Errores y aciertos socialistas escritos con puño y letra

Errores y aciertos socialistas escritos con puño y letra

A propósito del declive del PSOE, nada nos ha hecho tanto daño como la contradicción entre nuestros valores proclamados y nuestras prácticas internas. Hacer discursos de izquierda transformadora y aferrarnos, al contrario, a inercias conservadoras en las agrupaciones. Hablar de solidaridad, empatía y compasión con el débil, pero ejercer una oclusión del debate y una segregación inflexible.

5c8b73da22000051001af19b

En la jornada del domingo, 13 de julio, 120.000 militantes del PSOE acudieron a las agrupaciones locales para elegir de manera directa al secretario general, por primera vez desde los tiempos de la II República. Ejercí mi derecho y mi deber con la esperanza de estar contribuyendo a abrir un tiempo nuevo de PSOE. Un gran cambio que permita a los socialistas españoles recuperar nuestra vocación de mayoría, nuestra ambición de Gobierno para España, sus Comunidades Autónomas y municipios, y la credibilidad perdida ante millones de ciudadanos que nos dieron su confianza una vez o varias veces y nos la retiraron después.

Lo que estaba en juego el domingo no era el Gobierno de España, pero sí la escritura de la primera página de una hoja de ruta que nos devuelva esa ambición por medio de la herramienta de que nos hemos dotado, que es el Partido Socialista. Se trataba de elegir a una capaz de resetear al Partido en un punto cero de un PSOE que proviene, sin embargo, con orgullo, de 135 años de historia, con toda su gloria y miseria, si por ésta comprendemos errores y penalidades que estamos en la obligación de revertir en lecciones aprendidas para mejorar y crecer.

Asistí el pasado lunes a la única conversación entre los candidatos que superaron el corte de recolección de avales. Pensé en el curso de ese encuentro en el avance que esa práctica podía representar en la profundización de la cultura de la participación y la deliberación fraternal en el seno del PSOE, esperanzado en que adquiera cuerpo sólido y se haga irreversible e irrenunciable cada vez que debamos señalar personas para cargos orgánicos o encargos institucionales de relieve en que el carácter, ideas y preparación de los/las posibles candidatos/as desempeñe un papel decisivo.

En ese debate se produjo una pregunta desde el público que incitaba a los tres aspirantes a enunciar lo que, a su juicio, les parecían los errores más graves del PSOE en los últimos años. Desde el indulto a Alfredo Sáenz hasta la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución Española, pasando por el deterioro de la progresividad fiscal con discursos y omisiones cómplices del desarme de nuestro Estado social, lo cierto es que esos yerros no lo fueron del Partido, sino de su acción de Gobierno, todos ellos concentrados en el último período de la etapa ZP.

Y hubiera sido muy útil, porque lo echamos de menos, una reflexión severa, autoexigente y franca sobre errores del PSOE en el área de Partido, no de su ejecutoria en la salida del Gobierno. Un reconocimiento del daño que nos ha infligido la práctica del sectarismo, la fidelización clientelar de lealtades carentes de referentes ideológicos o éticos reconocibles, la exclusión del discrepante y la desconfianza ante aquéllos que arriesgan pensar por cuenta propia sin sujetarse a argumentarios ni aguardar indicaciones jerarquizadas de quien manda.

Tal y como he explicado en varios ensayos a propósito del declive y las dificultades del PSOE en España y otros Partidos socialistas en nuestro entorno europeo, nada nos ha hecho tanto daño como la pérdida de credibilidad causada por la contradicción entre nuestros valores proclamados y nuestras prácticas internas. Hacer discursos de izquierda transformadora y aferrarnos, al contrario, a inercias conservadoras en las agrupaciones y en las federaciones cada vez más alejadas del pulso social cambiante a nuestro alrededor. Hablar de solidaridad, empatía y compasión con el débil, pero ejercer en el interior de las filas y rangos del Partido una oclusión del debate necesario y una segregación inflexible de quienes no se sujeten a prácticas de todo vale... Esas contradicciones son mucho más transparentes de lo que convencionalmente se asume, y son objeto de rechazo con intensidad creciente por cada vez más gente. Resolver esos problemas con un cambio de actitud en la gestión de los activos y excelencias del PSOE, recapitalizarlo contando con todo el mundo y promoviendo a los mejores y más ejemplarizantes ante la sociedad, en lugar de connivir con los apoyos obedientes a quienes ejercen el mando, ayudará sin duda a relanzar al PSOE hacia la recuperación de su identidad en valores y su credibilidad. Y otra, no se olvide, son condiciones inexcusables para la rehabilitación de la alternativa socialista en el Gobierno de España y en la mayoría de sus Comunidades Autónomas y sus Ayuntamientos.

En la reunión de la Ejecutiva Federal en la que el secretario saliente, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunció su decisión de convocar un Congreso extraordinario de forma inminente, a celebrarse a la vuelta de apenas 40 días, me opuse al business as usual de la división faccional del Partido alrededor de plataformas personales en la elección de delegados abocados a una noche insomne de telefonazos y presiones de pesadilla en julio... Y abogué, al día siguiente, en un artículo en EL PAÍS (Arriesguemos) por la elección directa por todos los militantes.

Esa página se ha escrito el domingo, y ahora queda lo difícil, lo realmente exigente: validar este ejercicio de implicación militante con una restauración de la convivencia interna, un reagrupamiento y reconciliación de PSOE que deje atrás el sinsabor de lo ocurrido en Sevilla en febrero de 2011 y siente con ello las bases para la recuperación de la mejor autoestima de quienes nos mantuvieron la confianza en las peores circunstancias y la reconciliación con los millones de electores que un día nos la retiraron, cambiando de domicilio.

Enhorabuena fraternal a quienes han dado la cara en esta fase precongresual -y toda la suerte, desde luego, al secretario general electo, Pedro Sánchez. Esta es la primera página de un cambio cuyas ambiciones van a exigir todavía mucho más, y lo mejor, de cuantos queremos al PSOE y queremos verle de nuevo allí donde pertenece: la gran columna vertebral de la izquierda de la España de los últimos 135 años y referente de izquierda para el Gobierno de España para una próxima bocanada de modernización entrado el siglo XXI.