Históricamente, la fortaleza emocional se ha interpretado de forma errónea como una falta de emociones y sentimientos, como una armadura de insensibilidad o como una resistencia superior e inquebrantable. Hasta hace muy poco, se consideraba que las emociones eran lo opuesto a la razón.
Influye en cómo nos relacionamos con las personas, en las decisiones que tomamos, en las elecciones que hacemos, en cómo nos sentimos y lo que esperamos del futuro. Es nuestro alma, la experiencia, los detalles... puede llegar ser nuestro mejor amigo pero también el peor enemigo.