No nos equivoquemos: Melania Trump no necesita ser salvada

No nos equivoquemos: Melania Trump no necesita ser salvada

Ella sabe de qué va la cosa: ahora le viene bien ser el contrapunto bueno de su marido, tirar de imagen de chica buena, invocar a Jackie Kennedy gracias a un vestido azul y a un par de guantes. A los dos les viene bien. Pero Melania ya tiene sus propias ideas, no nos equivoquemos

AFP

#FreeMelania, libertad para Melania, salvad a Melania... son algunas consignas y etiquetas, supuestamente divertidas, que circulan estos días a propósito del aterrizaje del infame Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos. Él ha llegado cargado de palabrería y metiendo tajos a todo lo importante (lucha contra el cambio climático, aceptación de la diversidad y de la comunidad LGTB, acceso a los derechos sanitarios... ¡si le ha cortado las alas hasta al español!), con su pose de machirulo, sus modales bruscos y sus insultos a la prensa (una cosa le digo, Señor Naranja: lo que no te mata te hace más fuerte). Tras él, discreta, callada y seria ha llegado Melania Trump.

Melania y sus imágenes. Es todo lo que tenemos de ella (y parece que casi todo lo que tendremos), a falta de palabras. Seria, seria en la misa, seria junto a los Obama, seria en la toma de posesión, seria en el almuerzo posterior. Haciendo lentas olas con sus párpados, agachando mohína la cabeza, sin que nadie la espere al bajarse del coche. Pobre Melania, tan triste, compartiendo techo con ese hombretón tan... tan... tan todo. Qué risa Melania, con sus gestos convertidos en memes, con pancartas de ella ("Melania, si necesitas que te rescatemos parpadea dos veces"); que gracia, todos inventándonos que su caja azul de Tiffany's tenía mensajes de ayuda.

Pues mira, no. Melania no nos necesita. Quizá en la jornada de investidura estuviera seria y nerviosa, mucho menos acostumbrada a estar en el foco mundial que los Obama después de sus ocho años y mucho menos fotogénica y lista ante las cámaras que ellos. Pero ella sabe de qué va la cosa: ahora le viene bien ser el contrapunto bueno de su marido, tirar de imagen de chica buena, invocar a Jackie Kennedy gracias a un vestido azul y a un par de guantes. A los dos les viene bien.

Pero Melania ya tiene sus propias ideas, no nos equivoquemos: ha confesado que quiere ser "una primera dama tradicional", ella también ataca el papel de los medios y de las redes sociales (algo que refleja su elección del bullying en las redes --a las que califica como "infames y groseras"-- como causa de su carrera) y da crédito y alimenta los mismos bulos de su marido, como el de que Obama no es estadounidense.

Ella no es un activo (su papel pinta muy, muy lejano del de Michelle Obama), sino solo un +1 de su marido. Un accesorio, una figura que viene bien como punto de fuga, como cambiador de vestidos (ay, con el uso tan inteligente y al detalle que hizo Mrs. Obama de todo su armario) Aquí la verdadera acompañante del presidente, su asesora, es la dura Ivanka, ¿a que de ella no sentimos pena? De ahí que Melania no necesite ser dura; al contrario, cuanto más suavice su papel, más ayudará a ablandarnos el corazón.

Además, hay otro detalle no menor: Melania no necesita ser salvada --aunque necesitara salvación-- porque ya está ella para salvarse a sí misma. Ella puede hacerlo ella sola, también bajarse de un coche. No seamos machistas en casa del mayor machista del planeta, por favor. No es ninguna princesa con trenzas encerrada en una torre: es una mujer al borde de los 47 años, con cinco idiomas, un hijo, una exitosa carrera como modelo y una imagen poderosa. Y aunque no tuviera ninguna de esas cosas, es igual: no os necesita, caballeros andantes.

Melania tiene muy claro su papel y el mensaje que quiere lanzar. Y Donald con ella. Y nosotros seríamos tontos si nos dejáramos engañar por un truco tan de principiantes.

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