La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, arrancó las carcajadas de los legisladores durante la sesión parlamentaria del pasado 3 de octubre. La mandataria danesa estaba leyendo un informe sobre la adquisición de animales de circo por parte del Estado. De repente, Frederiksen comenzó a reír al relatar la historia de cómo el Gobierno danés rescató a cuatro elefantes.
Tras la imagen publicada por "los miembros del Gobierno legítimo" de Cataluña, en la que han eliminado la figura del exconseller de Empresa, Santi Vila, dejándose una pierna.
Si al oír Mihura piensa en toros, se equivoca. Sin embargo, este verano hay un Mihura suelto por Madrid. Y debería dejarse pillar por él, por este dramaturgo que usó la ironía y los sobrentendidos para provocar una risa de reconocimiento que permite reírse de uno mismo como si uno se riese de los otros.
La ciencia, hasta donde ha llegado, dice que lloramos por pura supervivencia. Que el llanto es uno de los productos de diversos paquetes de reacciones, más o menos elementales, que promueven la pervivencia de un organismo por encima de los ataques externos o internos que recibe.
El daño que me causaba su declaración, sumado al daño que tenía por la muerte de mi padre, daba el resultado de una laceración suprema que estaba a punto de hacerme desaparecer como un fluido que se desagua en una conciencia rota. La cólera y la próxima locura dieron paso, sin embargo, a las lágrimas.
Veintiocho gotas, veintiocho lágrimas son las que vertemos cuando lloramos, bien sea de pena o de alegría. Alguien hizo una vez el cálculo de todas las lágrimas derramadas por un ser humano a lo largo de su vida: ochocientas cincuenta mil, o sea sesenta y cinco litros.
Para tener una mayor libertad a la hora de hablar con mi mujer desde mi móvil y respirar un poco de aire fresco, había salido de casa. No bien atendió a mi llamada y nos saludamos, ella respondió con sollozos. Por un momento pensé que se encontraba afectada por la muerte de mi padre.