¿Lo estoy fingiendo? Así es vivir con una enfermedad invisible

¿Lo estoy fingiendo? Así es vivir con una enfermedad invisible

"Tengo un aspecto perfectamente sano, pero no estoy bien. Estoy lejos de estarlo".

MangoStar_Studio via Getty Images

Tengo un aspecto perfectamente sano.

Me levanto de la cama, me ducho, me pongo ropa limpia, me maquillo, sonrío, hablo con la gente y me río.

Pero no estoy bien. Estoy lejos de estarlo. En marzo del año pasado sufrí una grave depresión. Me redujeron la dosis de la medicación y dejó de funcionar como solía. Me sentía al borde de un precipicio, pendiendo de un hilo.

A fecha de la escritura de este blog, me han vuelto a subir la dosis y me siento más estable, más yo misma. Sin embargo, sigo teniendo el mismo aspecto. Parezco tan sana como cuando tuve problemas. Tener trastorno bipolar o cualquier otro problema de salud mental implica también ser consciente de que tienes una enfermedad invisible.

Tengo días buenos, semanas buenas y, si estoy con suerte, meses buenos. En esas ocasiones sí que me siento capaz de seguir adelante con mi vida. Puedo salir por ahí y disfrutar de la vida sin que este ogro que es el trastorno bipolar esté al acecho. Aunque también hay una voz. Es una voz que al principio resulta molesta y luego monopoliza mis pensamientos:

"No te pasa nada, lo estás fingiendo".

Me dice que soy una vaga y que solo busco llamar la atención, que todo es una patraña. Incluso en medio de un episodio psicótico o un ataque de pánico, la voz sigue ahí. A veces me creo lo que dice. Es una voz peligrosa. Más de una vez he dejado de tomarme la medicación porque me había convencido de lo que me decía. Ninguna de esas veces hubo un final feliz.

Es agobiante que te digan que todo eso que sabes que te pasa en la mente y que sientes tan real es falso, una mentira.

Soy consciente de que no soy la única persona que vive con esa voz y con miedo de estar inventándose todo. La voz surge de años de diagnósticos equivocados y del miedo de que el último diagnóstico también lo sea. De hecho, nunca me encontraron ningún problema. Incluso cinco años después de que me diagnosticaran trastorno bipolar me sigo comparando con otras personas con ese problema y me intento convencer de que no me pasa nada, pero en el fondo sé que el trastorno bipolar es un problema muy complejo que afecta a cada uno de un modo diferente.

La voz también surge de las malinterpretaciones que hace la gente de las enfermedades mentales, de sus ideas sensacionalistas y de algunos de los comentarios que hacen, como:

"Yo no me creo lo de las enfermedades mentales" o "La psiquiatría y sus medicamentos son una farsa".

Es agobiante que te digan que todo eso que sabes que te pasa en la mente y que sientes tan real es falso, una mentira. Las personas que hacen ese tipo de juicios de valor no actúan de forma correcta. Me resulta extraño que, aunque una de cada cuatro personas sufren algún tipo de enfermedad mental a lo largo de su vida, siga habiendo tan poca comprensión y concienciación en la sociedad.

Precisamente porque las enfermedades mentales son invisibles resulta tan difícil comprenderlas y sentirse identificado con quienes las sufren.

Y vuelvo a enlazar con el inicio del blog: precisamente porque las enfermedades mentales son invisibles resulta tan difícil comprenderlas y sentirse identificado con quienes las sufren. A la gente le gusta encontrar una explicación para cada comportamiento y, como las enfermedades mentales no se pueden ver como una extremidad escayolada o un vendaje ni mediante una radiografía, busca otros modos de explicar lo que sucede. Como humanos que somos, queremos respuestas. Queremos arreglar lo que está estropeado. Sin embargo, no siempre hay respuestas sobre el origen de una enfermedad mental ni existen arreglos rápidos. A algunas personas les supone toda una vida de reparar una y otra vez lo que deja de funcionar.

Ir al psiquiatra y medicarme me ha salvado la vida. No estaría aquí si no fuera por el efecto de los medicamentos y unos ajustes a mi estilo de vida. Los baños relajantes y las tazas de té no habrían tenido el mismo efecto. Tengo que recordarme todo esto a diario. Tengo que educar e informar a mis amigos, familiares y desconocidos acerca del trastorno bipolar y las enfermedades mentales en general. A cuantas más personas llego, más silenciosa se hace la voz.

Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.