Olvidar y reconciliarse

Olvidar y reconciliarse

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En su discurso de la manifestación constitucionalista del 29 de Octubre, Josep Borrell llamaba a la reconciliación entre catalanes, a coser las heridas y volver a unir lo que se ha roto. Estoy de acuerdo en que, sea cual sea el resultado de las elecciones del 21D, por el bien de todos, convendría que intentáramos volver a encontrar lo que nos une en lugar de lo que nos separa, e intentar trabajar por el bien común de Cataluña y España, cada uno desde su sentimiento indentitario y su posición ideológica. Pero reconozco también que, a nivel personal, es difícil volver atrás y olvidar todo lo ocurrido en estos meses porque la decepción y el impacto han sido profundos.

Me cuesta olvidar que me hayan hecho sentir extrajera y hasta me hayan llamado 'colona' en mi propio país.

Me cuesta olvidar que el idioma se haya se haya tornado en un medio para señalar y dividir en una sociedad que hasta hace poco era completamente abierta al bilingüismo

Me cuesta olvidar que me quieran hacer el elegir entre ser nacionalista catalana o nacionalista española, cuando yo no quiero ser nacionalista de ningún tipo.

Me cuesta olvidar que se haya promovido el surgimiento banderas por todas partes: esteladas primero y banderas españolas después. Porque a mí me gustaba vivir en un país sin banderas, en el que el mundo no se dividía en dos bandos y en el que uno no sabía a qué bando pertenecían sus vecinos dependiendo de la bandera que colgara de su ventana.

Me cuesta olvidar que el idioma se haya se haya tornado en un medio para señalar y dividir en una sociedad que hasta hace poco era completamente abierta al bilingüismo. Me decepciona que algunas personas con las que siempre he hablado en castellano, de repente solo se dirijan a mí en catalán, supongo que siguiendo las consignas dadas por la ANC de no usar el castellano aunque el interlocutor use tal lengua.

Me cuesta olvidar las broncas en los grupos de WhatsApp de padres y amigos por la publicidad independentista que llega casi indiscriminadamente a todos los ámbitos

Me cuesta olvidar que se haya roto la regla no escrita según la cual en los trabajos y en los colegios se deja la política fuera

Me cuesta olvidar que se haya roto la regla no escrita según la cual en los trabajos y en los colegios se deja la política fuera, creando tensiones innecesarias e contraproducentes. Yo no quiero tener que saber qué compañeros y qué padres del colegio son independentistas y quiénes no, pero, a partir de las dos huelgas políticas cuyo objetivo no era defender derechos laborales si no mostrar una postura ideológica, y de la ostentosa exhibición de símbolos como el lazo amarillo en todos los ámbitos, es casi inevitable que todos sepamos de qué lado estamos. No quiero trazar líneas de separación o tensiones que, de otra manera, probablemente no existirían

Me cuesta olvidar que ahora una no pueda estar tranquila en reuniones con amigos independentistas pues en algún momento aparece el discurso sobre lo horrible que es el Estado español y lo bien que estarían por su cuenta. La permanente "matraca independentista", como lo calificó el compañero de celda de Jordi Sanchez, se hace a veces agotadora. Supongo que también respondiendo las consignas dadas para insistir y ganarse adeptos para la causa.

Me cuesta olvidar las muchas noches de caceroladas, que mas parecían convocadas para enervar a los no independentistas que estábamos tranquilos en casa, que para protestar contra un gobierno que no podía oír su sonido desde Madrid.

Me cuesta olvidar que se esté poniendo en peligro mi trabajo y el de muchas más personas

Me cuesta olvidar las acusaciones directas, a mi persona, e indirectas, metiéndome en el mismo un mismo saco con el resto de los españoles como si todos fuéramos iguales, de dar cobertura a la corrupción del PP cuando nunca les di mi apoyo.

Me cuesta olvidar que se esté poniendo en peligro mi trabajo y el de muchas más personas, pues la presencia aquí de mi empresa, como tantas otras, depende en gran medida de una estabilidad política, jurídica y económica que se está tambaleando por las aventuras unilateralistas.

Me cuesta olvidar que se haya minado la imagen de Cataluña como un lugar de vanguardia cultural y abierta para convertirse en el lugar del ensimismamiento cultural catalán, donde muchas veces, más que la calidad, pesa el idioma, o si se ha producido o no 'en la tierra'.

Me cuesta olvidar que perjudicar las instituciones y economía del Estado Español formara parte de una estrategia definida, con el objetivo de presionar para alcanzar la independencia, aunque eso pudiera perjudicar gravemente al conjunto del país.

Pudiera ser que si se dejaran de tomar acciones en contra de lo legítimo y legal también se pudieran detener las reacciones y pudiéramos todos empezar a olvidar y reconstruir.

Me cuesta olvidar que siempre se dirijan con desprecio a la 'cultura española' como si fuera única y negativa. Que mucha gente presuma de no haber puesto nunca un pie en Madrid, mi ciudad de nacimiento, cuando prácticamente la totalidad de mis amigos y compañeros de allí conocen Barcelona o algún otro lugar de Cataluña, y el que no lo ha hecho no presume de ello, si no que al menos hasta ahora lo decía con pesar.

Me cuesta olvidar que se hayan extendido cientos de mensajes con información falsa sin que nadie se haya parado 5 minutos a cuestionarla o contrastarla, sólo porque reafirmaba la idea del Estado Español represor.

Hay mucho para olvidar y no tengo dudas de que en el lado independentista muchos encontrarán una lista de agravios similares en sentido contrario, de la que también les cueste pasar página, pues mucho se ha hecho y dicho en los últimos meses en una escalada verbal, de acción política y mediática sin precedentes. Se ha provocado una situación de acción-reacción, en la que la acción la iniciaron unos (los que optaron por el órdago independentista al Estado), y el resto reaccionó, a veces de manera poco afortunada. Pudiera ser que si se dejaran de tomar acciones en contra de lo legítimo y legal, también se pudieran detener las reacciones y pudiéramos todos empezar a olvidar y reconstruir.