Y ahora, las vascas

Y ahora, las vascas

Las próximas elecciones vascas tienen que celebrarse enoctubre, pero es posible que Urkullu las adelante. Hay varias razones para ello. Una es la presencia de Arnaldo Otegi como candidato de la izquierda abertzale y de Bildu, si la Junta Electoral lo permite. La otra, la espectacular irrupción de Podemos en Euskadi.

Arnaldo Otegi ya está en la calle, y con su salida, parece como si se hubiera dado el pistoletazo de salida de la campaña electoral de las próximas elecciones autonómicas vascas.

"El mejor lehendakari, el pueblo", dijo Otegi subido a un estrado y ante un micrófono preparado para que lanzara sus primeros mensajes nada más recobrar la libertad en la cárcel de Logroño.

En el exterior de la prisión, le esperaban sus seguidores y un montón de medios de comunicación. La expectación era evidente, y Otegi la cazó al vuelo: "No habría todas estas cámaras si no saliera un preso político de una cárcel española".

Así que, ya estamos todos. Las próximas elecciones autonómicas vascas, esas que definen quién controlará el Parlamento Vasco y quién se sentará como lehendakari en Ajuria Enea, tienen que celebrarse el próximo mes de octubre, pero es posible que Urkullu las adelante. Hay varias razones para ello.

Una es, precisamente, la presencia de Arnaldo Otegi como candidato de la izquierda abertzale y de ese conglomerado denominado Bildu, si la Junta Electoral lo permite. Para Urkullu, no es lo mismo enfrentarse a un candidato provisional cualquiera que a quien domina, incluso desde la cárcel, los hilos de ese mundo. Cuanto más tiempo se le deje dominar la agenda, ya en plena calle, más votos puede recuperar, me comentaba un experimentado político peneuvista.

Para Urkullu, no es lo mismo enfrentarse a un candidato provisional cualquiera que a quien domina, incluso desde la cárcel, los hilos de ese mundo.

Y no está la cosa para bromas, porque la irrupción de Podemos en Euskadi fue espectacular. En las elecciones generales del pasado mes de diciembre obtuvo 316.441 votos, mientras que el PNV lograba 301.585. Es una pequeña diferencia, pero sustancial por un hecho trascendental.

En Euskadi, cada territorio aporta al Parlamento 25 escaños, de un total de 75. La mayoría absoluta está, pues, en 38 escaños. Eso quiere decir que Álava, con poco más de 248.000 electores, obtiene 25 escaños, los mismos que Vizcaya, con 913.000 electores. Así, el voto de un alavés vale casi cuatro veces el de un vizcaíno.

En esas elecciones generales, Podemos obtuvo la victoria en votos tanto en Álava como en Guipúzcoa, mientras que el PNV le superaba en su tradicional caladero vizcaíno. Es decir, los votos obtenidos por Podemos obtienen una mayor presencia en escaños, tienen mayor intensidad parlamentaria.

Es cierto que los votos obtenidos por Podemos venían, sustancialmente, de anteriores votantes de la izquierda abertzale, y que una cosa son las elecciones generales y otra las autonómicas, en las que las fuerzas políticas específicamente vascas, como PNV y Bildu, se juegan de verdad su cocido.

Los votos obtenidos por Podemos venían, sustancialmente, de anteriores votantes de la izquierda abertzale.

¿Qué harán esos votantes que situaron a Podemos como el partido más votado en Euskadi? Ése es el quid de la cuestión. Podemos está trabajando en serio para que ese impresionante rédito obtenido en las generales se repita en las autonómicas, y así, los de Iglesias y Errejón se sitúen como elemento clave en la política vasca y puedan decidir el sesgo del futuro Gobierno Vasco. En Sabin Etxea, la sede del PNV, se estudiaron los datos de las generales al detalle, y se han planteado los diferentes escenarios que pueden surgir tras las próximas autonómicas.

De ahí que se mantenga un discurso público de cierta ambigüedad, incluso en pleno debate de investidura. Llamadas a la actualización del Concierto Económico Vasco, la transferencia de la Seguridad Social, la consideración de Euskadi como nación, aunque ya es nacionalidad en la ley orgánica del Estatuto de Autonomía. Pero nada de exabruptos de última hora. No se puede competir en independencia con Bildu, y no se sabe con quién habrá que negociar, dentro de poco tiempo, la gobernación de Euskadi.

No se puede competir en independencia con Bildu, y no se sabe con quién habrá que negociar, dentro de poco tiempo, la gobernación de Euskadi.

El último sondeo, elaborado precisamente por el Gobierno Vasco el pasado mes de febrero, pronosticaba casi un empate en porcentaje de votos de PNV y Podemos en Álava y, en cambio, una diferencia de 35,7% de votos para el PNV y un 19,9% para Podemos en Vizcaya. Esos porcentajes, en número de votos totales, suponen una gran diferencia, pero en número de escaños totales no tanta.

La suma en escaños de PNV y PSE, el partido que permite hoy la gobernabilidad en solitario de los nacionalistas, no da, según el sondeo, mayoría absoluta, por lo que se abriría la era de nuevas composiciones políticas para formar gobierno.

En ese ámbito, la primera labor de Otegi, recién salido de la cárcel, va a ser la de tratar de recuperar el gran bagaje de votos perdidos en los últimos tiempos, sobre todo desde la irrupción de Podemos en la política vasca. Es precisamente a Bildu a quien más daño ha hecho la formación morada. Votantes que no eran específicamente independentistas pero sí rupturistas, encontraron de pronto la fuerza política que les podía representar de modo más adecuado, y Bildu vio cómo se le escapaban, a miles, los votos.

Las próximas elecciones vascas servirán para saber, entre otras cosas, si esos votos obtenidos por Podemos quedan en su haber definitivo, si el complicado abanico electoral surgido en las generales se mantiene, y si el PNV, muñidor de casi toda la gobernabilidad vasca desde la Transición, sabe navegar en las nuevas aguas.