes para aquellos que votamos con esperanzas de cambio.

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).