Terelu dirá muchas chorradas, pero habla del suicidio en 'Sálvame', y eso es importante

Terelu dirá muchas chorradas, pero habla del suicidio en 'Sálvame', y eso es importante

Que un personaje como Terelu hable del suicidio y que lo haga en un programa como 'Sálvame', que ven unos dos millones de personas cada tarde, es importante. Es clave. Que sus compañeros (para quienes se necesitan tapones y, a veces, una tila) la escuchen en silencio, preguntando con cuidado y respeto, es sorprendente, es importante

TELECINCO

Si no has visto Las Campos, no has visto nada. Churros, porras, mercadillos, comidas de alto copete entre tacos desmedidos, insultos sibilinos, altas cunas y bajas camas. Quizá dentro de 10 años recordemos sus programas y sus anécdotas como sigue en nuestras mentes absurdas (por acumuladoras de absurdeces) aquel "¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?" o como los papeles de la paella. Ay, la cultura popular.

Las Campos, las tres, y sus programas, que van a ser muchos más de tres (una gallina de los huevos de oro como esta no se desaprovecha tras un par de puestas) pueden ser para unos una compleja radiografía de los nuevos ricos la clase media alta de este país, mientras que para otros es sencillamente una chorrada infumable. En general, para la mayoría está en un punto medio: unas cuantas risas, unos cuantos momentitos de vergüenza, comentarlo al día siguiente en el trabajo, hasta la próxima.

Entre las muchas bocachancladas que se dicen en él, de todos modos, me llama la atención (por extraño, por respetuoso, por cuidado) el tratamiento que se ha hecho en el último programa, y también en su ecosistema, del suicidio. No sé cómo es Terelu en persona, no tengo el gusto, pero el otro día la vi sentada (zapeando, de verdad, de casualidad, que yo no veo esas cosas, carita de monito tapándose los ojos) en Sálvame y me gustó. Me gustó lo que dijo y cómo lo dijo. Su padre se suicidó cuando su hermana y ella tenían 17 y 18 años. Eran unas crías. Él, un conocido periodista de la costa malagueña, expareja de otra importante periodista como era y es María Teresa Campos. Pero Terelu habló del asunto, con lágrimas y con dolor, pero habló. Con naturalidad, exponiendo sus argumentos, sin melodramas, sin nada que forzar. Es un capítulo más en su vida, por difícil que sea, y es susceptible (porque su vida entera lo es) de ser tratado en televisión con naturalidad.

Que un personaje como Terelu hable del suicidio y que lo haga en un programa como Sálvame, que ven unos dos millones de personas cada tarde, es importante. Es clave. De hecho, es algo casi inédito. Que sus compañeros (para quienes se necesitan tapones y, a veces, una tila) la escuchen en silencio, preguntando con cuidado y respeto, es sorprendente, es importante. Que ella hable de la culpa, de que no carga con ella, de que cree que fue un episodio de la vida de su padre en el que ella, tristemente, nada pudo hacer, es importante. Que diga que se vive con ello, pero que no se supera, que explique que la ayuda psicológica y psiquiátrica es un recurso común, que no es raro, que no hay nada de lo que avergonzarse, que se puede necesitar años después, es importante. Que hable de la importancia del divorcio, la familia, los amigos, el trabajo, que están detrás de cada persona que se suicida, es importante.

Según la Organización Mundial de la Salud, en 2014 los suicidios dejaban 800.000 muertos al año. Un fallecido cada 40 segundos. En España hay unos 4.000 casos al año y es la primera causa no natural de muerte: el 77% son hombres; el 23%, mujeres, especialmente entre 35 y 50 años. Hay algo más, razones de peso, enfermedades mentales, problemas gravísimos, detrás de esas 4.000, de esas 800.000 personas. Eso es mucha, mucha gente. Gente que deja aquí a otra gente. Y esos, los que se quedan, sufren, lloran, piensan. Y ven la televisión. Y ven a una mujer como Terelu, que no es ejemplo de nada ni de nadie pero que está ahí, en un programa como Sálvame, hablando de la culpa y del dolor con absoluta sensatez mientras la gente la escucha con respeto. Para quienes hayan perdido a los suyos y siguen buscando respuestas puede no servir de nada. Pero también para muchos puede ser un consuelo. Y eso es, de verdad, importante.