En América Latina, la recuperación económica es una agenda social

En América Latina, la recuperación económica es una agenda social

Ante el estancamiento o crecimiento negativo de algunas economías latinoamericanas y su influencia en los países de mediano y pequeño porte, la cuestión del ajuste fiscal y qué tipo de ajuste ha vuelto a ser un tema central del debate público, sobre todo por su potencial impacto en las ganancias sociales conquistadas en la última década.

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Foto de una ciudad latinoamericana/EFE

Cada pronóstico económico para América Latina de los organismos internacionales contribuye a aumentar el nivel de preocupación sobre las perspectivas de crecimiento regional para 2016, especialmente en los países más grandes de la región, Brasil, Argentina y Venezuela.

Las predicciones de los organismos internacionales y los analistas privados coinciden en que la región experimentara una caída del PIB de alrededor de 0,5 % en 2016, principalmente por el peso relativo que las grandes economías tienen en cómo se genera el promedio regional.

Esta cifra esconde el hecho de que desde Chile hasta Panamá, pasando por Perú, Paraguay y Bolivia hay países que siguen creciendo a pesar de las adversas condiciones externas tanto a nivel regional como internacional.

Ante el estancamiento o crecimiento negativo de estas economías y su influencia en los países de mediano y pequeño porte, la cuestión del ajuste fiscal y qué tipo de ajuste ha vuelto a ser un tema central del debate público, sobre todo por su potencial impacto en las ganancias sociales conquistadas en la última década.

Es entonces esencial volver a políticas de crecimiento económico y, mientras tanto, amortiguar el impacto de potenciales ajustas sobre los más pobres.

La región está mejor preparada para enfrentar esta situación de lo que estaba hace quince años, Así, la agenda de recuperación económica se transforma también en una agenda social.

Un reciente trabajo del laboratorio de la equidad del Banco Mundial es alentador en el sentido de que, según los más recientes datos de pobreza, esta no se ha incrementado en la región a pesar de la caída en el crecimiento económico.

Es cierto, se detuvo el ensanchamiento de la clase media, que había registrado un incremento de 150 millones de personas en la década pasada, por el influjo principalmente de la expansión derivada de los favorables términos de intercambio, resultado de la bonanza de las materias primas.

Todos coinciden en la necesidad de reformas estructurales tendentes a fortalecer la productividad y el ahorro interno, pero estos cambios ni se realizan de un día para el otro ni su impacto es tangible en el corto plazo.

La buena noticia, según estos datos es que los sectores vulnerables que representan el 40% de la población latinoamericana y cuyo ingreso está ubicado entre 4 y 10 dólares diarios, se están ubicando más cerca del límite superior de ingreso, o sea de los 10 dólares diarios, que del límite inferior.

Ello constituye por el momento un muro de contención frente a la posibilidad de que puedan caer en la pobreza que, en la región, es medida a partir de un ingreso de 4 dólares por día.

Además, y producto de los ingresos de carácter no laboral, ya sea por las remesas o transferencias monetarias condicionadas, como la conocida Bolsa Familia del Brasil, se ha logrado contribuir a limitar el impacto negativo de la desaceleración económica en el ámbito social.

Y es que aunque parte de la explicación de la enorme caída de la pobreza en la década pasada se encuentra en el aumento de los ingresos laborales que devinieron del boom de las materias primas directa o indirectamente, la pobreza también cayó en otras economías no necesariamente dependientes de la oferta exportable de materias primas.

El reciente aumento de los precios de algunas materias primas agrícolas resulta algo esperanzador en el corto plazo para los países productores de soja u otros productos del agro, que podrán así tomar estos elementos a su favor, a la hora de pensar en cómo ajustar las economías a los nuevos tiempos.

Todos coinciden en la necesidad de reformas estructurales tendentes a fortalecer la productividad y el ahorro interno, pero estos cambios ni se realizan de un día para el otro ni su impacto es tangible en el corto plazo.

Mientras tanto, los formuladores de políticas se encuentran ante el dilema de cómo potenciar el crecimiento con baja inflación sin afectar a la inclusión social, ya que un aumento de la conflictividad en el corto plazo haría inviables las reformas del sector productivo a largo plazo.

El espacio de maniobra para los diferentes países varía de acuerdo a sus equilibrios macroeconómicos y los acuerdos con los movimientos sociales.

FONPLATA, por su parte, seguirá apoyando los esfuerzos por mantener las ganancias sociales de la década pasada.