La vuelta al cole

La vuelta al cole

De todos los recortes que afrontamos este mes de septiembre, el más doloroso es el que afecta a la sanidad, pero el que mayor coste social tiene a medio y largo plazo es el recorte en la educación pública. Las arcas públicas están exhaustas y eso obliga a hacer ajustes, pero tenemos que estar muy vigilantes para que estos no acaben estrangulando el acceso a una enseñanza de calidad a toda una generación. Si lo permitimos, lo pagaremos caro.

De todos los recortes que afrontamos este mes de septiembre, el más doloroso es el que afecta a la sanidad, pero el que mayor coste social tiene a medio y largo plazo es el recorte en la educación pública. Que los chicos tengan educación gratuita y obligatoria hasta los 16 años ha sido una de las grandes conquistas sociales de este país, que siempre estuvo a la cola comparado con otros países de nuestro entorno. El informe PISA de la OCDE, que tanto nos ha ruborizado en la última década al anclarnos en la mediocridad -por debajo incluso de países como Portugal o Grecia-, no refleja el esfuerzo hecho por un país que arrastraba graves carencias y que ha sido capaz de integrar en sus aulas a los hijos de la inmigración masiva que llegó a España durante los años del boom económico.

Aunque las clases ya han empezado en algunos colegios, es en esta semana cuando se produce la vuelta general a las aulas públicas y concertadas. Para compensar los miles de profesores interinos que este año se han quedado en la calle, el ratio de alumnos por clase aumenta un 20%, con el consiguiente deterioro en la calidad de la atención que los profesores pueden dedicar a sus alumnos, cuando no se da el problema meramente físico de que muchas aulas no tienen espacio para acoger a más alumnos. Son los los propios centros los que tienen que cubrir ahora las bajas del profesorado hasta diez días antes de contar con apoyo externo -hasta ahora eran tres días- lo que va a provocar la pérdida de muchas horas lectivas por una simple epidemia de gripe. Se reducen las horas dedicadas a la formación de los propios docentes, y los apoyos extra a estudiantes que lo necesiten, al tiempo que encoje el presupuesto que los centros dedican al mantenimiento y a los servicios. El `túper´ se ha convertido en el símbolo de este curso, hasta el punto que la empresa que ha popularizado el nombre de la vieja tartera, Tupperware, ha aumentado sus ventas un 15% en las últimas semanas.

El profesorado público, con su sueldo ultracongelado, la extra suprimida y obligados a realizar más horas y más tareas, afronta desmotivado un curso que se presenta extremadamente complicado. Y en comunidades como la madrileña, los responsables políticos han pasado de abrazar a los docentes y clamar porque tuvieran una mayor autoridad frente a padres y alumnos, a tildarles de vagos por protestar contra los recortes. En este ambiente enrarecido, sindicatos y organizaciones sociales están preparando la primera gran protesta del sector público este sábado 15 de septiembre en Madrid; y es previsible que las Marchas Verdes en defensa de la educación pública vuelvan también tras el pistoletazo de salida de este fin de semana.

El Foro Económico Mundial acaba de hacer público su Informe de Competitivad Global, en el que España se mantiene en el puesto 36 de 144 países, entre otros factores gracias a su sanidad y educación (el número de estudiantes en primaria,secundaria y en educación superior es realmente destacable). Aunque la calidad de nuestro sistema educativo ocupa puestos muy inferiores en el ránking (79 en secundaria, 81 en secundaria), el rápido deterioro en esa calidad que puede darse en los próximos años nos dejaría desarmados para afrontar una recuperación real; de hecho, el informe constata cómo la fuga de cerebros es un fenómeno que ya está avanzando en nuestro país a velocidad de vértigo: hemos caído 28 posiciones en sólo un año, hasta ocupar el puesto 82.

Cifras y ránkings aparte, sabemos que nos jugamos mucho. Las arcas públicas están exhaustas y eso obliga a hacer ajustes, pero tenemos que estar muy vigilantes para que estos no acaben estrangulando el acceso a una enseñanza de calidad a toda una generación. Si lo permitimos, lo pagaremos caro.