Una juventud determinada se convierte rápidamente en determinante, y es lo que los políticos y periodistas del antiguo mundo quieren impedir a toda costa. Al amanecer, la Policía evacua la esperanza; pero en las plazas, el pueblo se recompone de forma magnética, como chutado de democratina que circula por su sangre en ebullición, recobrando su orgullo.