El disco negro

El disco negro

Desde hace tiempo, cada nuevo episodio del caso Bárcenas tiene un insoportable aire de cosa ya vivida. Con machacona insistencia, la historia se repite: alguien, muchas veces el propio extesorero del PP, destapa algún detalle siniestro; las evidencias se convierten en vehementes; los portavoces del PP responden como el protagonista de ese sketch de Faemino y Cansado, que se cuela con descaro en la taquilla de un cine, y cuando los demás se lo afean responde con un "ya, ya; vamos a ver, vamos a ver".

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Desde hace tiempo, cada nuevo episodio (periodístico, policial, judicial...) del caso Bárcenas tiene un insoportable aire de cosa ya vivida. Con machacona insistencia, la historia se repite: alguien, muchas veces el propio extesorero del PP, destapa algún detalle siniestro; las evidencias se convierten en vehementes; los portavoces del PP responden como el protagonista de ese sketch de Faemino y Cansado, que se cuela con descaro en la taquilla de un cine, y cuando los demás se lo afean responde con un "ya, ya; vamos a ver, vamos a ver".

El final de cada capítulo acaba siendo el mismo: al pétreo suelo electoral de ese partido, los "ya, ya; vamos a ver, vamos a ver" le parecen explicaciones absolutamente convincentes, y así lo proclama en las urnas.

El caso de los discos duros posee, por añadidura, el aroma de las historias no sólo vividas, sino también leídas en tantas novelas y películas de serie negra: Un sujeto de pasado más o menos siniestro intenta rehacer su vida. Para ello, en primer lugar borra las huellas de todo lo que pueda incriminarle y construye minuciosamente una nueva identidad en una comunidad diferente. Las cosas parecen irle de maravilla: convence a sus vecinos de que es un ciudadano ejemplar -aunque siempre hay alguno que sospecha-, y se embarca en grandes proyectos... Hasta que, en un momento clave, el pasado revive, de forma natural o sobrenatural, y todo se viene abajo (en muchas ocasiones, literalmente, como el protagonista de El Extraño, de Orson Welles).

Formatear 35 veces un disco duro se parece un poco a esas ejecuciones medievales que acababan con el reo desmembrado por caballos. Hay algo ritual y profundamente irracional en ese furor destructivo.

Pero el extraño ensañamiento con el que los disquicidas del PP destruyeron esos indefensos soportes informáticos le añade a la historia un toque muy especial. Diríase que no era sólo el lógico miedo a que sus irregularidades contables fueran descubiertas lo que movió semejante inquina. Porque formatear 35 veces un disco duro se parece un poco a esas ejecuciones medievales que acababan con el reo desmembrado por caballos, bastante después de que el desventurado hubiera fallecido víctima de mil tipos de sevicias. Hay algo ritual, profundamente irracional en ese furor destructivo.

A mí, la historia me ha recordado a uno de los relatos más celebres de Edgar Allan Poe, El gato negro. El personaje, un tipo normal, un día que llega borracho a casa le arranca, inexplicablemente, un ojo a su gato. Aunque éste se recupera, la obsesión del sujeto crece, por lo que termina ahorcando al animal. Desde ese momento, el espectro del gato le persigue y en su locura asesina a su propia esposa y luego empareda el cadáver. La protocolaria visita de la policía parece ir muy bien, y el hombre se cree a salvo, hasta que tras las paredes se escucha el maullido de un gato, tan similar al llanto de un niño. Derribado el muro, el crimen se descubre, como nos narra el protagonista en la víspera de su ejecución.

Como al personaje de El gato negro, el siniestro disco, que todos habían dado por requetemuerto, se le aparece a Rajoy en el momento más inoportuno; aunque, en lugar de maullar, parece repetir el lúgubre mensaje de otro inolvidable animal de Poe, El Cuervo. En vísperas de su reválida como presidente del Gobierno, el espectro del disco duro de Bárcenas cobra vida para repetirle aquel siniestro "Nunca más".