La retórica de los comentaristas rusos contra Kazajstán, tradicionalmente un aliado de Moscú, se ha intensificado después de que este país confirmó las sanciones occidentales contra el Kremlin tras la invasión de Ucrania.
Quedan tres regiones en las que se mantiene el dispositivo represivo contra unas protestas que se iniciaron por la subida del gas y han virado a crisis internacional.
Lo que empezó siendo un conflicto económico, se ha tornado en político e internacional, con Rusia ya apoyando al país y con la OTAN y la UE vigilantes y pendientes del respeto de los derechos humanos.
Mientras el mundo espera ver cómo evoluciona el alto el fuego en Ucrania, no faltan las voces que advierten sobre un próximo movimiento de Rusia contra otro de sus vecinos, alegando la defensa de sus minorías. Para muchos, Estonia podría ser el próximo en la lista. Pero tampoco hay que perder de vista cómo Putin ha aumentado el tono de sus palabras con otra de las antiguas repúblicas soviéticas: Kazajistán.
El colocón de materias primas permite prolongar 3.000 años de tradiciones clánicas: enchufar y enriquecer a familia y amigos, casar a una hija con el hijo de un Khan vecino, blindarse de por vida y levantar una nueva capital moderna y acristalada para gloria del reino.