Dar la democracia por sentada

Dar la democracia por sentada

Este sábado toca fútbol, la más emocionante final de Champions que yo recuerde. Feliz por la victoria de mi equipo, o resignada tras su derrota, el domingo iré a votar, convencida como estoy de que ese gesto sigue siendo imprescindible. Votaré con el eco de las palabras de Schvets que abren este artículo: para que nunca pueda reprocharme que una vez di la democracia por sentada.

Vosotros, los occidentales, dais por descontada la democracia: está ahí, como el café o el periódico de la mañana. Es como el agua corriente. No tienes ni que pensar en ella: va a estar allí cada día. La gente venía de Occidente hasta aquí y nos decía: "Ahora, comportáos y sed democráticos", y luego se iban. Pero vosotros nunca habéis tenido que luchar por ella, nunca a lo largo de vuestras vidas. Nosotros tenemos que luchar por ella justo ahora. A cien metros de aquí. Estamos en el frente de la democracia, literalmente en el frente, donde muere la gente.

La cita es del periodista ucraniano Leonid Shvets, y así la recoge Keith Gessen en su último reportaje sobre Ucrania en The New Yorker; Ucrania, ese test de estrés en el que Europa está fallando estrepitosamente.

Lo advierten todos los europeístas: durante años, la construcción de la UE tuvo un sentido y un impulso común: que en las tierras del Viejo Continente no volviera a vivirse el baño de sangre de las grandes guerras, de la primera de las cuales se cumple ahora el centenario. Pero ese relato carece ya de sentido para los jóvenes, especialmente los occidentales, que oyen la palabra "¡guerra!" y brincan de emoción pensando en un videojuego o el último capítulo de Juego de Tronos.

Por seguir con los cuentos: Europa fue una bellísima hada madrina mientras enchufó fondos sin fin para carreteras, cultivos y fundaciones hasta que, de la noche a la mañana, se transformó en una bruja avara y austericida, insaciable en sus exigencias de más y más recortes. Y si en algo estamos fallando los europeístas, especialmente los líderes y los intelectuales, es en ese ejercicio de imaginación imprescindible para devolver a Europa toda su fuerza simbólica. No es tarea fácil, porque a medida que ha ido creciendo, la Unión Europea se ha vuelto tan compleja, lenta de reflejos y burocrática que resulta misión casi imposible encontrar su esencia.

Por eso, las fuerzas del lado oscuro -antieuropeos, populistas, extremistas- amenazan con tomar la próxima eurocámara con una presencia inédita hasta el momento. Su gran logro está siendo capitalizar el descontento de la ciudadanía regalándonos los oídos con pociones simples y mágicas. Como charlatanes de feria, venden un bálsamo de Fierabrás que soluciona de golpe todos los complejos problemas del Continente. Su talón de aquiles: hay tan poco en común entre ellos que no será fácil su cohesión para ejercer una auténtica influencia. Pero sin ninguna duda, esa mayor presencia que les auguran los sondeos acabará de alguna forma por influir en las políticas que, cada vez más, se articulan en el nuevo Parlamento Europeo. En él también saldrán previsiblemente reforzadas otras formaciones políticas bisagra, mucho más serias, que sí podrán jugar un papel determinante.

En España, vista la escasa pedagogía europea que han demostrado los partidos políticos en sus mítines y en los fallidos debates, la noche del domingo despejará algunas incógnitas en clave doméstica. Ganará la abstención, seguro, ¿pero con qué porcentaje? Si gana el PP, ¿supondrá alfombra roja para Mariano Rajoy hasta final de la legislatura, y luz verde para los recortes y reformas que penden de un hilo? ¿Cómo afectaría al liderazgo de Rajoy una derrota, aunque fuera por un voto? En cuanto a los socialistas, ¿qué hará Rubalcaba si pierde otras elecciones? ¿Habrá un congreso extraordinario para sustituir al secretario general? Si gana, aunque sea por ese voto, ¿se presentará a las primarias en noviembre? En cuanto al bipartidismo, ¿saldrá reforzado o debilitado para siempre tras el domingo? ¿Se consolidarán UPyD e IU como los partidos claves para la futura gobernabilidad? ¿Cómo votará Cataluña, en pleno debate soberanista? ¿Y Andalucía?

En El Huffington Post hemos recogido estos días los zurriagazos, las machadas y los mandobles de la penosa campaña electoral que concluyó anoche. Hemos seguido sus tuits, sus debates y sus mítines. Pero también hemos querido ir más allá de los eslóganes, profundizando en propuestas y programas y en los perfiles políticos de los candidatos a presidir la Comisión Europea. Nuestros blogueros y analistas han alimentado el debate, en el que han participado vivamente las demás ediciones europeas del HuffPost. De primera mano, hemos conocido las razones de algunos candidatos: Elena Valenciano (PSOE), Paloma López (IU), Francisco Sosa Wagner (UPyD), Ramón Tremosa (CiU), Josep maría Terricabras (ERC), Pablo Iglesias (Podemos), Florent Marcellesi (EQUO).

Sí, falta el PP. Los populares, en su extraña estrategia de campaña, no nos han concedido entrevistas con ninguno de sus candidatos. Ellos sabrán por qué. Dado que no somos el único medio al que han evitado, la única conclusión posible es que algo temen de los blocs y los bolígrafos: lean la anécdota que contó Arturo Pérez Reverte en su discurso durante la entrega de los Premios Ortega y Gasset 2014.

Este sábado toca fútbol, la más emocionante final de Champions que yo recuerde. Feliz por la victoria de mi equipo, o resignada tras su derrota, el domingo iré a votar, convencida como estoy de que ese gesto sigue siendo imprescindible. Votaré con el eco de las palabras de Schvets que abren este artículo: para que nunca pueda reprocharme que una vez di la democracia por sentada.