Nueve historias que ningún reportero de 'Interviú' dejaría de contar a sus nietos

Nueve historias que ningún reportero de 'Interviú' dejaría de contar a sus nietos

Estos nueve guiños constituyen el mínimo para un vistazo: tres portadas, porque Interviú es, para empezar, sus portadas. Tres exclusivas, porque Interviú es, en igual medida, sus revelaciones periodísticas. Y tres fotos de complemento, que dan protagonismo a quienes han hecho o hacen la revista, porque el periodismo de Interviú es un producto muchas veces artesanal y siempre profundamente humano.

A lo largo de 40 años de vida en el kiosco, los que hacemos Interviú hemos tenido muchas ocasiones de resumir su historia. Y no sé de una sola en la que no haya sido complicado comprimirla. Es mucho material: 2.092 números, 15.578 reportajes, 12.073 artículos, 4.859 entrevistas y 3.945 posados de chicas (y chicos), además de las exclusivas y las gamberradas de una cabecera tan singular. Se salen del relato por más que uno apriete, doble, rebañe las esquinas y se siente encima, como en el maletón de las vacaciones, intentando cerrar la cremallera y no superar el peso permitido.

Estos nueve guiños, historias que ningún reportero de Interviú dejaría de contar a sus nietos, constituyen el mínimo para un vistazo: tres portadas, porque Interviú es, para empezar, sus portadas. Son el elemento que todo el mundo conoce; el estandarte que durante las cuatro décadas que ahora cumple la revista se ha oteado en los kioscos y, hoy, se colecciona en Internet. Hay, además, tres exclusivas, porque Interviú es, en igual medida, sus revelaciones periodísticas, los escándalos y las investigaciones que han nutrido cuarenta años de conversaciones de barra de bar, peluquería, oficina o sanedrín de tertulianos. Y hay tres fotos de complemento, que dan protagonismo a quienes han hecho o hacen la revista, porque el periodismo de Interviú es un producto muchas veces artesanal y siempre profundamente humano.

Tres portadas explosivas

El 99,9 por ciento de las portadas de interviú han llevado el erótico reclamo de un desnudo femenino. Pero los reportajes que aventuran no son, simplemente, galerías sexys: suelen tener una historia que contar, un guiño que hacer o una provocación que lanzar a la cara del lector.

El 2 de septiembre de 1976, con la revista en sus primeros balbuceos y la sociedad española iniciando su salida del franquismo, el desnudo de Marisol fue un acontecimiento social sísmico. Tanto que, al fotógrafo, César Lucas, le costó hasta abril de 1980 quitarse de encima un proceso por escándalo público en la Audiencia de Barcelona. Le pedían tres meses de cárcel, nueve años de inhabilitación y 30.000 pesetas de multa.

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Eran tiempos plomizos. Al rascado de la gruesa costra de lodo reseco de la dictadura colaboró esta revista con algunos desnudos que fueron pura osadía. Y entre los más valientes, los que protagonizó Bibiana Fernández respondiendo al morbo, las incógnitas y las fantasías con que el imaginario popular, incluso en la avanzada fecha de 1999, adornaba su figura.

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La tercera portada también es pura cultura popular. La princesa del pueblo, en todo su esplendor, protagonizó tres excelentes portadas que fueron, como esta, de noviembre de 2005, auténticos acontecimientos editoriales.

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Tres exclusivas inolvidables

Si alguna historia ejemplifica las paradojas que vive nuestra política, ninguna mejor que la de Francisco Granados, ex consejero de Interior, ex vicepresidente autonómico y ex número dos del PP en la Comunidad de Madrid. En enero de 2015 Interviú le mostró jugando a las cartas como un preso más en la cárcel de Estremera, la misma que inauguró cuando era un hombre poderoso.

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El poder tiene en España esas subidas y bajadas, para solaz de los partidarios de las emociones fuertes. En 1994, en plena montaña rusa de su biografía política, vio Luis Roldán, director general de la Guardia Civil, publicadas unas fotos de una orgía en la que había participado unos años antes. Inolvidable aquella foca hinchable.

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Ese reportaje, y aquellos calzones de lunares, han pasado ya a la categoría de mito en un olimpo periodístico en el que también está otra tremenda exclusiva de los tiempos fundacionales de Interviú. En 1982, la redactora María Antonia Iglesias y el fotógrafo Germán Gallego contaron que "en una asquerosa nevera" de la clínica San Ramón de Madrid se guardaba el cadáver de un bebé. Era la primera gran revelación sobre el oscuro fenómeno de los niños robados, que hoy, cincuenta años después de su inicio, sigue sin contar con la gran investigación oficial que demandan las víctimas.

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Y tres fotos de reporteros

Vayan para finalizar tres imágenes, de tres distintas épocas de Interviú, que identifican mejor que nada el espíritu del reporterismo que practica la revista, explorando hasta el límite el derecho y la obligación de informar, poniendo a prueba la tolerancia de los poderes de este país ante la libertad de expresión y afianzando un pacto íntimo con los lectores. No son fotos de famosos, ni de poderosos ni de corruptos. Son tres instantáneas de personajes que, en lugar de ser noticia, la contaron. Los tres tienen en común la condición de periodistas.

La primera, en blanco y negro, representa uno de los momentos fundacionales del periodismo gonzo en España. En febrero de 1981, el reportero Luis Cantero se hizo pasar por un pobre viandante al que habían atracado en la carretera de Esplugues y recorrió esa localidad barcelonesa pidiendo la caridad de vestir al desnudo. En ocasiones, como se aprecia en la foto y contaría después, levantó el estupor del vecindario.

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El protagonista de la segunda foto es el periodista rumano Alexandru Petrescu, en tiempos prolífico colaborador de la revista, que encarnó (en el sentido literal de la palabra) muchas de las definiciones académicas del Nuevo Periodismo. Es el grandón de melena rubia que se agacha, azada en mano, sobre los plantones de pepino en un invernadero de El Ejido (Almería).

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Fue una de nuestras vías más singulares de abordaje informativo del fenómeno de la inmigración. En febrero de 2000, Petrescu se metió en un autobús de jornaleros rumanos que salía de Madrid y entró a trabajar por unos días bajo los plásticos, con marroquíes, europeos del este y negros subsaharianos, para poder contarlo en primera persona. Por resumir, van dos de las conclusiones de su reportaje: una, que El Ejido, entonces, se estaba convirtiendo en una reedición de los pueblos mineros del salvaje oeste; y dos, que los trabajadores negros cobraban menos que los blancos.

La tercera imagen es, más que una instantánea, un manifiesto radical de periodismo. El protagonista es uno de los gigantes del reporterismo en España, Juan Luis Álvarez, que falleció el pasado 25 de noviembre. La foto se tomó un amanecer de octubre de 2006. De fondo, una de las fachadas de la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Juan Luis, al que llamábamos Fiti, se apresuraba con dos grandes bolsas de basura en la mano. Había que cogerlas en el intervalo que mediaba entre que el servicio de limpieza las sacara a la calle y que el camión de la basura llegara con su cansino paso.

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En otras ocasiones, Fiti ya había hecho de muckraker (literalmente, escarbador en la basura. Así motejó el presidente Theodor Roosevelt a los periodistas más incisivos que le picaban con sus aguijones). Se metía en tan desagradable trajín para demostrar cómo la banca, Hacienda o el Gobierno arrojaban a la calle sin ningún cuidado ni respeto los secretos de clientes y súbditos, por no decir ciudadanos. El resultado de aquellas madrugadas acechando fue el reportaje Los interiores de Asuntos Exteriores, en el que Juan Luis dio a conocer al público documentos sobre la negociación UE/Rusia, notas sobre el peligro islamista en el Reino Unido o, en fin, alguna petición de enchufe de algún embajador para algún pariente. Todas las grandes historias de Interviú llevan una guarnición de pequeños detalles, y muchas veces son lo más sabroso del plato.