No, a mi hijo no le gustan los deportes

No, a mi hijo no le gustan los deportes

No es que mi hijo no practique ningún deporte, es que tampoco le gusta verlos. ¡Madre mía, qué tragedia! Lo sé. Mi hijo tiene una profunda empatía con los demás. Mi hijo tiene una sed insaciable de conocimiento. Pero el mundo sólo tiene reservadas para él preguntas como "qué, ¿juegas al baloncesto?". En serio, ¿es que la sociedad no da para más?

Kerry Foreman

La consulta del dentista, una función escolar (o cualquier sitio, en realidad) te hará darte cuenta del hecho de que la gente no sabe cómo hablar a tu hijo si no le gusta el deporte.

La sociedad está programada de forma que resulta anómalo que un niño no haga deporte. ¿Y de qué se puede hablar con un niño si no podemos preguntarle por el fútbol o el baloncesto?

No es que mi hijo no practique ningún deporte, es que tampoco le gusta verlos. ¡Madre mía! Qué tragedia, lo sé.

Mi hijo tiene una profunda empatía con los demás.

Mi hijo es un pensador crítico.

Mi hijo se cuestiona constantemente todo lo que le rodea.

Mi hijo no es cuadriculado.

Mi hijo tiene una sed insaciable de conocimiento sobre el espacio.

Pero el mundo sólo tiene reservadas para él preguntas como "qué, ¿juegas al baloncesto?".

¿En serio? Este niño de 13 años, que podría cambiar el mundo, se ve obligado a contestar siempre que no le interesa el deporte. ¿Es que no damos para más?

Hasta los 11 años, veía a mi hijo coger hierba del campo de béisbol. Le veía correr por la cancha de baloncesto con la lengua fuera y animar a sus compañeros cada vez que encestaban. Probamos con todos los deportes, le animamos y motivamos para que se metiera en ese mundo.

Las demás madres me miran con reproche cuando les digo que dejé a mi hijo decidir si quería practicar algún deporte o no cuando tenía 11 años.

¿Cómo me atrevo a servir de guía y de apoyo para mi hijo en vez de intentar moldearlo para que sea como se espera que sea un chico?

Lo entiendo, de verdad... se supone que los niños tienen que seguir un plan establecido para alcanzar el éxito, ¿no? Nos creemos que los metemos en el deporte y ellos se dedican a jugar en el instituto y de paso ganan popularidad y aceptación, cosa que apacigua nuestros temores. La sociedad nos ha inculcado el miedo a que nuestros hijos se sientan excluidos si no practican ningún deporte.

Ignoramos las estadísticas que hay detrás de los traumatismos craneales.

Ignoramos el porcentaje de chicos que siguen practicando un deporte concreto cuando son mayores.

Ignoramos si nuestros hijos están disfrutando o no.

Ignoramos cuáles son sus verdaderas pasiones.

Ignoramos que los deportes competitivos les roban gran parte de su tiempo libre.

No estoy diciendo que el deporte no tenga valor. De hecho, lo tiene. Especialmente si a tu hijo o a tu hija le encanta. El deporte les hace exigirse más a sí mismos, les hace aprender, supone un desafío para ellos. Tiene muchas cosas buenas.

Si a tus hijos no les apasiona el deporte, y me refiero a apasionar de verdad, ¿por qué lo practican?

¿Por qué no indagamos más? ¿Por qué no miramos más allá de las expectativas de la sociedad?

¿Hasta qué punto tiene que ver contigo la implicación de tus hijos con el deporte?

¿Qué pasaría si llegáramos a conocer a nuestro hijo? ¿Qué pasaría si le preguntáramos si le gusta el deporte o si prefiere la robótica, la medicina forense, o algo por el estilo?

¿Qué pasaría si le preguntáramos "¿quién eres y qué es lo que te gusta?"?

¿Qué pasaría si le dijéramos que no pasa nada por que no le guste el deporte?

¿Qué pasaría si dijéramos "te guste lo que te guste, nos parece perfecto"?

¿Qué pasaría si dejáramos a un lado nuestros intereses y tuviéramos la mente más abierta?

La aceptación de unos padres tiene un valor incalculable. De esos padres que tienen la mente abierta. De esos padres que aprenden cada vez más sobre sí mismos y sobre sus hijos.

Le debemos a nuestros hijos algo mejor que intentar embutirlos en un sistema en el que no encajan. Si tu hijo no es deportista, no pasa absolutamente nada.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.

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