La receta budista para vivir unas vacaciones continuas

La receta budista para vivir unas vacaciones continuas

Las vacaciones son, sobre todo, un estado mental. Despeja tu mente, párate a contemplar con detalle lo que te rodea, recupera tu libertad interior, olvida la multitarea y entrégate a cada cosa que hagas con la curiosidad de un niño...

view large!mindfulness/Flickr

Probablemente ya estés rascando el fondo de los bolsillos de todos tus pantalones para poder pagar el material de la vuelta al cole, pero no olvides que las vacaciones están siempre a la vuelta de la esquina. Así que, en este cambio de ritmo, ten cuidado de no tirar el grano y guardar la paja y, por favor, dame el beneficio de la duda --al menos mientras dure este artículo--, porque tal vez descubras algo útil aquí.

Las vacaciones son, sobre todo, un estado mental. Y aun así, para la mayoría de nosotros, la puerta hacia la libertad se abre sólo cuando se cierra la de la oficina. La primera noche de las ansiadas vacaciones es un momento mágico. Casi nos entran ganas de volvernos locos, tirar la casa (o la oficina) por la ventana y salir a la calle a abrazar una farola y bailar claqué cantando con los desconocidos por el camino.

Durante las vacaciones nos devuelven la libertad después de semanas de agotador trabajo, de obligaciones y responsabilidades. La libertad, como mecida por el ir y venir de las olas, parece ser el fruto de las horas de ociosidad. Un tesoro escondido bajo una baldosa, un boleto ganador de la lotería, un chute de adrenalina que nos recarga las pilas. Libertad: la sensacional alegría por las larguísimas horas que nos separan de la vuelta al trabajo. ¡No hay nada mejor!

Por supuesto, el contexto hace mucho. Notarás que es mucho más fácil sentirte libre con los pies encima de la mesa y bebiendo un gin tonic que atrapado en la congestión humana del metro camino de una reunión de trabajo. Pero, ¿es un hecho inmutable? ¿De verdad piensas que tu libertad interior sigue dependiendo de las condiciones externas? Si piensas así, asume la posibilidad de cambiar de opinión y sigue leyendo...

"I'm free! Like a river..." Y vaya si era libre como un río Stevie Wonder cuando cantaba esta canción, antes de que lo patrocinara un banco. El curso del río simboliza nuestra aparente libertad: o bien nos dejamos llevar por la corriente como una hoja de otoño o permanecemos quietos como una piedra en el fondo del río, con pocas posibilidades de ver la luz del sol. Para poder seguir siendo libres, es necesario soltar lastre y dejarse llevar por el paso del tiempo. Eso es lo que sentimos durante las vacaciones: el sentimiento de dejar marchar, nacido de la conjunción definitiva del ser y el tiempo (gracias, Heidegger).

Pero, una vez más, es fácil decir algo así mientras se está sentado en un mullido sillón: el tiempo puede tomarse su tiempo, las horas son largas y ninguna obligación viene a perseguirte, excepto quizás la de rellenar la cubitera del congelador. Pero, ¿qué puedes hacer una vez que has vuelto de la isla paradisíaca de Ko Samui o de las cataratas del Niágara?

Esta es la receta para lo que los maestros budistas llaman la "emancipación inconcebible": la forma definitiva para sentirse libre en cualquier circunstancia. Lo único que hace falta es aceptar la vida que estás viviendo; recibir con el mismo espíritu tanto el placer como el desagrado. Estar con en vez de en contra. Y darse cuenta de que con en el tiempo, en la coincidencia de las cosas, el río y la hoja están completamente emancipadas y libres.

Esta es la teoría. Ahora podemos pasar a la receta con unos pasos más concretos. Primero debes dejar marchar algunos de esos pensamientos que recorren tu mente. De esa forma, la mente podrá emanciparse y ser libre de adoptar el estado mental que habrás escogido: el de unas vacaciones de por vida.

Aquí tienes algunas sugerencias, pero tómate la libertad de añadir otras propias:

Limpieza mental: Cierra los ojos durante cinco minutos y limpia el polvo de tu mente con delicadeza. Cuando aparezca un pensamiento, apártalo suavemente a un lado, guárdalo para usarlo más tarde (o nunca). Es una especie de servicio de limpieza que debes practicar varias veces al día. La clave de este ejercicio es tratar a todos lo pensamientos con ternura.

El sillón: Inmerso en tus actividades haces desaparecer el mundo exterior. ¡Detente! Respira hondo y abre tus ojos para contemplar el horizonte. Sea cual sea el paisaje frente a ti, pierde tu mirada en la distancia. Al variar el enfoque de esta forma, la energía cambia completamente y recuperas tu espacio de libertad interior. La clave de este ejercicio es el cambio de perspectiva.

Cada cosa a su tiempo: Olvida eso de la multitarea. Dedica cada momento a hacer una cosa. Pero entrégate por completo a hacerla, a sentir los movimientos, los olores, el contacto de tus pies con el suelo... Y recupera la simplicidad del momento. La clave para este ejercicio es acercarse a cada actividad con la curiosidad de un niño.

Estos ejercicios para la mente te permitirán volver al aquí y ahora y recobrar el destino ideal de unas continuas "vacaciones internas".

Bon voyage!

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Este post fue publicado originalmente en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno

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