Solo desde una visión formalista - y liberal - de la igualdad, que no es la que mantiene ni nuestra Constitución, ni el TC, ni tampoco órganos internacionales como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, podrían defenderse posiciones contrarias a los mecanismos que todavía hoy siguen necesarios para que en el ejercicio del poder participen por igual mujeres y hombres.