Simplemente, vino

Simplemente, vino

Ante un alimento perfectamente disfrutable por cualquiera, ¿por qué toda esta colección de complicaciones que arrastra desde hace tantos años, que no hacen más que espantar al personal? ¿Por qué leemos catas de vino tan complejas como la crítica de una obra de Joan Miró o con el trasfondo de una película de Kubrick?

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Imagen: ISTOCK

Así se denomina una de las ferias vinícolas más interesantes de la península (concretamente en Portugal), y así he querido también que comenzasen mis aportaciones en esta plataforma, desde lo que creo que debemos recuperar para el vino: la sencillez.

Hace falta poner la mente en blanco y recordar que, como trato de explicar en mi libro Galicia entre copas desde su primera página, el vino no es más que un alimento, fruto del zumo de uva fermentado, del que cualquiera puede disfrutar y que llegado el momento, puede hacernos un poco más felices.

¿Es necesaria alguna aptitud física especial para disfrutar de ese zumo de uva fermentado? La respuesta es clara: no.

Ante un alimento perfectamente disfrutable por cualquiera, ¿por qué toda esta colección de complicaciones que arrastra desde hace tantos años, que no hacen más que espantar al personal? ¿Por qué leemos catas de vino tan complejas como la crítica de una obra de Joan Miró o con el trasfondo de una película de Kubrick? ¿De qué sirve saber que la lágrima de un vino es densa y que huele a algo llamado sotobosque?

Pues miren, les aseguro que para disfrutar de una copa de vino nada esto es necesario, y que, de hecho, en toda esta parafernalia reside mucha culpa del descenso en el consumo que se viene observando en nuestro país en los últimos años.

Y ¿a qué obedece esta colección de tonterías? Pues miren, aun a riesgo de ser públicamente apedreado, les diré que hace tiempo que tengo mis sospechas. Tal vez a alguien se le ocurrió que si del vino hacemos algo muy complicado, de lo que únicamente pueda opinar una élite privilegiada, será necesario que esa élite nos diga qué vinos son los que hay que beber, de la misma forma que cuando quienes no tenemos ni idea de informática, acudimos a un experto antes de comprar un ordenador. Esa capacidad de prescribir genera a quien prescribe poder, poder para decidir qué vino sí y qué vino no, y esto genera ventajas. Vender guías, revistas o puntuaciones exige entonces mantener esa complejidad en el tiempo e incluso liar más la cosa, vendiendo aireadores, descapsuladores, escobillas y cuantos artilugios imprescindibles se les ocurran.

Poco tiene esto que ver con disfrutar del vino o incluso con buscar consejo del profesional en un restaurante, donde, sin intereses de por medio, alguien con formación que conoce cada vino y cada plato, tratará de satisfacer nuestros gustos de la mejor manera posible.

Quiero decir que, en definitiva, para disfrutar de un vino y entender por dónde van nuestros gustos, como ocurriría con un perfume o unos zapatos, lo único necesario es probar, probar y probar.

Para ello es importante que olvidemos seis terribles mantras que nos alejan del vino, y en los que trataremos de extendernos y profundizar en próximos artículos. A saber:

  • "Es que yo no entiendo de vino". Ni falta que hace. No es excusa para pedir una cerveza, para no complicarse la vida. Les diré que una caña nos dará ante un buen plato un placer mucho más limitado que el de un buen vino. Y si se equivocan con la botella en cuestión, ¡no pasa nada!, un aprendizaje más. Sin riesgo, no hay gloria.
  • "Yo no encuentro ningún olor, huele a vino". Le tranquilizará saber que no tiene usted ninguna carencia física ni discapacidad alguna. Para que uno se acuerde de algo, tiene que haberle prestado atención en otro momento anterior. La gente que profundiza en el vino, va haciéndose un archivo de olores en la memoria, porque en definitiva es el olfato el sentido que más nos permite distinguir un vino de otro. Recordarlas es cuestión de tiempo e, insisto, no es imprescindible para disfrutar de un vino reconocer los aromas que hay en él, aunque sí será útil para poder compartir y expresar lo que se siente al catarlo.
  • "El vino bueno es caro". Falso. Puede elaborarse un vino bien rico por un precio de venta al público inferior a 10 euros, y el Ranking Independiente de los 10 mejores vinos por menos de 10 euros lo viene demostrando desde hace seis años. Eso sí, no se fíen de otros publi-reportajes interesados que venden por ahí, porque hay muchos intereses. Prueben. Hay muchas variables que influyen el precio de un vino, y no siempre tienen que ver con la calidad del contenido de la botella en cuestión. Es habitual que vinos caros sean buenos, pero no siempre ocurre. Yo he probado brebajes imbebibles, muy elogiados por guías y gurús, que costaban más de 30 euros.
  • "Hay vinos buenos por 3 euros", Falso también, a sensu contrario. Si tenemos en cuenta que como mínimo, la mitad es lo que al productor le cuestan la botella y la etiqueta, por ese precio no puede meterse una uva decente en la botella sin tomar atajos. En esos tres euros tenemos que incluir el margen del distribuidor y del supermercado. Por tanto, las cuentas no salen. No se fíen de nada por lo que vayan a pagar menos de cinco euros, pues salvo gloriosas y contadas excepciones, el vino no será representativo de una zona, sino más bien de un proceso industrial de bodega. Únicamente un método industrial permite elaborar vino en condiciones a ese precio y que resulte rentable.
  • "El mundo del vino es Rioja y Ribera del Duero". Nada más falso. Hay buenos vinos en ambas zonas, y también otros deleznables, pero sobre todo, hay mucho vino. Existen millares de zonas de vino, fuera y dentro de España, y en lugares que la mayoría de la gente no imagina, pese a que llevan elaborando desde el imperio romano. Un abanico tremendo de aromas y sabores que nada tienen que ver y que sorprenden de verdad. Rioja y Ribera tienen climas parecidos (más cálida en general la Ribera del Duero), elaboran igual (la máxima suele ser crianza en barrica bordelesa) y utilizan el mismo tipo de uva, la tempranillo. Piensen solo en la cantidad de climas de España y que hay más de 300 variedades de uva vinificables... ¿Se imaginan todo lo que se están perdiendo los talibanes de "un riojita/riberita, por favor"
  • "El mejor blanco es un buen tinto". Esta mamarrachada, digna del mismo intelectual que dijo "mujer tenía que ser", no merece contestación, más allá de decir que muchos de los vinos más emocionantes del mundo son blancos. Algunos de ellos espumosos.
  • Mi consejo, por tanto, es que el vino es como un libro, uno no disfruta verdaderamente de leer hasta que encuentra su libro, y entonces todo cambia. Cuanto más probemos, más querremos probar, saber, conocer, comparar y, sobre todo, compartir y disfrutar.
  • Sigan el camino de mente abierta y libertad que les propongo, me comprometo a que el vino les haga un poco más felices...

Y si en lugar de vino, alguien les dice "caldo", sepan que están ante un hortera peligroso que nada les va a aportar. ¡Huyan y no miren atrás!

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