El veneno de Aznar

El veneno de Aznar

Lo de Aznar ayer en Antena 3 precisa, posiblemente, más de un análisis psiquiátrico que periodístico o político. No se pueden interpretar sus palabras sin tratar de comprender qué le mueve, qué resortes han provocado que siembre de minas la acción del gobierno de su partido y de su sucesor, Mariano Rajoy.

Lo de Aznar ayer en Antena 3 precisa, posiblemente, más de un análisis psiquiátrico que periodístico o político. No se pueden interpretar sus palabras sin comprender qué le mueve, qué resortes han provocado que siembre de minas la acción del Gobierno de su partido y de su sucesor, Mariano Rajoy.

Y salta a la vista que Aznar necesita justificarse.

Primero, como presidente del PP. Las investigaciones judiciales tanto en el caso Gürtel como en el caso Bárcenas amenazan con destruir la imagen de Aznar como ejemplo de rectitud y transparencia, cuando alrededor de su despacho de Génova se cruzaban -presuntamente- comisiones opacas y sobresueldos. Es significativo que Aznar hablara en la entrevista sólo de sí mismo, para negar "rotundamente" sobresueldos, y se desentendiera del resto del partido, bajo la fórmula "nunca supe nada". Si Rajoy y Cospedal han sido los encargados de "limpiar" debajo de las alfombras, tal y como defienden sus leales, no sólo han desatado la caja de los truenos vía Bárcenas: ahora se enfrentan a la ira torva del todavía presidente de honor del PP.

Segundo, Aznar necesita reivindicarse como "autor del milagro económico del 96" (Gloria Lomana dixit). A estas alturas de la crisis, sus aciertos económicos quedan seriamente empañados por sus errores: la burbuja inmobiliaria se gestó y se infló gracias a las decisiones de su Gobierno, entre otras esa Ley del Suelo que en vez de provocar la bajada del precio de las viviendas, desató los precios, al tiempo que los Ayuntamientos inflaban sus arcas al calor de las recalificaciones, y las cajas de ahorro politizaban su gestión e iniciaban una carrera hacia un crecimiento que ha resultado ser letal para las propias cajas, para los ahorradores, y para el sistema bancario español. El último caso, el de su amigo Miguel Blesa, aupado por razones de amistad y confianza a la presidencia de Caja Madrid, y primer banquero que ha pasado por prisión -por muy extravagante que resulte el auto del juez Elpidio Silva-, tiene que estar hirviendo en la mente del expresidente.

Tercero, Aznar necesita limpiar su imagen de hombre austero y honrado. La boda de su hija Ana con Alejandro Agag, en la que tan impúdicamente mezcló sus asuntos familiares con los públicos, le pasa ahora una factura que va mucho más alla de los 32.452 euros en iluminación que Francisco Correa le regaló al novio. El País publica hoy el número de invitados a la ceremonia de El Escorial que están actualmente imputados en distintos casos por corrupción: 18. De paso, entendemos mejor la ira del expresidente frente al Grupo Prisa, y su cinismo al citar, escandalizado, que la cadena de televisión Cuatro se vendió a Berlusconi, uno de sus invitados de honor a la susodicha boda.

Cuarto: "Yo soy tu padre". Aznar ningunea a Rajoy, acusa al Gobierno de no tener programa, mete prisa para que baje los impuestos ya y le emplaza a que reforme todo lo que no ha reformado aún. Aznar, que descartó a Rodrigo Rato y a Jaime Mayor Oreja como sucesores, siempre vivió como una herida la derrota del PP en 2004, tras la pésima e infame gestión de los atentados del 11-M, de la que él es el principal responsable. Sin embargo, parece reprocharle aún a Rajoy que no pudiera ganar a Zapatero en 2008, tras cuatro añitos en el infierno de la oposición. ¿Qué influencia tiene aún Aznar en el sector más conservador y nostálgico del partido? No tanto como él supone. Desde los más veteranos a los más jóvenes, las declaraciones públicas de los dirigentes populares de la era Rajoy, desmarcándose del "padre", son significativas.

¿Volverá Aznar a la política activa? Lo dudo mucho. Tampoco tengo claro que, aunque quisiera, pudiera hacerlo dentro del Partido Popular. Con sus declaraciones sí busca otra cosa: desviar la atención de las polémicas que cuestionan su gestión como presidente del Gobierno, como presidente del partido, y como el hombre íntegro y honesto que asegura ser.

De lo que no me cabe duda ya, tras escucharle ayer, es de que Aznar es el peor expresidente de la democracia. No sólo torpedeó al Gobierno de Zapatero -cuestionando la credibilidad y viabilidad económica de España en momentos muy delicados-, sino que ahora embiste contra Rajoy. Aznar tiene un serio problema, personal y político. No se puede vivir con tanto veneno dentro.