Entre el 'Marca' y Montesquieu

Entre el 'Marca' y Montesquieu

Parece lógico que en su nueva situación, Mariano Rajoy, escaso de votos para aprobar los presupuestos, trate de congraciarse con aquellos a los que ha ninguneado en su fase de absolutismo democrático y frene el proceso de recentralización encubierta que ha llevado a cabo.

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Foto: EFE

Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, planteó en su obra El espíritu de las leyes la necesidad de separar los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

Lo hizo en la mitad del siglo XVIII con reyes absolutistas en el poder. Hoy aquí seguimos sin acceder a una separación definitiva de esos poderes. El poder ejecutivo maniobra hábilmente para que altos tribunales como el Constitucional estén formados, en buena parte, por magistrados elegidos mediante cabildeo político. Y así nos luce.

Ya lo dijo el propio Montesquieu: "No existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencias de justicia".

El Tribunal Constitucional se compone de doce miembros. Cuatro los nombra el Congreso de los Diputados, otros cuatro el Senado, elegidos entre los candidatos presentados por los parlamentos autónomos, dos son directamente elegidos por el Gobierno y los dos últimos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial.

Desde que llegó la democracia, tras muchos años de dictadura que crearon costumbre, los grandes partidos han llevado al Tribunal Constitucional a sus propios candidatos, lo que politiza en extremo un órgano dedicado a dirimir en cuestiones en las que el espíritu democrático y ecuánime debe ser lo que prime.

Esta semana, el lehendakari Iñigo Urkullu ha alzado su voz para denunciar la "deriva recentralizadora que se está produciendo en el conjunto de España".

"La crisis económica, dice Urkullu, se ha convertido en una coartada clarísima para que con el pretexto de la contención del gasto público se hayan impuesto en el Estado mecanismos de supervisión y control a las comunidades autónomas erosionando y reduciendo sus competencias, y todo ello con el aval prácticamente incondicional del Tribunal Constitucional."

Rajoy tiene que acostumbrarse a no tener mayoría absoluta y buscar los apoyos allí donde los haya, a costa de negociar, claro.

Lo curioso es que cuando Urkullu alza la voz para denunciar la actitud del Tribunal Constitucional de seguimiento fiel a la batuta política que marca Rajoy desde La Moncloa, no está solo. Y la compañía no es precisamente la de los nacionalistas catalanes, como se pudiera pensar, sino la de dirigentes no sospechosos de querer romper la unidad de España.

Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, cree que se está produciendo una recentralización de las competencias que achaca a la politización de la Justicia, lo que se refleja en que las sentencias del Tribunal Constitucional dan siempre la razón al Gobierno central.

Al otro lado del mapa, en la Comunidad valenciana, Ximo Puig, presidente de la Generalitat, denuncia también ese proceso de recentralización del Gobierno, que lleva permanentemente leyes al Tribunal Constitucional.

Puig considera que el Tribunal Constitucional está teniendo una mirada muy anti-autonómica, con algunas sentencias que son "anticonstitucionales". Por eso considera este proceso de involución muy negativo para resolver el problema territorial de España.

Parece lógico que en su nueva situación, Mariano Rajoy, escaso de votos para aprobar los presupuestos, trate de congraciarse con aquellos a los que ha ninguneado en su fase de absolutismo democrático. Le pasa lo contrario que a Aznar, quien en su primera legislatura se vio forzado a pactar con los nacionalistas catalanes y vascos, y en su segunda se vio libre gracias a la mayoría absoluta lograda en las urnas.

Rajoy tiene que hacer justamente lo contrario, acostumbrarse a no tener mayoría absoluta y buscar los apoyos allí donde los haya, a costa de negociar, claro.

Urkullu pide al nuevo Gobierno de Rajoy "un cambio de actitud para entender, afrontar y colaborar conjuntamente en las cuestiones que competen a la Agenda Vasca, entre ellas, el respeto a las instituciones vascas y al autogobierno".

Y esa es la clave, Rajoy pasó de muchas cosas a lomos de su mayoría absoluta. Ahora, caminando sobre un suelo frágil e inestable debería dejar de leer el Marca y leer más a Montesquieu. Aunque quizá no lo haga: el Marca es menos complicado de leer.

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